Sanjinés dirige a continuación La sangre del cóndor (1969),
protagonizada por dos grupos: los Cuerpos de Paz yanquis y los indígenas. Vemos
a un científico en California hablar sobre la inferioridad de los indígenas,
animales que hay que erradicar. Llegan los Cuerpos de Paz a Bolivia con la
misión de esterilizar a las mujeres indias. Los sabios indígenas leen en la
hoja de coca, su viejo sistema de predicción, que los Cuerpos de Paz traen la
muerte al vientre de sus mujeres. Se sublevan y sorprenden a los
norteamericanos con la intención de castrarlos. Las imágenes de los
indígenas empuñando rifles en alto son un símbolo de la lucha contra el
imperialismo. Yawar
mallku es cine de grupos, abundan los planos secuencias y se subraya
mediante planos generales y medios los grupos, evitando los primeros planos que
aislarían a los personajes. Esta construcción permite la reflexión, aunque
implica cierta lentitud en la
acción. La fotografía y encuadres
poseen notable belleza. Sanjinés llevó adelante el proyecto de El
coraje de un pueblo (1971), relato de la masacre que el 24 de junio,
la noche de San Juan, llevó a cabo el Gobierno del General Barrientos sobre un
movimiento sindical. Las fuerzas represoras aplastaron las protestas con la
excusa de que estaban vinculadas a la guerrilla del Che Guevara, entonces en
tierras bolivianas. Inicia la película con un fotomontaje de varias represiones
anteriores a los trabajadores, y a continuación aparecen personajes reales que
sufrieron la represión, alternando con ellos la ficción de los hechos,
alcanzando un estilo dialéctico de gran eficacia.
Antonio Eguino alcanzó un notable éxito con Chiquiago (1978), nombre
original de La Paz, que significa la ciudad del río de oro. Forma parte de la
serie de películas que captan la vida de una ciudad. Eguino estructura la
película en cuatro relatos, que no guardan relación entre sí. En cada uno de
ellos el protagonista vive en uno de los cuatro barrios de La
Paz. En la zona alta viven los más
pobres, normalmente campesinos, emigrados a la ciudad, que aun mantienen
vínculos con el campo. Descendiendo, en el plano siguiente habita una población
marginal, originariamente campesina, pero ya convertida en lumpen. En el
casco histórico y alrededores vive la clase media y en la parte baja, donde la
ciudad se abre al río, están las elegantes mansiones de la clase rica y
poderosa. Bien contada, tiene un tono emotivo, debido a la verdadera
protagonista, la ciudad.
Brasil
|
Dios y el Diablo en la Tierra del Sol |
O
Cangaçeiro (1953) triunfó en el Festival de Cannes de 1954, tuvo un
gran éxito de público y lanzó a su director Lima Barreto. Es la
historia de un bandolero del nordeste del país, contada como un western, y
posee una notable música, inspirada en temas populares, que contribuye al
significado de la película, sin limitarse a música de fondo. el cine brasileño cambia
con Rio
40 graus (1961) de Nelson
Pereira dos Santos. Próxima al “cinéma verité” observa a los chiquillos que
venden cacahuetes en Copacabana, a la gente que sube al Pan de Azúcar o el
espectáculo vital de un partido de fútbol. Pereira dos Santos marca el
estilo del cinema növo con una verdad cruel en Vidas
secas (1963), rodada en el Nordeste, sobre una familia, que por la
sequía debe abandonar su tierra y emigrar. Una nueva sequía les obliga a
emigrar de nuevo. Roberto
Farias inicia con un cine
realista en Ciudad
amenazada (1959), de estilo policial. Nacía el cinema
novo. La consolidación del cinema nôvo es obra
principalmente de Glauber Rocha con Dios y el Diablo
en la Tierra del Sol (1964), con imágenes volcánicas, llenas de fuerza
en las que está el espíritu tradicional de Brasil. Los auténticos protagonistas
son los pobres, que deben elegir entre el refugio religioso con el bendito
Sebastiao o la protección del criminal Corisco, el último “cangaçeiro” al que
persigue Antonio das Mortes. Tiene planos violentos, diálogos subversivos y una
música inspirada en la tradición, creando un poderoso y nuevo lenguaje. Rocha
dirigió un nuevo film, tres años más tarde, Tierra
en trance (1967), ferozmente subversiva. Es una crítica al Brasil
surgido tras el golpe militar.
