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viernes, 29 de junio de 2018


     


                                                     
                      EL CINE Y LA PRIMAVERA DE PRAGA 

                                 NOVA VILNA. NUEVA OLA                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   



                
    En febrero del 48 los comunistas dieron el golpe de Praga y tomaron el poder. El Gobierno de Antonin Novotny, 1957-1968, debido a las grandes dificultades económicas se vio obligado a  concesiones, aprovechadas por los intelectuales y cineastas. Se había creado la Facultad de Cine y Televisión (FAMU), de la que salieron los profesionales de la nueva ola, y se fundó el Festival Internacional de Cine en Mariánské Láne, trasladado a Karlovy Vary, el festival de mayor importancia de los países comunistas, junto al de Moscú. La censura comunista obligó al talento de los cineastas checoslovacos a buscar alternativas: Karel Zeman alcanzó un prestigio internacional para la animación checoslovaca, Jiri Trnca renovó el cine de marionetas y Alfred Radock inventó con éxito el espectáculo de la Linterna Mágica, combinando cine, teatro y danza. A finales de los 50 se inició una leve apertura. Esta relativa libertad facilitó la aparición de la nueva ola del cine, que se convirtió en la conciencia nacional. En febrero de 1968 fue nombrado al frente del Gobierno, el reformista Aleksander Dubcek, miembro de la corriente favorable a un “socialismo de rostro humano”. Dubcek restableció el libre mercado, la libertad de expresión y la libertad de prensa, impulsoras de la “Primavera de Praga” o “revolución de terciopelo”, de breve duración, ya que en agosto Checoslovaquia fue invadida por las tropas soviéticas y las de sus socios del Pacto de Varsovia, exceptuando las de Rumania. Terminó la nueva ola, algunos directores tuvieron que exiliarse, a otros se les prohibió rodar y muchas películas fueron censuradas. Sin embargo, el “realismo socialista” ya no volvería al cine checoslovaco. Los directores pertenecían a la misma generación, alumnos de la escuela FAMU, autores de cortos y mediometrajes y todos críticos de la realidad. Ahí terminan las coincidencias, ya que la preocupación por la forma les hizo buscar un estilo propio a cada uno. Entre los más conocidos internacionalmente están Milos Forman, Jerzy Menzel, Jaromil Jires, Vera Chytilová, Jan Némec e Ivan Passer, aunque son muchos los autores destacados. La mayoría de estos directores rodaron sus primeros largometrajes en 1963, adquiriendo un reconocimiento internacional inmediatamente. <destacamos los más significativos, aunque muchos cuentan con películas significativas.


  
Al fuego bomberos

          
         Milos Forman trabajó como ayudante de dirección de Martin Fric, y había realizado dos mediometrajes creativos sobre bandas musicales, cuando dirige su primer largometraje, Pedro, el negro (1963) contando el primer día de trabajo de un joven de 17 años, Ptr (Ladislav Jakin), que vuelve a su casa con la sensación de inutilidad. Un “teenager”, que choca con la imagen oficialista. Posee un estilo directo, naturalidad dentro del realismo crítico y sentido irónico, presentes también en sus obras posteriores. De nuevo trata la vida de los jóvenes en Los amores de una rubia (1965). Andulla (Hanna Brejchová), una adolescente que vive en una pequeña localidad, a la que llega una banda juvenil, vive una noche de amor con uno de los músicos, Milda (Vladimir Pucholt), enamorándose del brillante músico. Milda ha tenido solo una aventura, mientras que para Andulla ha sido el amor de su vida. El baile de los bomberos, conocido también como ¡Al fuego, bomberos! (1967), impresionó a los checoslovacos y triunfó internacionalmente. El Comité de Baile de los Bomberos, en una pequeña localidad, prepara su fiesta anual, que tiene como acto central la entrega del Hacha de Oro a su Presidente de Honor, el antiguo jefe de los bomberos, ya retirado, Vrana (Vaclav Stokel). Han organizado una Tómbola, de la que, pese a la vigilancia, desaparecen todos los regalos. El concurso para elegir la Reina de la Belleza fracasa. Llega el aviso del incendiado de la casa del anciano Havelka (Josef Svelt) y unos bomberos, un poco bebidos van a apagar el fuego, sin que la fiesta se interrumpa. Tiene lugar la entrega a Vrana del trofeo, pero el estuche está vacío. La casa del anciano Havelka ha quedado destruida salvándose unas sillas, la mesa y una cama. Havelka siente frío y se acerca a calentarse con las brasas de la casa y luego se acerca a su cama ya ocupada por un hombre con el que tiene que compartirla.  El baile de los bomveros es una comedia de errores, y a la vez una dura crítica a la burocracia. Los personajes rebosan humanidad y sus actos   terminan siempre frustrados, con un estilo próximo al de Rafael Azcona. Un humor de situaciones y una ironía inteligente. Esta sátira del sistema comunista irritó a las autoridades, que acabada la Primavera de Praga dificultaron el trabajo de Forman, que decidió exiliarse a EEUU, aunque no olvidó a su país, “Llevo la huella de Checoslovaquia, donde padecí la terrible invasión nazi y la represión comunista, ha afirmado Milos Forman. Mis padres murieron en Auschwitz. Nunca me faltarán fuerzas para oponerme a la intolerancia”. En EEUU alcanzó notables éxitos, como Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) y Amadeus (1984).
 
