ESCUELA POLACA DE CINE
Los cineastas polacos, entre 1955
y 1970, coincidieron en un tema, la Segunda Guerra Mundial e incluso su huella
en situaciones alejadas en el tiempo. Explicaron lo ocurrido, sin pesimismo y
recuperaron la conciencia nacional. Muchas de sus películas están vinculadas a
los grandes autores de la literatura polaca y se caracterizan por la fuerza
visual de sus imágenes y la utilización innovadora del color. El estallido de
la revolución comunista, al final de la Segunda Guerra Mundial, oscureció la
capacidad creativa de los cineastas que durante la guerra habían realizado
interesantes reportajes. La muerte de Stalin en 1953 permitió un rayo de
esperanza. Las protestas obreras en Poznam en 1956, y las manifestaciones en
Varsovia durante octubre de ese año, el “octubre polaco de 1956” , permitieron el
nombramiento como Presidente de Gomulka, decidido reformista, que alentó una
tímida liberalización. Se permitieron las películas occidentales y fueron
creados siete grupos de producción, formados por directores, guionistas y
directores de fotografía, liderados cada uno por directores de prestigio. Los
jóvenes cineastas procedentes de la Escuela de Cine de Lódz, fundada en 1947, pudieron
encauzar su entusiasmo y conocimientos, dando origen a la denominada escuela
polaca de cine. A mediados de los 60 la etapa Gomulka estaba agotada, las
protestas en 1968 fueron radicales y se desató una fuerte represión en 1970.
Gomulka falleció poco después, sustituyéndole Gierek. Los cineastas sufrieron
censuras, pero lucharon por expresarse con la mayor libertad posible.
Andrzej Wajda es el más destacado
representante de esta escuela de cine y el precursor con su primer
largometraje, Generaciones (1955),
basado en la novela de Bhodan Czesko. Retrata a los jóvenes que no tuvieron más
remedio que elegir los sacrificios y la dureza de la lucha. Antihéroes
que actúan en una guerra absurda y cruel con la esperanza de que sea la última. Muestra su estilo, yuxtaposición de escenas
breves para crear una tensión emotiva, lirismo, clima romántico y riqueza
visual. El protagonista es Zbigniew Cybulski, que actúa como “alter ego” de
Wajda y símbolo de la juventud polaca. Participa un grupo de actores jóvenes,
que contribuyen a la credibilidad y atractivo de la película. “Vemos los talleres, las viviendas, las
empobrecidas calles, que me eran tan familiares durante la guerra, confiesa
Wajda, he pretendido dar a conocer los
grandes temas de la época a través de los jóvenes y sus familias. La guerra fue
un desastre, pero los niños nunca han sido más felices y despreocupados que
entonces”.
Wajda consolida su cine con Kanal (1956),
que describe el levantamiento heroico de Varsovia contra los alemanes. El guion
se basa en un relato de Jerzy Stawinski, que conoció directamente la
sublevación, al igual que Wajda. El levantamiento duró sesenta y tres días
en1944 y estuvo a punto de derrotar a los nazis. Wajda no pudo hacer referencia
a la actitud de las tropas soviéticas, acampadas no muy lejos del Vístula. La
película comienza el día cincuenta y seis del levantamiento y se cuenta a
través de las acciones dramáticas de un grupo de cuarenta y tres combatientes.
La lucha llevará a estos héroes a una trágica muerte. Varsovia en llamas,
bombardeada y la tenaz resistencia son imágenes intensas y auténticas. El
rodaje de Kanal fue posible al vencer
la oposición de las autoridades comunistas y, paradójicamente, quien más se
había opuesto, el Director de Film Polski, fue quien autorizó su participación
en el Festival Internacional de Cannes, donde obtuvo el Gran Premio del Jurado.
El inicio de los versos de un cadete polaco, escritos en la ciudad sublevada,
con la esperanza de la ayuda soviética, son reveladores: “Estamos esperando…/ Os estamos esperando, plaga roja/ Para liberarnos
de la negra muerte/ Para que nuestra tierra no sea una vez más torturada/ No debéis
dañarnos. La elección es vuestra/ Podéis ayudarnos, podéis liberarnos/ O
deteneros y dejarnos morir”. Las tropas soviéticas no acudieron a auxiliar
a los polacos. “Este poema, dijo
Wajda, cuenta la verdad. Cuando realicé
la película intuía que no me dejarían contar toda la verdad. Había que
esconderla tras el drama humano. Aun así, fue importante realizarla y no sé cómo
hubiera acabado la película, si no llega a producirse su inesperada
presentación en Cannes”.