Joaquim Pedro de Andrade impulsó la
realización de un largometraje de cinco episodios, uno de ellos dirigido por él
y los otros por Leon Hirszman, Carlos Diegues, Miguel
Borges y Marcos Farias, titulado Cinco vezes
favela (1962), que se convirtió en la carta de presentación del cinema
nôvo. Hirszman triunfó con su primer largometraje, La
fallecida (1964). Una mujer casada tiene un amante y un día una
vecina les descubre por la calle, surgiendo en la mujer un sentimiento de culpa
que le lleva a la
muerte. Hirszman tiene un humor
sutil, un notable interés por los sentimientos femeninos y un deseo de mostrar
Río de Janeiro. Carlos Diegues dirige Ganga
Zumba (1963), protagonizada por un esclavo fugitivo que funda una comunidad
de esclavos libres, que se rigen por sus propias leyes. Joaquín Pedro de
Andrade realiza El
padre y la muchacha (1966) en la que un joven sacerdote llega a una pequeña
ciudad de Minas Gerais y altera la vida de la sociedad conservadora. La
denuncia del sistema político es desarrollada en Os
herdeiros (1969) por Carlos Diegues, sobre la memoria histórica
reciente de la etapa de dictadura de Getulio Vargas. Ruy Guerra dirigió Los
cafajestes (1962), en la que describe el ambiente de Río de
Janeiro y Copacabana, mostrando los bajos fondos, al seguir a dos malhechores.
Es autor de una película mítica del cinema novo, Los
fusiles (1964), relatando el envío de un regimiento al Nordeste de
Brasil para acabar con la revuelta de los pobres hambrientos que asaltaban tiendas
y almacenes. Más tarde Ruy Guerra plantea las luchas por el control del
mercado del cacao, en los años 30 al sur de Bahía en Los
dioses y los muertos (1971).
Pereira
dos Santos tuvo una etapa dedicada al canibalismo de algunas tribus. En Como
era gostoso o meu frances (1971), situado en el período de la invasión
francesa, narra centrado en la tribu de los Tupinambás, sus hábitos y
como devoran a un francés para celebrar su victoria frente a sus enemigos los
Tupiniquins. Basándose en una obra de Augusto Lima Barreto, tuvo su
mayor triunfo Joaquím Pedro de Andrade con una película de evidentes tintes
surrealista, Macunaima (1969),
en la que parodia y caricaturiza defectos del pueblo brasileño y condena la
violencia y el racismo. Rocha afirma que tiene un fondo nacionalista y el deseo
de devolver el prestigio al cine brasileño. Es también autor de una divertida
comedia situada en la
provinciana Cuririba, Domicilio
conjugal (1974), protagonizada por un abogado que siente atractivo
erótico por ciertas prendas de vestir femeninas, una pareja de ancianos con una
vida llena de d
Aldo
Francia es autor de dos interesantes largometrajes de inspiración
neorrealista. Valparaíso, mi amor (1969) se basa en hechos
reales y tiene un aire documental. Aldo Francia presenta a Marco, un matarife,
despedido de su trabajo, y a su mujer que trabaja como lavandera, para mantener
a los hijos. Marco busca empleo sin éxito, y un día encuentra una vaca en el
campo a la que mata y va vendiendo en porciones su carne, con lo que respira
económicamente, pero es descubierto, volviendo las penalidades a su hogar.Su
siguiente película, Ya
no basta con rezar (1972), narra la toma de conciencia social de un
sacerdote. Rodada como un documental se presenta a dos sacerdotes. Miguel
Littín se inspira en la crónica de sucesos para realizar El
chacal de Nahueltoro, basada en un hecho ocurrido en 1960. José
del Carmen Valenzuela Torres era un campesino, trabajador temporero, que iba de
un lugar a otro, buscando trabajo; analfabeto y alcohólico, vivía en
Nahueltoro, con una campesina viuda, madre de cinco hijos, en el campo. Una
noche, borracho, mata a la mujer y a sus hijos. Littín elige un estilo próximo
al neorrealismo, rodando en el lugar del crimen, en la cárcel y en los locales
en que transcurrió el juicio. La narración utiliza el presente y el pasado,
para conocer la vida del campesino y la mujer antes del crimen. Es una
dura reflexión sobre el analfabetismo en las clases bajas y sobre las
condiciones laborales y sociales.
Caliche
sangriento de Helvio Soto es un episodio vivido por
un grupo de soldados chilenos, perdidos en el desierto durante la Guerra del
Pacífico, 1873-1883, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia. Tiene el acierto
de haber sido rodada en el desierto de Atacama, con una escenografía desnuda y
una luz especial captada por Silvio Caiozzi, que volvía de EEUU de estudiar el
uso de la cámara y del color y que más tarde debutó como director con Julio
empieza en julio (1978). Caliche sangriento es un reflejo fiel
de la inutilidad de la guerra. Tres tristes tigres dirigida
por Raúl Ruiz, adapta la obra teatral de Alejandro Sieveking. Las
escenas transcurren en típicos bares y en las calles de Santiago, reflejando el
carácter chileno y su gusto por la discusión, la ceremonia, la ironía y la
violencia contenida frente a los abusos políticos y sociales. Un
arquitecto, Álvaro Covacevich es autor de gran documental
es La
odisea de los Andes (1976), que realiza impresionado por el accidente del
avión que volaba de Montevideo a Santiago, que se estrelló en el corazón de los
Andes el 13 de octubre de 1972. Viajaban cuarenta pasajeros y cinco
tripulantes, salvándose dieciséis pasajeros. En el avión venía un equipo
uruguayo a jugar un partido de rugby, por lo que el accidente conmocionó a
Uruguay. Los supervivientes vieron pasar los días sin que les rescatasen, ya
que les consideraban desaparecidos. Dos de aquellos jóvenes decidieron ir en
busca de ayuda y descendieron desde los 4000
metros del Tinguirica, atravesando
a pie las cumbres y los ventisqueros de los Andes, con el fin de avisar que
quedaban otros catorce supervivientes junto a los restos del avión.
