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lunes, 5 de septiembre de 2016



EL NUEVO CINE CHILENO


Aldo Francia, Miguel Litín, Helvio Soto, Raul Ruiz, Álvaro Covacevich


      
La vida de los peces



                Chile siempre ha mantenido un interés intenso por la cultura y con el fin de impulsarla creó el Consejo de la Cultura y las Artes de Chile (CNAC), un organismo autónomo, regulado por la Ley 19891 de 2004, destinado al fomento del conjunto de actividades culturales y artísticas. Amparado en el CNAC funciona desde 2011 el Consejo del Arte y de la Industria Audiovisual, encargado del apoyo y la difusión del audiovisual y de la conservación de este patrimonio. Dispone de un Fondo de Fomento, que mediante convocatorias financia las películas. tanto las totalmente chilenas, como las realizadas con Brasil dentro del acuerdo con este país, y las relazadas al amparo del Acuerdo Latinoamericano de Coproducciones del que forma parte también España. Este sistema de protección se ajusta a su no muy elevada producción, unos doce largometrajes al año, dos o tres largos de animación y una docena de documentales de largo o mediometraje, así como alrededor de doce cortometrajes. El cine chileno es ambicioso y es habitual verle en los Festivales Internacionales. como El chacotero sentimental (1999) de Cristián Galaz, una radiografía de la sociedad chilena que fue un gran éxito de público, y obtuvo premios  en los Festivales de Chicago y Toulouse o Taxi para tres (2001) de Orlando Lubeck, Concha de Oro en San Sebastián y mejor película en Mar del Plata, una road movie en la que dos malhechores y un taxista tratan de salir de su miserias. El cine chileno ha obtenido tres Goyas a la mejor película iberoamericana, el último a La vida de los peces (2010) de Metías Biza, una reflexión sobre lo que podría haber ocurrido si algo hubiese sido distinto, contada con un lenguaje formal hermoso.




   Sin perder la calidad buscan ampliar el público, como Maar a un hombre (2014) de Alejandro Fernández Almendras , relato de una venganza; Fernández Almendras había debutado con Huacho (2009), drama psicológico sobre una familia que evoluciona de acuerdo con el cambio de vida en el campo. Otro éxito de público es Gloria (2013) de Sebastián Lelio, una mujer madura de 58 años combate la soledad y busca relacionarse en las fiestas para solteros, interpretada por Paulina Gracia, Premio a la mejor actriz en el Festival de Berlín. Cine político es Carne de perro (2012) de Fernando Guzzoni, sobre un torturador de la época de Pinochet que trata de escapar a la estigmatización. Hay excelentes documentales. como La once (2014) de Maite Alberdi, protagonizado por sus amigos que tienen una tertulia en la que toman el te y charlan sobre temas emotivos desde la vejez a la soledad. Es frecuente la incorporación de nuevos directores, así encontramos a José Luis Sepúlveda con El Pejesapo (2007), un inadaptado que no encuentra motivos para evitar el suicidio. Y un cine claramente comercial, Stefan vs Kramer (2012) en la que el actor e imitador Stefan Kramer aprovecha su fama para conquistar al público chileno.



      
           Podemos hablar de que surgió el "nuevo cine" en chile cuando, los Cine-Clubs chilenos iniciaron sus actividades hacia 1958, teniendo una influencia notable en la formación cinematográfica. Uno de los primeros fue el Cine-club Universitario, que permitió descubrir el cine a jóvenes de todas las ideologías. La Universidad Católica creó un Departamento Fílmico para la formación, mediante la realización de cortos experimentales. La Universidad de Chile, por su parte, inauguró el Departamento Audiovisual, que incluía la Cinemateca Universitaria y la Unidad de Cine Experimental, bajo la dirección de Sergio Bravo, que enseñó a los jóvenes el dominio de nuevas formas del lenguaje del cine. En 1962 inicia sus actividades el decisivo Cine-club de Viña del Mar, impulsado por Aldo Francia, quien promovió también el Festival de Cine de Viña del Mar. En 1967, junto al l Festival de Cine, se celebró el Encuentro de Cineastas Latinoamericanos, que decidió la puesta en marcha de un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Aldo Francia contó para esta iniciativa con la colaboración del cineasta cubano Alfredo Guevara y del argentino Edgardo Pallero. En futuras ediciones del Festival participaron todos los directores del Continente que apostaban por formas y temáticas distintas.  Esta efervescencia del cine chileno coincidió con la Presidencia de Eduardo Frei Montalva, en 1964, demócrata cristiano, reformista, y en 1970 con Salvador Allende. El año 1967 se creó el Consejo de Fomento de la Industria del Cine Nacional para impulsar la incipiente industria, precedente del actual Consejo de las Artes y la Industria Audiovisual. En 1966 se produjeron cuatro largometrajes, en el siguiente año, 1967, cinco, subiendo en 1968 a doce.