Cenizas y diamantes |
Cenizas y diamantes (1958), basada en
la novela de Jerzy Andrzejewski, transcurre al final de la guerra e inicios del
golpe comunista. El mundo tradicional, que ha participado en la lucha pensando
en conservar sus tradiciones y modo de vida, choca con la oposición de los
ciudadanos que desean implantar el comunismo. Sucede toda la película durante
una noche y Wajda mezcla escenas de lirismo, como el baile de la última
polonesa de los tradicionalistas y la violencia de la lucha política. El
protagonista, interpretado por Zbigniew Cybulski, es un joven desorientado que
trabaja para los conservadores y se ve obligado a asesinar a un veterano
comunista. El personaje de Cybulski muere también por disparos de una patrulla.
Rica en imágenes fuertes, como la caída del comunista asesinado en brazos de su
joven asesino o la muerte del propio protagonista que cae en un basurero en el
que se retuerce llorando de dolor e impotencia. Estas últimas imágenes se
convirtieron para los polacos en la expresión, en elipsis, de su propia
tragedia. Premiada en Venecia fue un éxito mundial. “El último día de la guerra. La mañana del primer día de la paz. Esa noche especial y
el destino de un joven que no se desprende de su pasado, fatigado de heroísmo,
esperando una vida mejor y distinta ¿Qué mejor tema para una película?” se
pregunta Wajda.
<la pasajera |
Un caso aparte, Andrzej Munk,
contribuyó eficazmente a la creación del nuevo cine, desde una postura
contrapuesta a Wajda. Contempla la guerra y sus efectos sobre la sociedad de su
tiempo con criterio escéptico, racional y claramente irónico. Inició estudios
de arquitectura y derecho, Diplomado en cine en Lódz, fue un excelente
documentalista, retratando la dureza de la vida campesina. “En
estos años de apertura puede parecer banal aquel cine, comenta Munk, pero
entonces debíamos mostrar los sacrificios reales, que no tenían nada que ver
con la versión oficialista”. Su estilo se encuentra en Heroica (1958), con guion de Jerzy Stawinski, el experto conocedor
de la insurrección de Varsovia, que es el marco de la película. El
protagonista, un estafador, evita comprometerse con el alzamiento, consciente
de su fracaso. Al final, aunque conoce la inutilidad de su acción, termina
colaborando con los sublevados, facilitando la evasión de un prisionero de un
campo alemán. Munk vuelve a un guion de Jerzy Stawinski en Suerte perra (1960). Jan (Bohumil Kobiela), el protagonista, narra
su propia vida, a quien desde niño las cosas le han salido mal. Jan comprende
la importancia de las apariencias en la vida. Es un conformista, amoldándose a las
situaciones. Será guarda de un campo de trabajo con los alemanes y burócrata
del partido comunista. Es la cobardía personificada, frente a la imagen polaca
de heroísmo. Una tragicomedia divertida, con hallazgos, como la aceleración y
congelación de imágenes o la sustitución del diálogo por sonidos. Jan atribuye
sus fracasos a la mala suerte, aunque en realidad nunca ha controlado su vida
ni ha aceptado ninguna responsabilidad por sus acciones.
Munk falleció a los 39 años, sin concluir La pasajera (1961-1964). Por fortuna había rodado las secuencias
principales, los recuerdos en “flashbacks” del campo de concentración. La
película la terminó su colaborador Witold Lesiewicz. Está basada en la novela
de Zofia Posmysz, autora del guion con Munk. En un viaje a bordo de un
trasatlántico se encuentran dos mujeres, Liza (Aleksandra Slaska), con un
marido amable y complaciente y Martha (Anna Ciepielewska). Liza fue guardia de
las SS en el campo de Auschwitz, en el que Martha estaba prisionera. Liza, el
verdugo, que sometía a Martha a un trato sádico para humillarla y destruirla
psicológicamente, es la que cuenta lo sucedido. Las escenas del campo de
concentración son una de las mejores recreaciones de Auschwitz, en las que Munk
muestra su dominio del documental. El fantasma de la guerra irrumpe en la vida
normal y cotidiana. Liza debe contar parte de su vida a su marido, en realidad
una justificación, evitando enfrentarse con la propia conciencia y con el
pasado real.