Esperaron durante 71 días, recurriendo para sobrevivir a la
antropofagia. Covacevich rodó en los
lugares del accidente
Colombia
|
Aquileo venganza |
José María
Arzuaga, dirigió Raíces
de piedra (1961), sobre la dura situación de los chircaleros, trabajadores
de las fábricas de ladrillos, al sur de Bogotá, y en Pasado
meridiano (1965-1966). narra las desventuras
de un auxiliar
de una agencia publicitaria, que intenta llegar a tiempo a los funerales de su
madre. La fórmula de la coproducción. con Venezuela y con México
funcionó. y también se coprodujo con España y Cuba. El mejicano Julio
Luzardo y el colombiano Alberto Mejía pudieron
dirigir la película Tres cuentos colombianos (1962), formada
por tres episodios. Tiempo de sequía dirigido por Luzardo
muestra la extrema pobreza que obliga a una familia a comerse su perro. La
sarda, también de Luzardo, sobre un pescador manco y su hijo que se
ven obligados por su patrón a pescar con dinamita, frente a la comunidad de
pescadores negros que pescan con red. Alberto Mejía en el episodio El
zorrero, describe a lo largo de un día, los ambientes característicos y los
personajes que habitan Bogotá, siguiendo al zorrero, persona
que con un carruaje tirado por un caballo deambula por la ciudad. Entre
las primeras está Tierra
amarga (1963), en la que el cubano Roberto
Ochoa narra la entrevista de una periodista norteamericana a un minero
negro, en Quibobó. La adaptación de la novela de Jaime Ibáñez, Cada
voz tiene su angustia (1965) dirigida por el mexicano Julio
Bracho, película de contenido social y melodramático, transcurre en Soacha,
un pueblo de los Andes, en el que se descubren el cadáver de un cojo en la
caseta incendiada en que vivía y el de un joven en un despeñadero. Aparece el
padre del joven como sospechoso y conocemos el mundo cerrado de esta región
andina. El mejicano René
Cardona Jr. rodó con frecuencia en Colombia y obtuvo un notable éxito con la
película El detective genial (1965), comedia
brillante en la que destaca la interpretación.
Ciro
Durán en una coproducción entre Venezuela y Colombia utiliza el modelo
del western, Aquileo venganza (1968). A principios del siglo
XX, tras la Guerra de los Mil Días, en la
que Colombia perdió Panamá, los
bandoleros, a sueldo de los terratenientes y caciques, asesinaban a pequeños
propietarios de tierras para arrebatárselas. Una de estas bandas asesina a toda
una familia, salvándose solo Aquileo, quien jura venganza, que narra la
película. Más tarde, Ciro Durán
realiza uno de los documentales de mayor repercusión, Gamín (1977),
sobre la vida de los “gamines”, niños que viven agrupados en Bogotá y que para
subsistir cometen diversas fechorías, como robar radiocasetes de los coches.
Ciro Durán aprovecha para mostrar la terrible pobreza de este ambiente.
El mejicano René
Cardona Jr. rodó con frecuencia en Colombia y obtuvo un notable éxito con la
película El detective
genial (1965), comedia brillante en la que destaca la
interpretación.
Francisco
Norden, formado en el IHDEC de Paris, sobre temas colombianos, quien más
adelante dirigió Camilo,
el cura guerrillero (1974), el revolucionario de más prestigio, a
continuación del Che Guevara. Marta
Rodrigues con Los
chircales, (1967), sobre las deplorables condiciones del
sector del ladrillo, y Alberto
Mejía con Bolívar
¿dónde estás que no te veo? (1968) sobre
la necesaria liberación de un Bolívar momificado y guardado entre banderas por
los militares, protagonizan esta corriente, junto a Carlos
Álvarez, autor de Asalto (1967), que
trata la represión militar en la Universidad. Jorge
Pinto, rupturista, de la “generación llamada de los maestros”, busca temas
más sencillos en Calle
real, evocando el Bogotá de principios de siglo. Y el año anterior, 1968; Luís
Ernesto Arocha, maestro de los 8
milímetros, dirige Los
placeres públicos, procesiones, desfiles y carnavales. José
María Arzuaga cuenta con todos los jóvenes valores para su tercer
proyecto El
cruce (1969),
rodado en 16 milímetros, interesante, ‘pero inconcluso documental sobre la
muerte de un “gamín” en una esquina.