                  
La broma

              Cambió la forma y el contenido del cine, Jaromil Jires, que alentó incluso una nueva estructura narrativa. Diplomado de la FAMU, realiza destacados cortos y documentales, como El salón de los Pasos Perdidos (1960). El presente, el pasado y el futuro están entrelazados en su primer largometraje, El grito (1963), definiendo el estilo de su obra. El día que espera a su primer hijo, el matrimonio formado por Ivana (Eva Lilianová) y Slavek (Josef Abrhan) recuerda, cada uno por su cuenta, sucesos de su vida. Combina documental, ficción y escenas tomadas con cámara oculta. “Todas las experiencias personales tienen relación con acontecimientos mundiales, hoy día”, indicó Jaromil Jires satisfecho del éxito internacional. Las novelas de Milan Kundera son difíciles de adaptar al lenguaje del cine por la abundancia de monólogos y cambios de tiempo y lugar. Jires consiguió una obra de arte adaptando La broma (1968). El protagonista, Ludvik (Josef Somr) tiene una novia, furibunda comunista en la etapa estalinista. Un día a Ludvik se le ocurre escribirle una postal en la que bromeando le dice, “El optimismo es el opio del pueblo. Viva Trotsky”. La chica lleva la postal al Partido, que abre un proceso a Ludvyk, a quien se expulsa de la Universidad y es condenado a siete años de trabajos forzados por trotskista. La película se inicia cuando Ludvyk es ya un científico de éxito, al que le asaltan los recuerdos de su juventud. Ludvyk, vive obsesionado y se le ocurre, como venganza, seducir a la esposa del que presidió su juicio. En esta ocasión la vida le gasta a él la broma, ya que el marido está separado. El único que siente lo ocurrido en el pasado y la opresión del sistema represor de la individualidad es Ludvyk.



Valerie y su semana de las maravillas


         La broma critica el totalitarismo y la injusticia comunista, desapareciendo de las pantallas de los cines checoslovacos tras la invasión soviética. Jires tuvo que cambar de temática, limitándose a experimentar con los hallazgos de lenguaje. Valerie y su semana de las maravillas (1970) es una prodigiosa adaptación de la novela modernista del poeta V´teszlav Neval. Une fantasía y terror, con imágenes delirantes y deliciosas. Describe el paso a la adolescencia de la niña Valerie (Jaroslava Schallerová), de catorce años, en un pequeño pueblo medieval rodeado de un bosque fascinante. Es el descubrimiento por Valerie de la sensualidad, narrado con humor y un toque erótico. El color consigue un ambiente irónico, subrayado por una música que revela el interés de Jires por el folclore y la danza popular. El éxito de esta película permitió a Jires continuar dirigiendo películas tras la invasión. “Es el cruce de la realidad, el sueño y la pelea juguetona entre humor y horror”, según Jires. Ocupada Checoslovaquia por los soviéticos destacan (Y saluden (o Mi amor) a las golondrinas (1972), basada en los diarios de una heroína de la resistencia en la II Guerra Mundial, participando en el Festival de Berlín con Incomplete ecipse (1982) y en El león de la melena blanca (1986) recrea al autor musical Leos Janácek.