En
1944 las paredes de las casas de Varsovia aparecieron inundadas de carteles con
los nombres de los patriotas sentenciados a muerte, que estaban firmados por el
General de las SS, Kuscher. La resistencia decidió que el jefe de las SS y el
de la Policía debían responder de estas acciones con su muerte. Así comienza El atentado (1958) de Jerzy Passendorfer. Un ritmo intenso,
un tono documental y un emotivo suspense acompañan a unos jóvenes encargados de
realizar la acción.
Sin abandonar el tema bélico, aparecen otros
motivos de lucha, como la ambición o el deseo de seguir viviendo. Los
protagonistas de las películas de Kazimierz
Kutz son gente corriente, que vive sucesos cotidianos, aunque con un hondo
significado. Su primera película, La cruz
de los valientes (1959), está basada en tres relatos de Josiz Hen. El
primero, La cruz del valor, relata la decisión de un aldeano de irse a combatir
al frente por el deseo de ser admirado por sus vecinos. De manera inconsciente
se distingue en las batallas recibiendo la Cruz del Valor y cuando regresa
orgulloso a su pueblo, lo encuentra en ruinas. En el segundo, El perro, un
grupo de soldados polacos se encuentra con un perro, que creen abandonado.
Pronto descubren que es un perro alemán adiestrado para vigilar prisioneros en
un campo de concentración. Deciden matarlo como símbolo del nazismo, pero no se
atreven, en una escena que refleja bien la patología de los tiempos de guerra.
El tercero, La viuda, es el más largo y posee un aire de comedia. La viuda de
un héroe de guerra vuelve a su pueblo, donde su difunto marido es objeto de
culto. La viuda es bella, joven y se enamora de otro joven. El deseo de vivir
sitúa a la guerra en el lugar que le corresponde como pasado.
Tren de noche |
La
innovación llega con Jerzy Kawalerowicz
en Tren de noche (1959),
mostrando sentimientos individuales en el marco de la sociedad. Una joven deprimida, Martha (Lucyna Wincka), coincide accidentalmente en el compartimento
del coche cama del tren nocturno que une Varsovia y el Báltico, con Jerzy (Leon
Niemczyk), un caballero de buen aspecto, lacónico y un poco nervioso. También
viaja el intranquilizador amante de Martha (Zbigniew Cybulski). La policía sube
al tren en busca de un asesino y los viajeros sospechan de los protagonistas.
La tensión creciente cesa con la detención del auténtico asesino. Un alarde de
virtuosismo mantiene el clima de suspense. La claustrofobia del tren, el
ambiente de sospechas, las delaciones y las peticiones de castigos guardan relación
con la Polonia de la posguerra. La película sorprendió favorablemente y fue
premiada en el Festival Internacional de Venecia. “Me preocupan los juicios apresurados y retorcidos, el gusto por la
persecución y la facilidad con que se da rienda suelta a los instintos”,
afirmó Kawalerowicz.
Madre Juana de los Ángeles |
Las severas paredes del convento de monjas de Loudum, al este de
Polonia, y la austeridad de los hábitos blancos y negros marcan la atmósfera de Madre Juana de los Ángeles (1961)
dirigida por Jerzy Kawalerowicz, adaptación de la novela de Jaroslaw
Iwaskiewicz. El párroco de la localidad ha sido quemado en una hoguera y las
monjas están supuestamente poseídas por los demonios. El Obispo envía al Abad
Surym (Mieczlaw Voit), quien se sorprende de la devoción de Madre Juana de los
Ángeles (Lucyna Vinnicka). El Abad reza solo con Madre Juana de los Ángeles en
un granero, decisión que escandaliza a la comunidad y consulta a un Rabino,
quien le aclara que el amor causa estos estados. Kawalerowicz rueda con gran
belleza formal y defiende la libertad personal, denunciando las reglas que
oprimen a las monjas y el poder de las supersticiones. El lenguaje moderniza el
expresionismo y profundiza en el drama sicológico. La aportación de Kawalerowiz
fue premiada con la Palma de Plata del Festival Internacional de Cannes. “Son un
hombre y una mujer a los que su fe religiosa les impide amarse. Los demonios
son manifestación de su amor reprimido”, declaraba Kawalerowicz en Cannes.