Cuba
Los clásicos del cine sonoro comienzan con Casta de roble (1954) de Manolo Alonso. Tras la Revolución, Las
doce sillas (1962) de Tomás Gutierrez Alea, que intentó
despegarse del neorrealismo apoyado en la comedia norteamericana, anunciando la
búsqueda de un estilo y alcanzando gran éxito de público. Un lenguaje innovador
vemos en David (1966)
de Enrique Pineda Barnet, que funde ficción y documental tratado como ficción
para relatar la vida de Frank Pais, un valioso joven de 22 años, comunista,
asesinado. Tuvo una aceptación menor. Dos de las obras claves de este
nuevo cine cubano: Las
aventuras de Juan Quin Quin (1967) de Julio
García Espinosa, con dos personajes protagonistas, un aventurero y un fiel
amigo, cuenta la acción de la guerrilla y en paralelo un mundo de
aventuras. Tuvo un gran éxito de público por su temática, reflejo de la
realidad y ser divertida. Y Lucía (1968) de
Humberto Solás, que había obtenido un éxito de público con Manuela (1966), una mujer
corriente que se incorpora a la guerrilla realizada con extraordinaria
sensibilidad y hallazgos expresivos. Solás vuelve a demostrar su talento
en Lucía con el tema de la mujer en
Cuba con tres ejes, la mujer, la sociedad y el amor. La experimentación
narrativa está al servicio del argumento.
Y el realizador más notable, Tomás Gutiérrez Alea obtiene
un gran éxito coen La muerte de un burócrata (1966) crítica
dura y entretenida de la burocracia que había creado el régimen, hecha desde
una posición socialista. Avanza en la experimentación, bien recibida por el
público, en Memorias del subdesarrollo (1968), donde combina
el rodaje de imágenes, con reportajes, noticias o carteles, situando la trama
tras la invasión fracasada de bahía Cochinos y la crisis de los misiles y sus
efectos en la sociedad cubana. Gutiérrez Alea consigue un nuevo (éxito
con La última cena (1976) que descubre el trasfondo de
la explotación de esclavos por aquellos patricios cubanos que tenían fama
de ser muy humanos, sobre todo en comparación con los ricos explotadores
de países vecinos.
La actitud de los nuevos directores
cubanos dio unas décadas de buen cine y dejaron una impronta en el siguiente
cine. Pero la preocupación revolucionaria y la inquietud social se fue
amortiguando y fue necesario cambiar la temática. Los aciertos en la comedia de
Gutiérrez Alea con la comedia abrieron paso a varios directores que cultivaron
con acierto este género. Gerardo Chijona en Se permuta (1983),
divertida crítica de una madre que cambia de barrio queriendo que su hija
mejore de posición social y Rolando Díaz con Los pájaros tirando a la
escopeta (1984), dos enamorados deciden conocer a sus respectivas
familias, ambas muestran una forma más festiva de tratar los problemas.
México
|
En un lugar sin límites |
La
cinematografía mexicana vivió un período de auge desde finales de los 30 hasta
1960. Tenía calidad y diversidad. En España la adolescencia de mi generación
transcurrió admirando la belleza y la condición de gran señora de Dolores del
Río en Flor silvestre (1942) o María Candelaria (1943) y el aire de mujer fatal de
María Félix en Enamorada (1946)
o Río escondido (1947) de Emilio Fernández o en La diosa arrodillada (1948) de Roberto Gavaldón. El paisaje de México, en las películas
de Emilio Fernández, fotografiado por Gabriel Figueroa, nos parecía más
auténtico que el real, como en Pueblerina (1948), quizás su mejor película,
interpretada por Columba Domínguez. Fue un cine de géneros. El cine
de humor contaba con un “pelao”, Mario Moreno “Cantinflas” y el de un blando
caballero con aires de señor, Germán Valdés “Tin Tan”. El buen cine fantástico
ofrecía Muñecos
infernales (1960) de
Benito Alazraki o El
vampiro (1957) de Fernando
Méndez, también con dosis de humor, como las del Santo, bajo cuya máscara
estaba el actor Rodolfo Guzmán Huerta, en Santo contra el hacha diabólica (1965)
de Jesús Díaz Morales. En este género fantástico hay que incluir a Macario (1959) de Roberto Gavaldon sobre
un campesino que recibe de la Muerte un elixir para hacer milagros. Junto a las
dos grandes damas de la pantalla, Dolores del Río y María Félix, surgieron actores populares,
cantantes, como Jorge Negrete, Pedro Infante o Pedro Armendáriz, que
permitieron al cine mexicano un cierto “Star system”. Los críticos
franceses descubrieron el cine negro mexicano, al que encontraban un sentido
paródico inteligente, como en la obra de Alberto Gout, quien con guiones del destacado director teatral
Álvaro Custodio rodó Aventurera (1949), <sensualidad (1950)
o No niego mi pasado (1951), con la hermosa Ninón Sevilla.