      






De izq. a der.: Ivan Passer, Jaromil Jires, Hynek Bocan, Pavel Jurácek, Antonin Mása, Vera Chytilová, Jan Nemec, Evald Schorm, Milos Forman y Jiri Menzel.

     La apertura permitió a los checoslovacos volver a leer a Kafka, disfrutar con el teatro del absurdo y conocer a los nuevos escritores, Hrabal o Kundera. El dominio del lenguaje popular, el conocimiento de la vida cotidiana, unido a su sentido irónico y burlón convirtieron a Bohumil Hrabal en el compañero ideal de la nueva generación de cineastas. “Me encuentro bien en las tabernas, no me molesta el ruido, la cerveza proporciona riqueza al idioma y las conversaciones revelan el lado oculto de la política y de la sociedad”, dijo para definir su estilo Hrabal. Un libro de cuentos suyo fue adaptado al cine por cinco nuevos directores, fue una declaración de intenciones, Perlas en el fondo del agua (1963). Cinco episodios, iniciándose cada uno con conversaciones populares con el tono de Hrabal. Jiri Menzel dirige La muerte del Señor Baltazar, que transcurre en el mundo de las motos y del circuito de Brno. Menzel experimenta con el sonido de las motos, que en una ocasión convierte en un vals y en esta atmósfera de tecnología moderna tiene lugar la muerte por accidente de un motorista. Jan Nemec realiza Impostores, sobre las mentiras e ilusiones de dos ancianos, que cuentan un pasado más maravilloso que el que en realidad tuvieron. Ewald Schorm dirigió La casa de la alegría, el episodio más largo y el único que es completamente en color. Es una mirada irónica sobre un pintor excéntrico, su plástica y su desconcertante musa. Vera Chytilová es autora de Auto mundial, el más dinámico, con apariencia de thriller, en el que se mezclan un cadáver, borrachos que cantan en un bar y la fiesta de una boda que se desarrolla en un piso. Y Jaromil Jires en Romance cuenta una historia deliciosa de amor y prejuicios entre un checo y una gitana. Perlas en el fondo del agua fue la tarjeta de presentación del nuevo cine checoslovaco. Los personajes van y vienen, dándonos a conocer aspectos inéditos de la vida checoslovaca. Es una variante  neorrealista, al retratar personas corrientes, con elementos poéticos propios.



Trenes rigurosamente vigilados


     Dotado de una personalidad atractiva, Jiri Menzel, quiso ser actor por lo que intentó ingresar en la Escuela de Arte Dramático y pese a no ser admitido, empezó su carrera profesional como actor. Su primer largo, Trenes rigurosamente vigilados (1966), adaptación de una novela de Hrabal, fue un éxito. Un joven aprendiz de guardagujas en la estación de un pequeño pueblo, Milos Horma (Vaclav Neckar), cuando la Segunda Guerra Mundial, contempla el paso de los trenes cargados de tropas y material bélico de los alemanes, fuertemente vigilados. Hay conversaciones divertidas de Horma con sus compañeros y con personajes curiosos. Horma tiene tendencia a embellecerlo todo, por lo que admira a los oficiales de la Gestapo con sus relucientes uniformes. Con humor negro se muestran escenas cotidianas, en las que la guerra es solo una referencia en las conversaciones, irrumpiendo el atentado final. Original y aclamada en los Festivales de cine, ganó el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa.  La novela de Bohumil Hrabal se inicia con la descripción de la familia de Milos Horma. No quise eliminar esta parte que es importante. Por eso comienza la película con un monólogo de Milos que presenta a su familia”, comenta Menzel sobre la adaptación de la novela. Menzel se interesó por una novela modernista de Vadislav Vancura, Verano caprichoso (1968). En un plácido ambiente veraniego, Antonin (Rudolf Husinský) y su esposa Caterina (Mila Muslíkova) están pasando el día, junto al río en Karlovy Vary al otro lado del río acampan unos cómicos, llegados en un carromato. La película es una estampa de la alegría vital y del deseo sexual. Evoca el mundo difícil del circo, uniendo la pobreza y la magia. Los personajes grotescos y los diálogos cotidianos de Hrabal son sustituidos por el estilo poético de Vankura, que fue denominado “poetismo”, acompañado por la actitud irónica con que contempla la realidad Menzel. “Contemplados desde un determinado ángulo, todos los humanos provocamos la risa”, observó Menzel para quien la comedia es el género más importante.