Valparaíso mi amor

           Aldo Francia es autor de dos interesantes largometrajes de inspiración neorrealista. Valparaíso, mi amor (1969) se basa en hechos reales y tiene un aire documental. Aldo Francia presenta a Marco, un matarife, despedido de su trabajo, y a su mujer que trabaja como lavandera, para mantener a los hijos. Marco busca empleo sin éxito, y un día encuentra una vaca en el campo a la que mata y va vendiendo en porciones su carne, con lo que respira económicamente, pero es descubierto, volviendo las penalidades a su hogar.Su siguiente película, Ya no basta con rezar (1972), narra la toma de conciencia social de un sacerdote. Rodada como un documental se presenta a dos sacerdotes en un barrio residencial, el Padre Jaime, que duda sobre  si su conducta es realmente cristiana y el Padre Juan, que se limita a que unas señoras ricas hagan obras de caridad y subvencionen un policlínico en un barrio pobre. El contacto con los pobres y una epidemia hacen ver a Jaime la vaciedad de las consignas caritativas y la huelga en 1968 que vive junto a los obreros, así como la represión de la misma, hacen que definitivamente tome conciencia social.




       Valparaíso, mi amo, junto a El chacal de Nahueltoro (1969), Tres tristes tigres (1968) Caliche sangriento (1969) son las películas más representativas del nuevo cineTodas buscan la originalidad y suscitan en el público una opinión favorable a los cambios sociales y políticos. Miguel Littín se inspira en la crónica de sucesos para realizar El chacal de Nahueltoro, basada en un hecho ocurrido en 1960José del Carmen Valenzuela Torres era un campesino, trabajador temporero, que iba de un lugar a otro, buscando trabajo; analfabeto y alcohólico, vivía en Nahueltoro, con una campesina viuda, madre de cinco hijos, en el campo. Una noche, borracho, mata a la mujer y a sus hijos. Littín elige un estilo próximo al neorrealismo, rodando en el lugar del crimen, en la cárcel y en los locales en que transcurrió el juicio. La narración utiliza el presente y el pasado, para conocer la vida del campesino y la mujer antes del crimen. Es una dura reflexión sobre el analfabetismo en las clases bajas y sobre las condiciones laborales y sociales.  La fotografía es del notable operador Héctor Ríos, autor de documentales, en colaboración con Pedro Closkel, como Venceremos (1970y A qué vivimos (1973).


         
   
          Caliche sangriento de Helvio Soto es un episodio vivido por un grupo de soldados chilenos, perdidos en el desierto durante la Guerra del Pacífico, 1873-1883, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia. Tiene el acierto de haber sido rodada en el desierto de Atacama, con una escenografía desnuda y una luz especial captada por Silvio Caiozzi, que volvía de EEUU de estudiar el uso de la cámara y del color y que más tarde debutó como director con Julio empieza en julio (1978). Caliche sangriento es un reflejo fiel de la inutilidad de la guerra y más entre hermanos. El tema lateral es el origen de la guerra a causa de la ambición británica de controlar la explotación del salitre. La película transcurre entre reflexiones políticas y la visión de uniformes, equipos militares y conflictos entre soldados, siendo unas ráfagas frescas la llegada de un correo peruano o la muerte heroica de un soldado. La película fue realizada con apoyo del Ejército, lo que no fue obstáculo para la oposición de grupos militares, y ser inicialmente prohibida, aunque terminó autorizándose y proyectándose con éxito.