Carlos Velo realiza Raíces (1953), en cuyos títulos
aparece solo como Supervisor de dirección y guionista, ya que no la pudo firmar
por problemas sindicales. Oficialmente el director es Benito Alazraki. Es
una película indigenista, rodada en el Valle del Tajín y en Veracruz, compuesta
de cuatro episodios. Transcurridos unos años, Carlos Velo lleva al cine la
famosa novela de Juan Rulfo, con guión escrito por Carlos Fuentes y Manuel
Barbachano, Pedro
Páramo (1966). Es una adaptación fiel, pero Velo se aleja del tono de
misterio de la obra original. Otro
precursor, con una observación rigurosa de la vida indígena en Tarahumara (1964),
fue Luís
Alcoriza, con un tono documental en la ficción. Y otra obra
renovadora, que se convirtió en película de culto es En el
balcón vacío (1961) de Emilio García Ascot, hijo de un
diplomático español de la República que se exilió en México, en la que evoca
la búsqueda del tiempo perdido, del destierro y la infancia que les quitaron.
Destacaron
producciones de bajo costo, entre ellas En
este pequeño pueblo no hay ladrones (1965), que Alberto
Isaac rodó basándose en un cuento de García Márquez. Una de las
películas más populares fue Los
caifanes (1966) de Juan
Ibáñez con argumento de Carlos Fuentes. Ibáñez unió cinco cortos,
creando un largometraje con una continuidad perfecta. Hubo una notable
relación entre los nuevos directores y los escritores de prestigio. En Parque
Hondo (1965), el
episodio dirigido por Salomón
Laiter, Viento
distante y el de Manuel
Michel, Tarde
de agosto, se basan en dos cuentos de José Emilio Pacheco y el
dirigido por Sergio
Véjar, El
encuentro, es un cuento de Sergio Magaña. Los buenos resultados se
confirman con Los
bienamados, también conocida con el título de Amor,
amor, amor, (1965),
formada por cinco episodios: Tajimara de Juan
José Gurrola, basado en un relato de Juan García Ponce, Alma
pura de Juan
Ibáñez basado en un cuento de Carlos Fuentes, La
Lola de mi vida de Manuuel
Barbachano Ponce, sobre texto de Gabriel García Márquez, Las
dos Elenas de José
Luís Ibáñez, sobre texto de Carlos Fuentes y La
sumanita de Héctor
Mendoza, sobre texto de Inés Arredondo; estos tres últimos episodios
debido a la duración tuvieron una explotación independiente. La novela de
John Reed sobre la revolución sirvió a Paul
Leduc para realizar con aliento poético Insurgentes
(1970). La productora Marte impulsó La
soldadera (1966), dirigida
por José
Bolaños con el tema de las mujeres que acompañaban y ayudaban a los
soldados en la
revolución, tema que Eisenstein iba
a incluirlo en ¡Qué
viva México! (1931-1932), pero no pudo hacerlo al interrumpirse el rodaje.
José Bolaños realizó en 1977 una nueva adaptación de la novela de Juan Rulfo, Pedro
Páramo, con tono de relato gótico.
Junto a estos nuevos
directores, interesó mucho El cumpleaños del perro (1974) de Jaime
Humberto Hermosillo, sobre el nacimiento de una amistad entre dos socios de
diferente edad, que tratan de sacar adelante un negocio con el fin de vivir con
libertad y emanciparse de la dependencia a la que se ven sometidos por
parte de sus esposas. Hermosillo realizó una película admirada por los
cinéfilos, Pasión según Berenice (1975), sobre una joven viuda que
vive reprimida con su tía en la ciudad provinciana de Aguas Calientes, que al
conocer a un joven descubre el amor y el erotismo. Más experimental es la
divertida Pafnucio Santo (1976) escrita
y dirigida por Rafael
Corkidi. Felipe Cazals denunció unos hechos reales,
vergonzosos, en Canoa (1975).
La película se inicia con la visión de unos cadáveres y hombres heridos. Los
supervivientes relatan lo sucedido. Cinco amigos que trabajan en la Universidad
deciden irse a practicar el alpinismo. Deben pasar la noche en el pueblo,
pero el cura, al saber que son de la Universidad, los acusa de ladrones,
violadores de mujeres y enemigos de la
religión. . Los vecinos asaltan la
casa donde duermen y acuchillan y apalean a los visitantes y a los dueños de la
casa. Canoa intercala
las declaraciones y los actos de violencia salvaje. Cazals representa el
nuevo concepto del cine.