Alondras en el alambre


        
             En los 50 dio comienzo el “periodo de rectificación” con el fin de depurar a los “elementos burgueses”. Se les detenía, si no se entregaban espontáneamente, en cualquier caso, se les condenaba a trabajos forzosos y sus bienes eran confiscados. Este tema es tratado por Menzel en  Alondras en el alambre (1969), basada de nuevo en una novela de Bohumil Hrabal, que estuvo condenado a trabajos forzados en el complejo industrial que aparece en la película. En los títulos de crédito leemos una irónica advertencia: “Tras el triunfante febrero de 1948, la clase obrera tomó el poder para ser la guía del Estado’. Las clases restantes fueron sometidas a un proceso para que compensasen con el trabajo sus orígenes burgueses”. A continuación, aparecen los conocidos coches negros de la policía secreta que detienen a un profesor de filosofía, a un lechero y a un judío, que son trasladados a una fundición en Kladno, narrando la absurda situación de los prisioneros con ironía. En una zona cercana hay un grupo de mujeres, que han sido condenadas por haber tratado de salir de Checoslovaquia a Europa occidental, estableciéndose relación entre los dos grupos de condenados. El discurso vacío y el carácter dogmático del comunismo se ponen de relieve en las consignas de los comisarios políticos. Alondras en el alambre no tiene amargura, Menzel la impregna de lirismo, describiendo sentimientos de solidaridad. Posee unos diálogos divertidos y muchos detalles humanos, así cuando se cruzan los dos grupos de prisioneros intentan que se rocen los dedos de sus manos. El humor resuelve situaciones terribles, como la visita de unos niños, aleccionados con consignas por una Comisaría, interrumpida por la Televisión de Corea del Norte o la del guardia Ángel intentando salvar un cuadro con el ángel de la guarda, porque lleva su nombre. La película estuvo prohibida durante veinte años y en 1990 se proyectó en el Festival de Cine de Berlín, ganando el Oso de Oro.  Menzel no volvió a trabajar hasta 1974 y a partir de 1980 pudo volver a adaptar novelas de Bohumil Hrabal, como La fiesta de las campanillas verdes (1984) o Yo serví al Rey de Inglaterra (2006).


