LA PIEDRA ANGULAR DE LA INDUSTRIA DEL CINE
Control de taquilla y ayudas automáticas
Los ingresos por taquilla tienen carácter colectivo
El exhibidor propietario de una o varias salas de cine no puede hacer con los ingresos por ventas de entradas lo que desee. Debe retener su parte, que se pacta previamente, y el resto debe ser repartido en las proporciones establecidas entre distribuidores, productores, los autores y Hacienda. Estos ingresos de una película, con sus descargas de Internet en España, sirven para que la Administración conceda las ayudas automáticas al cine, como ocurre también en Francia, Alemania, Italia, Austria o Bélgica. Este reparto y la concesión de ayudas automáticas requieren un perfecto funcionamiento de un control de taquilla, al que muchos autores consideran la clave del arco de la industria cinematográfica. Este control puede ser realizado por el Estado, como en Francia y España, la Sociedad Italiana de Autores (SIAE) en Italia o Agrupaciones de distribuidores en el caso de Bélgica o Suiza.
Los ingresos de taquilla tienen, por lo tanto, un carácter colectivo y es preciso que las distintas partes actúen con lealtad entre sí. Tradicionalmente un numeroso grupo de exhibidores ha sido hostil a cualquier sistema de control, ya que entre ellos ha existido la tendencia a disimular parte de los ingresos. Al generalizarse las ayudas automáticas los Estados que las otorgaban crearon unos servicios de control de taquilla estrictos. En España las ayudas automáticas se iniciaron en 1964, y están actualmente en vigor, aunque han conocido distintas variantes. El control de taquilla comenzó a funcionar en España en 1965 en el ICAA, que continua teniendo esta responsabilidad, colaborando la Sociedad General de Autores hasta que en 1998 el ICAA asumió todo el control, informatizando el sistema. Otra de las ventajas imprescindibles que aporta el control de taquilla es el disponer de unos datos que permiten unas estadísticas rigurosas de aspectos económicos y sociales, como la densidad de pantallas, la frecuentación, los gustos de los espectadores o el gasto por persona. Datos y estadísticas que dan dinamismo y empuje a esta industria y que en España, como instrumento básico de las ayudas automáticas ha impulsado películas de calidad con notable éxito de público.
El correcto funcionamiento de un control de taquilla se basa en la adecuada organización y unos medios suficientes, hoy día basados en la informática, y reposa sobre unas entradas con los datos precisos del título de la película, sesión, fecha, precio, sala, y en las declaraciones de los exhibidores al centro de control, realizándose actualmente utilizando la informática. El tercer elemento imprescindible es la inspección que actúa visitando las salas de cine. Puede actuar de incógnito o darse a conocer, en cuyo caso el exhibidor debe poner a su disposición las entradas y la contabilidad. Los Institutos de cine como el CNC en Francia o el ICAA pueden sancionar las infracciones administrativas, que es suficiente para evitar falseamientos en las declaraciones. Esto sin perjuicio de que en casos como la apropiación indebida se pase a la jurisdicción penal.
Hasta hace pocos años los fraudes más habituales eran el incumplimiento de la cuota de pantalla, cuando estaba en vigor en la práctica, y en ciertos casos declarar menos espectadores que los reales para no repartir todos los ingresos con las otras partes. Curiosamente estos últimos años se ha dado en algunos casos la costumbre de declarar más espectadores de los reales para que el productor pueda justificar en el ICAA el número de espectadores mínimo para acceder a las subvenciones automáticas. Esta práctica indica que en este periodo no ha funcionado bien el control de o se ha hecho caso omiso de los informes de los inspectores. Nadie puede alegar desconocimiento del fraude de las subvenciones, El País publicó a toda página la denuncia de Dolores Payás en 2010 (1) y las de Xavier Cafal en 2011 (2) al ICAA (2), entre otras denuncias. Y en cualquier caso, si los rendimientos medios de una película en salas ha descendido, debiera haberse rebajado el número de espectadores requerido, para no empujar a algunos productores a esta práctica de la compra de entradas, que podrían considerar incluso tolerada. Conocí un productor que compraba las entradas, pero las regalaba por la Gran Vía y llenaba la sala. Los espectadores exigidos existían, por lo que es un caso de picaresca y no de fraude.
En cualquier caso es sencillo tomar las medidas que garanticen el indiscutible funcionamiento del control de taquilla, la continuidad de las ayudas automáticas que tan buenos resultados han dado en España, como en los países que tienen este modelo, y podamos seguir disfrutando de un buen cine español.
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El correcto funcionamiento de un control de taquilla se basa en la adecuada organización y unos medios suficientes, hoy día basados en la informática, y reposa sobre unas entradas con los datos precisos del título de la película, sesión, fecha, precio, sala, y en las declaraciones de los exhibidores al centro de control, realizándose actualmente utilizando la informática. El tercer elemento imprescindible es la inspección que actúa visitando las salas de cine. Puede actuar de incógnito o darse a conocer, en cuyo caso el exhibidor debe poner a su disposición las entradas y la contabilidad. Los Institutos de cine como el CNC en Francia o el ICAA pueden sancionar las infracciones administrativas, que es suficiente para evitar falseamientos en las declaraciones. Esto sin perjuicio de que en casos como la apropiación indebida se pase a la jurisdicción penal.
Hasta hace pocos años los fraudes más habituales eran el incumplimiento de la cuota de pantalla, cuando estaba en vigor en la práctica, y en ciertos casos declarar menos espectadores que los reales para no repartir todos los ingresos con las otras partes. Curiosamente estos últimos años se ha dado en algunos casos la costumbre de declarar más espectadores de los reales para que el productor pueda justificar en el ICAA el número de espectadores mínimo para acceder a las subvenciones automáticas. Esta práctica indica que en este periodo no ha funcionado bien el control de o se ha hecho caso omiso de los informes de los inspectores. Nadie puede alegar desconocimiento del fraude de las subvenciones, El País publicó a toda página la denuncia de Dolores Payás en 2010 (1) y las de Xavier Cafal en 2011 (2) al ICAA (2), entre otras denuncias. Y en cualquier caso, si los rendimientos medios de una película en salas ha descendido, debiera haberse rebajado el número de espectadores requerido, para no empujar a algunos productores a esta práctica de la compra de entradas, que podrían considerar incluso tolerada. Conocí un productor que compraba las entradas, pero las regalaba por la Gran Vía y llenaba la sala. Los espectadores exigidos existían, por lo que es un caso de picaresca y no de fraude.
En cualquier caso es sencillo tomar las medidas que garanticen el indiscutible funcionamiento del control de taquilla, la continuidad de las ayudas automáticas que tan buenos resultados han dado en España, como en los países que tienen este modelo, y podamos seguir disfrutando de un buen cine español.
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