Arturo
Ripstein emprende la senda
renovadora al realizar El
castillo de la pureza (1972), una crítica del sistema educativo
implantado durante la etapa del Presidente Porfirio Díaz. Vuelve a
buscar la innovación con Turno
de oficio (1973), film de alto presupuesto, sobre los judíos conversos
al catolicismo, que llegaron con los españoles a Nueva España. En
un lugar sin límites (1977), adapta
la novela del escritor chileno José Donoso, que coincide con su mundo creativo.
Es un descenso al infierno.Ripstein inició su colaboración con Paz Alicia
García Diego, como guionista, en Mentiras
piadosas (1988), y el resultado son películas muy hermosas, de gran impacto
internacional, Luís Buñuel, es en este periodo un autor
excepcional, que se incorporó al cine mexicano de los años 40-50 ,
realizando obras de gran calidad, como Los olvidados (1950),
y Él (1952-1953). El
gusto de Buñuel por lo inverosímil y el absurdo está en una comedia
subyugadora, La
ilusión viaja en tranvía (1953). El universo de Sade, el
surrealismo y el humor negro marcan Ensayo
para un crimen, que fue distribuida internacionalmente con el título de La
vida Criminal de Archibaldo de la
Cruz (1955). Su denuncia del derrumbe de valores sociales forma
una trilogía, Nazarín, y El
ángel exterminador. Buñuel tiene muchos puntos de contacto con el
universo galdosiano, por lo que estaba muy interesado en rodar la novela de
Benito Pérez Galdós, Nazarín (1958). Hay
múltiples interpretaciones de El
ángel exterminador (1962) desde la lucha de clases a las tesis de
Hobbes y de la filosofía o la religión, debido a la estructura narrativa,
experimental, que incluye la repetición de muchas escenas, acorde con el
sentido repetitivo de la
vida.
Perú
El
escritor, cineasta y periodista Armando Robles Godoy dirigió
tres largometrajes en los que está su pasión por la selva y la vida en el
campo. En la selva no hay estrellas (1965), basada en un
cuento suyo, narra el robo de unas láminas de oro a una anciana que vive en la
selva. El ladrón escapa de sus
perseguidores, pero su verdadero enemigo es la selva, que le acecha y
rodea de manera impenetrable. Robles Godoy adaptó otra novela suya, La
muralla verde (1969) con la misma temática. Mario, cansado de su vida
en Lima, se traslada con su mujer y su hijo cerca de la selva, junto al río
Huallallaga, dedicándose a criar ganado, donde los problemas con los
funcionarios son mayores que los que crea la
selva. El misterio, el suspense y el
simbolismo, son más evidentes en Espejismo (1972), sobre la amistad
de dos niños en Ica, al sur de Lima. Robles Godoy tenía como película
predilecta La
señorita Julia (1950) del sueco
Alf Sjöberg.
Francisco José Lombardi,
en su primer largometraje, Muerte al amanecer (1977),
se basa en un hecho de la crónica de sucesos, método que repetirá en el
desarrollo de su poética de la
violencia. El protagonista es un
violador y asesino de niños, el “monstruo de Armendáriz” y la acción transcurre
en un penal situado en una isla. El tema principal no es la actividad
criminal, centrándose Lombardi en las últimas doce horas de vida del
condenado. La acción se desarrolla en tres niveles: a) los invitados a la
ejecución, que beben y se divierten, mientras esperan; b) el teniente
Molfino, que manda a los fusileros que ejecutarán la
sentencia. Morfino habla con el reo
y duda de su culpabilidad y c) el condenado en su celda, aterrado ante su
muerte. Es una dura denuncia de la pena de muerte y del estado de la justicia
peruana.
Es interesante Kuntur wachana (Donde nacen los cóndores, 1975)
de Julio García Hurtado, centrada en la problemática de los
habitantes de los Andes. Un viejo sindicalista llega a una extensa hacienda de
Huacán, en los Andes, para crear un sindicato que apoye a los campesinos
indígenas explotados. Es asesinado y también el líder que le sucede, pero los
campesinos ven llegar los cóndores, símbolos de la fuerza, señal de que van a
vencer. Es una experiencia válida de búsqueda indigenista. Un grupo
de directores de Cuzco, que inició sus contactos con el cine en el Cine-club
Cuzco, realizaron unos interesantes cortos, inspirados en las raíces incas, en 16
milímetros y utilizaron de
manera expresiva el color. La película de largometraje más significativa
es Kukulí (1960), dirigida por Luís Figueroa con
la colaboración de Eugenio Nishjyama, un destacado fotógrafo, César
Villanueva, también director de cine y Elio Galli. Kikuli es
un buen ejemplo del color en el cine, que identifica los paisajes y la
atmósfera de Paucartambo, en los altos de Cuzco. Inspirada en leyendas y
hablada en su mayor parte en quechua. La protagonista, Kukuli, es una
pastora en la montaña, que en una fiesta se encuentra con Alako.