Las margaritas



             
Leyenda y clave del nuevo cine, Vera Chytilová es la única directora de esta ola. Estudiante de arquitectura y filosofía, había trabajado en un laboratorio fotográfico y en los Estudios de cine Barrandov y diplomada en la FAMU, destacó como feminista. Utilizó en sus inicios el tono del “cinéma verité”, el surrealismo y el lenguaje de vanguardia, un montaje rápido y la luz y el color como medios expresivos. Es notable su trabajo de graduación, El techo (1961) que tiene como protagonista a una bella mujer, Marta (Marta Kanowská), una modelo contrariada por la superficialidad de su vida. “Normalmente afirmamos que tenemos un techo y que nuestras facultades son limitadas, lo que normalmente es una excusa para esconder nuestra incompetencia”, asegura Chytilová. Criticada por las autoridades comunistas al pensar que ofrecía una mala imagen de la mujer checoslovaca, fue tolerada por los premios en los Festivales de Helsinki y Oberhausen. A continuación, realiza otro mediometraje, Bolsa de pulgas (1962), con la técnica del film encuesta y del documental "verité", para narrar la vida de unas muchachas en su trabajo en una fábrica textil y en el internado en que viven. Fue recompensada con un Premio en el Festival de cine documental de Venecia. Este ciclo dedicado a la mujer mitad documental y mitad ficción, concluye con Algo diferente (1963), contraposición de la vida de una atleta, gimnasta, Eva Bosáková. obsesionada por el triunfo y una ama de casa, Uzelacová, con un hogar seguro, al que está dedicada. Las oportunidades de salir de sus mundos cerrados fracasan. Sus siguientes películas tienen ambición formal, aunque en el fondo busca la verdad. Las margaritas (1966) refleja a la juventud de vida parasitaria y enloquecida, con imágenes pop y sicodélicas. Dos jóvenes, María I (Jika Cerhova) y María II (Ivana Karvanova) deciden dedicar su vida a divertirse y mantienen conductas depravadas, insolentes, e inconformistas. En una sucesión de escenas dinámicas: ridiculizan a los viejos, roban a una pobre mujer, se exhiben desnudas, se burlan de sus amantes y se interrogan sobre la razón de vivir. Llena de fantasía, riqueza visual y cromática, fotografiada por Jaroslav Kucera y  un guión innovador de Ester Krumbachová. La película inició con el Gran Premio de Bérgamo una carrera triunfal.“He realizado un ejercicio caligráfico, intentando encontrar los límites expresivos del cine”, declaró Vera Chytilová tras una reunión en Nueva York con Andy Warhol. 




Una alegoría experimental sobre Adán y Eva y los efectos de la caída en el mundo terrenal, provocada por el conocimiento de la verdad, es Frutos prohibidos del Paraíso (1969) sobre una idea de Ester Krumbachová. La aportación de Krumbachová es notable en los títulos de crédito, que duran casi quince minutos y en el sugerente vestuario. Los créditos resumen el tema y tienen brillantez inusitada al mostrar a Adán y Eva desnudos en el Paraíso, cubierta la imagen por una exuberante flora y hojas amarillas, ocres y rojas, un árbol con los frutos del conocimiento y una estilizada serpiente enroscada. La banda sonora contiene música barroca, cantos corales y percusión, con la canción “Dime la verdad”. El director de fotografía, Jaroslav Kucera, utiliza el color como un pintor vanguardista de Nueva York, emplea angulares, distorsiones o aceleraciones de las imágenes, movimientos de cámara originales, todo para facilitar la búsqueda experimental de Chytilová. La expulsión del Paraíso y la caída en la Tierra, la conocemos por la aparición de Eva (Jika Novákova) y Josef (Karl Novak) en un banco de un balneario. Aparece el diablo Robert (Jan Schmid) con escenas divertidas y desconcertantes, mientras Eva intenta su vuelta al Paraíso. Un sector del partido comunista ya había solicitado la prohibición de Las margaritas por “escandalosa y perjudicar la imagen nacional”. Tras la invasión soviética, Chytilová no volvió a rodar hasta que el Presidente del Gobierno, Husak, aceptó la petición de los directores de cine. Transcurridos seis años dirigió El juego de la manzana (1976) un divertimento de enredo, más ortodoxo, pero con secuencias maravillosas. Siguió rodando largometrajes hasta 2006, no habiendo querido nunca abandonar su país, pese a las dificultades.