            Tres tristes tigres dirigida por Raúl Ruiz, adapta la obra teatral de Alejandro Sieveking. Las escenas transcurren en típicos bares y en las calles de Santiago, reflejando el carácter chileno y su gusto por la discusión, la ceremonia, la ironía y la violencia contenida frente a los abusos políticos y sociales. Raúl Ruiz introdujo un nuevo personaje, Luís Alarcón, un chileno del Sur que viene a Santiago a pasárselo bien y es el que paga las copas de los tres “tigres". Ruiz describe en tono documental las vidas de los protagonistas. Entre copas y charlas conocemos a los personajes y su psicología, descubierta por los diálogos, que tienen mayor importancia que la acción. Al final Tito, el trabajador explotado se rebela contra Rudi, que representa a los explotadores. Es una irónica y profunda radiografía de Chile en la segunda mitad de los 60. Raúl Ruiz fue evolucionando hacia un cine más experimental y de vanguardia, viéndose ya en esta película las influencias de la “nouvelle vague” y de John Cassavettes.           

   
               

       Un arquitecto, Álvaro Covacevich participó en una expedición con científicos de la ONU en Brasil, en la que rodó a tribus que nunca habían visto un hombre blanco y montó un documental sobre formas de vida, flora y lugares desconocidos, titulado Cabochos, el nombre de aquellas tribus. Ya dedicado al cine, dirige Morir un poco (1967), en la que describe el paso del tiempo, desde la salida del trabajo hasta llegar a casa. Conocemos la triste vida de los desheredados, con escaso diálogo y con un soberbio empleo del color. Tiempo que en vez de ser utilizado para vivir es un tiempo que lleva a morir. A continuación dirigió La revolución de las flores (1968), sobre un grupo de jóvenes que quieren cambiar el mundo. Es autor de varios documentales y, por su relación con Salvador Allende, Diálogo de América (1972)el encuentro entre Allende y Fidel Castro, y El gran desafío (1973)sobre la intervención, en la sede de la ONU de Allende. 


La odisea de los Andes


                    Su gran documental es La odisea de los Andes (1976), que realiza impresionado por el accidente del avión que volaba de Montevideo a Santiago, que se estrelló en el corazón de los Andes el 13 de octubre de 1972. Viajaban cuarenta pasajeros y cinco tripulantes, salvándose dieciséis pasajeros. En el avión venía un equipo uruguayo a jugar un partido de rugby, por lo que el accidente conmocionó a Uruguay.Los supervivientes vieron pasar los días sin que les rescatasen, ya que les consideraban desaparecidos. Dos de aquellos jóvenes decidieron ir en busca de ayuda y descendieron desde los 4000 metros del Tinguirica, atravesando a pie las cumbres y los ventisqueros de los Andes, con el fin de avisar que quedaban otros catorce  supervivientes junto a los restos del avión. Esperaron durante 71 días, recurriendo para sobrevivir a la antropofagia. Covacevich rodó en los lugares del accidente un buen material, y reunió excelente documentación, cuyo montaje estaba iniciando. Cuando el golpe militar  del 11 septiembre de 1973. Covacevich rodaba la Casa de la Moneda, incendiada por el bombardeo de los aviones Hawker Hunter, y estuvo a punto de ser detenido.El Embajador de México consiguió recuperar el material filmado y encontró asilo en México para Covacevich. Tomó contacto con Mario vargas Llosa, también muy impresionado por el accidente, para escribir el guion y rodó testimonios de supervivientes en Montevideo. Covavevich se interroga: “¿Cómo pudo haber  supervivientes tras ese impacto tan terrible, una avalancha de nieve, setenta y un días aislados y la terrible caminata de dos de ellos? Lo impresionante es oírles a ellos como yo les oí”.

       El nuevo cine chileno sienta las bases de su renacimiento a partir de los 90. El golpe de Pinochet en 1973 aplastó la vida democrática de Chile y congeló la libertad hasta marzo de 1990, fecha en la que tuvo que abandonar el poder. Directores como Silvio Caiozzi (La luna en el espejo, 1990), Gonzalo Justiniano ((Caluga o menta, 1990) o Ricardo Larraín (La frontera, 1991) enlazan "el nuevo cine chileno" con la generación actual.

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