Enamorados se unen, pero el mítico oso mata a Alako. Los campesinos matan
al oso, que antes provoca la muerte de Kukuli. Dotada de una profunda
poesía, los elementos etnográficos poseen gran impacto emotivo.
Figueroa se dedicó al corto y luego realizó Chiaraq’e, batalla
ritual (1974) documental etnográfico, sobre una tradición de los
indígenas en la zona montañosa de Cuzco. La celebración de la fiesta con un
enfrentamiento a pedradas entre dos grupos. Muestra los preparativos, con
libaciones alcohólicas, y la batalla en la que siempre hay heridos y en
ocasiones muertos. Las mujeres cantan y al fin recompensan a los vencedores. La
fiesta es la denuncia, una vez al año, de los abusos de sacerdotes y caciques.
La película fue prohibida por el Gobierno Militar, contrario a reconocer la
existencia de esta bárbara costumbre. El interés por los campesinos en los
Andes llevó a Figueroa a adaptar una novela de Ciro Alegría, Los perros
hambrientos (1975), mostrando los abusos de los terratenientes
y la triste realidad. El sufrimiento de los perros es una prolongación del de
los pobres campesinos. La obra de Figueroa revela con autenticidad un universo
marginal.
Uruguay
|
Un vinten pál Judas |
En los años 50 los Cine-clubs tuvieron también en
Uruguay una gran actividad. En ellos se aprendía cine y se agrupaban los
jóvenes autores de cortometrajes y documentales, que originaron una corriente
de cine aficionado de gran interés. Se creó el Servicio Oficial de Difusión,
Radiotelevisión y Espectáculos (SODRE), que dependía del Ministerio de Cultura,
y organizaba Festivales y Concursos de cine documental y experimental. Los
premios consistían en una ayuda económica. Fue decisivo también el
Instituto Cinematográfico de la Universidad de la República (ICUR), bajo la
dirección del Dr. Roberto Tálice, dedicado al cine experimental, pero
hubo un resquicio para el cine de ficción. Impulsó un movimiento amateur, con obras
modélicas, como Cantegriles, en 1958, dirigido por Alberto
Miller. Gran parte de estas obras captaban el color de Montevideo y la
forma de vida y paisajes de Uruguay.
El deseo de reflejar la vida uruguaya se renueva con Hugo Ulive,
actor y director teatral, autor de Un vintén p'al Judas (1959),
un relato refrescante de la costumbre de los muchachos de Montevideo de pedir
dinero para fabricar un muñeco que representa a Judas al que queman en
Nochebuena. A continuación realiza un famoso mediometraje, radicalmente
diferente, Como Uruguay no hay (1960), crítica ácida, de los
políticos, las expoliaciones y los engaños al ciudadano, en cuyo nombre se
cometen innumerables tropelías, no salvándose de su crítica el estamento
clerical. Alegando que era un cortometraje político no se le dejó optar a
ayudas en el Festival de Cine del SODRE. Ulive se marchó a dirigir el
Teatro Nacional de Cuba.
Destacó Mario Handler, con Carlos, retrato
de un caminante (1965), sobre un personaje que recoge periódicos
viejos y los vende en su tienda. Durante diez meses siguió a este personaje
peculiar, socarrón, cazurro, experimentado en la vida, habiendo trabajado en
los más diversos empleos. Handler muestra al tiempo, la vida cotidiana y las
calles del centro colonial de Montevideo, la costanera y los alrededores de la
ciudad, huyendo del tópico turístico. Fue premiado en el Festival de Cine de
Viña del Mar, en 1968. Mientras Ulive ha regresado de Cuba y junto a Mario
Handler escriben y dirigen Elecciones (1966), contraponiendo
dos candidatos, un patriarca rural y una candidata de la
capital. Revelan las distintas
prácticas y artimañas de los partidos durante un proceso electoral. Penetrante
retrato de la política, tampoco fue autorizado a concursar en el Festival de
Cine del SODRE. Hugo Ulive se marchó a dirigir teatro a Venezuela. En 1973
un golpe militar interrumpió la vida democrática y no vuelve a rodarse hasta
1979, que se produce El lugar en el mundo de Eva Lamdeck. En
1983 se interrumpió nuevamente la producción de largometrajes hasta 1994.