Diamantes en la noche

         
    Interesado por el holocausto y la literatura de Arnolst Lustig, Jan Némec realiza Diamantes en la noche (1964). Se había diplomado en la FAMU y apuesta por un cine claramente comprometido y de vanguardia. Está protagonizada por dos niños judíos, que en un traslado a otro campo de concentración logran escaparse. Recorren perdidos un bosque, piden comida y sortean las dificultades de la huida, hasta ser capturad0s y juzgados. Condenados a muerte, Némec ofrece dos finales, para que el espectador elija si son ejecutados los dos niños o no. La estructura narrativa alterna presente y pasado y la fantasía de los niños con el realismo de los acontecimientos. Hay alucinaciones y detalles en primer plano, similares al surrealismo de Buñuel,  con los de las hormigas, la gota de sangre en los labios o  los pies doloridos por las deterioradas botas. Si se vive en una sociedad sin libertad, la obligación de todos es combatir los obstáculos para ser libres por todos los medios a su disposición”, dijo Némec.



La fiesta y los invitados


         El siguiente trabajo fue la adaptación de una novela de Ester Krumbachová, con la que mantenía una relación personal, que terminó en boda para que las autoridades no les quitasen el piso. Se trata de La  fiesta y los invitados (1966), que se inicia con un grupo de invitados interrogados en el rincón de un jardín por unos matones. Aparece el anfitrión (Ivan Vyscocil), que suaviza la escena sin condenar los hechos. Los invitados son de clase media alta y se muestran complacientes, aceptando los sitios asignados o quien debe pronunciar un discurso, solo un invitado (interpretado por el director Evald Schorm) y su esposa se marchan, abandonando la fiesta. Todos están de acuerdo en hacerlos regresar, por lo que salen en su búsqueda los matones acompañados por un perro feroz, cuyo aullido final simboliza el terror de la época.   Las autoridades no tuvieron dudas: los invitados, representaban a la sociedad, acusada de conformismo; el anfitrión tenía un parecido con Lenin, en realidad accidental, su familia simbolizaba al Gobierno y los matones la policía secreta.  Tras ser visionada por el Presidente Novotní,  se “”prohibió para siempre”. Se la compara a El ángel exterminador de Buñuel, aunque realmente Némec no había visto esta película. Mas claras pueden ser las influencias de Eugène Ionesco o Samuel Beckett y del teatro del absurdo. Némec se apresuró a rodar una nueva película, antes de que se tomasen medidas en su contra. Eligió un tema apolítico, Mártires del amor (1966), un film poético, una comedia formada por tres episodios, que rinde homenaje a Mark Sennett, Buster Keaton, Chaplin, Renoir, François Truffaut y Federico Fellini. Némec opina que “es una película para cinéfilos”. Es una fábula universal, atractiva y divertida, en la que la música popular de los 60 juega un papel expresivo importante.Tuvo que realizar cortometrajes fuera del sistema de ayudas y se exilió en Alemania y países nórdicos, donde se dedicó a trabajar en vídeo, principalmente haciendo reportajes de bodas. Derrotado el comunismo volvió en 1989 a Praga reanudando la realización de películas, entre las que se encuentra Charlas nocturnas con madre (2000), ganadora del Oso de Oro en Berlín.          


       
     Tras la invasión, los directores checoslovacos aprovecharon el Festival de Cine de Venecia para leer una Carta de protesta por la invasión, pidiendo ayuda. La carta fue leída el 24 de agosto de 1968 por Ivan Passer y Jirí Krejcik: “Vivimos los momentos más difíciles de nuestra vida. Todavía hace algunos días, podíamos dormir por la noche como hombres libres, satisfechos de nuestra existencia y soñando con un destino mejor para la humanidad. Nos ha despertado la ocupación armada. Hemos sido invadidos por soldados de naciones cuyos Gobiernos nos habían asegurado hasta el último momento su amistad. La Carta es extensa, dura y está firmada por Frantisek Vlácil, Karel Kachyna, Ladislav Helge, Jirí Menzel, Vojtiech Jasný, Jaromil Jires, Pavel Jurácek, Jan Kadár, Elmer Klos, Jan Procházka y Evald Schorm. Las autoridades nombradas en Checoslovaquia terminaron con la Nueva Ola, prohibiendo la exhibición de películas ya rodadas, archivando los proyectos e impidiendo el trabajo durante varios años de los directores más representativos, que decidieron permanecer en Checoslovaquia.






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