Venezuela
|
El pez que fuma |
Margot Benacerraf realiz`0 un
destacado documental, Reverón (1952), sobre el pintor
Armando Reverón. Benacerraf captó el ambiente del Trópico y la luz cegadora del
Caribe, transmitiendo con gran fuerza la personalidad del pintor, su locura y
su estilo de pintar. Reverón se inspiraba en unas muñecas de trapo, que
trasladaba al lienzo creando imágenes inquietantes. El mayor mérito de
Benacerraf es haber encontrado un lenguaje, que transmitía a los espectadores
la humanidad del artista. En la última secuencia, Benacerraf provoca, al
presentar a las muñecas girando, que crean la sensación de demencia genial del
artista. Su segundo documental, Araya (1958), difunde
internacionalmente el cine venezolano. El Festival de Cine de Cannes de 1959 le
concedió el Premio FRIPRESCI y el Premio a la calidad técnica de la
Comisión Superior Técnica del cine
francés. Está rodado en la península de Araya, al este del país, en una zona
muy árida del Caribe en la que la única riqueza es la
sal. Utilizando los mismos métodos
que los españoles en el siglo XVI, los venezolanos pobres realizan el trabajo
que antes hicieron indios y esclavos. Construyen y destruyen pirámides de sal.
Es un trabajo de 24 horas en el que se suceden los salineros de día y los de
noche. Están presentes el sol, el viento y las aguas del Mar Caribe en esta
desolada región y los salineros se confunden con los pescadores de la zona,
dedicados a su ritual trabajo. Las imágenes se vuelven más comprensibles
gracias a la música de orquesta compuesta por Guy Bernard.
El interés del documental llevó a Ávila Filmes a aproximarse a este campo,
produciendo, en 1967, el cortometraje Casa Natal de Bolívar,
dirigido por Carlos Rebolledo, con estudios en el IDHEC, que juega
con las formas, la luz, las paredes blancas y las estructuras cúbicas de este
Museo, dotando de vida al edificio. El relato está planteado en tres
secuencias, evocando a Bolívar y su época, mediante el color magenta, en las
dos primeras secuencias, para reforzar la nostalgia de la época del Libertador.
En Arquitectura y urbanismo (1967), utiliza un lenguaje
similar para expresar las tendencias de la vanguardia arquitectónica de
Caracas. Este cortometraje fue Premiado en el Festival de Sao Paulo.
Un camino distinto siguió Román Chalbaud, autor de teatro, director
de televisión y cine. Refleja la vida venezolana, la violencia de la ciudad de
Caracas, las pasiones de sus habitantes, los problemas sociales y la
corrupción, por medio del melodrama. Junto a Margot Benacerraf es el director
de cine más internacional de este periodo. Inicia su trabajo en el cine,
adaptando una obra de teatro suya, Caín adolescente (1958).
Los protagonistas, Juana y su hijo Juan, se trasladan a Caracas, a una mísera
“favela”, empezando una vida muy diferente a la que soñaban. La miseria, el
clima criminal y la dureza de las relaciones chocan con la inocencia de ambos.
La obra teatral fue escrita por Chalbaud en 1955, cuando Venezuela vivía la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En 1958 fue elegido Presidente Rómulo
Betancourt, que intentó estabilizar la democracia, pero fue atacado por la
extrema derecha y por la guerrilla de ideas castristas. Son años violentos,
inestables y de anhelo democrático, en los que Chalbaud dirige Cuentos
morales (1963), en tres episodios.
Chalbaud se dedica, a continuación, al
teatro y a la
televisión. Son los años de las
coproducciones con México y Colombia y del melodrama, impulsado por el éxito
de Cuando quiero llorar no lloro (1973) de Mauricio
Wallenstein, basado en la novela del autor venezolano Miguel Otero Silva,
película en la que colaboró Román Chalbaud. Como guionista. Vuelve al cine con
la adaptación de una obra de teatro suya, escrita con la colaboración del
también dramaturgo y hombre de televisión, Juan José Cabrujas, La quema
de Judas (1974). Son personajes reconocibles, el policía, los
delincuentes y los guerrilleros. Un delincuente se hace pasar por policía para
atracar un banco, y durante el robo llega la guerrilla para atracar el mismo
Banco y el falso policía se ve obligado a defenderlo, muriendo en esta acción.
En el homenaje que se le rinde, se descubre que era un delincuente. La
misma temática se encuentra en Sagrado y obsceno (1976), que
evoca las consecuencias difíciles de la guerrilla.
Su éxito más importante es El pez que fuma (1977), basado en
su obra de teatro del mismo título. Es una parábola sobre el poder y un retrato
de un sector amplio de Venezuela. El título es el nombre de un famoso burdel
que regenta La Garza, que tiene un control absoluto del local y de sus
trabajadoras, y con la habilidad de hacer creer a sus sucesivos amantes que son
ellos los que manejan el negocio. Hay crítica de la alternancia de partidos en
Venezuela sin que nada cambie y las mismas personas sigan teniendo el poder,
denuncia la corrupción y la violencia social en un ambiente grosero. La Garza,
la auténtica protagonista, es encarnación del ideal femenino y a la vez el
vicio. Es un relato circular con realización “felliniana” y una utilización expresiva
de la banda sonora.