La
conciencia nacional y los problemas actuales son el trasfondo en una serie de
películas históricas y espectaculares. Una de las de mayor éxito fue Los caballeros teutónicos (1960), de Aleksander
Ford. La defensa de la tierra polaca en el siglo XV, ante la invasión
de los caballeros teutónicos, adaptación de la famosa novela de Henrik
Sienkiewicz, realizada con una estética elegante y eficaz, recreando con
verosimilitud la Edad Media y en la que las masas se mueven con naturalidad
entre impresionantes decorados. El tratamiento del color y la creatividad de la
ambientación están inspirados en miniaturas, grabados y estampas de la Edad
Media. Aleksander Ford, veterano comunista fue el primer responsable de Film
Polski, contribuyendo eficazmente a la reconstrucción del cine polaco. Tuvo
gran preocupación por las clases humildes y se enfrentó a las actitudes
antisemitas. Su militancia comunista no impidió que se le prohibieran dos
películas anteriores a Los caballeros
teutónicos. En 1968 se marchó a Israel, luego a Dinamarca y terminó
trabajando en EEUU.
Periodo
1962-1975
Los esfuerzos heroicos empiezan a
sustituirse por los problemas de la actualidad y se descubre un nuevo lenguaje.
Wojciech Has, con una riqueza visual
expresionista, surrealista y onírica dirige una hermosa película, puente entre
las dos etapas del cine polaco, El arte
de ser amada (1962). La acción es actual y la guerra vista como un
recuerdo. Felicia (Barbara Kraftowna), popular actriz de radio, vuela de
Varsovia a París y rememora el pasado. “Mi
narrativa cinematográfica es visual”, confiesa Has. Me inspiro en el uso del tiempo en la literatura, que lo acorta o salta
del presente al pasado y al futuro y en la pintura que utiliza el espacio
libremente. Y en mi cine utilizo tanto el tiempo como el espacio para activar la imaginación. Por
eso me parece el viaje el mejor tema para una película”.
Faraón |
Jerzy Kawalerowicz, tentado por el cine histórico, adaptó una novela del
escritor Boleslaw Prus, Faraón (1966).
Las imágenes espectaculares de una pelea de escarabajos inician la película,
cuya forma y color se inspiran en las figuras hieráticas de los papiros y en
los ocres y amarillos del desierto y de las pirámides. Transcurre al final del
reinado de Ramsés XII y el protagonista es su hijo, que le sucede como Ramsés XIII
(Jerzy Zelmik). En realidad, se cree que no existió este Faraón, ya que se
carece de datos sobre su reinado. El tema, interpretado en clave actual, es la
lucha por el poder y el combate a la influencia manipuladora de la clase
sacerdotal, dominadora del anterior Faraón. Está llena de aciertos, como la
brillantez de la escena del eclipse de sol y la sutil sensualidad. Rodada en
Uzbekistán y Egipto sabe dar a los espectadores la sensación de encontrarse
viviendo los sucesos de manera real.
Manuscrito encontrado en Zaragoza |
Surrealista y divertida,
Manuscrito encontrado en Zaragoza (1964) de Wojciech Has, adapta la célebre novela de Jan Potocki, escrita a
principios del siglo XIX. El viaje del caballero Alphonse van Worden (Zbigniew
Cybulski), que recorre España en tiempos de Napoleón y atraviesa Sierra Morena,
donde tiene sorprendentes encuentros con sensuales mujeres y excéntricos
ermitaños. Es la racionalidad frente a superstición, tratado con un humor
próximo al español. Restaurada recientemente se ha convertido en una película
de culto, al igual que la novela que tardó más de cien años en ser
impresa. “El sueño es como una película, dijo Has. Durante el mismo frecuentemente volvemos al pasado; asuntos ocurridos
hace mucho se viven como actuales. El subconsciente invade la realidad. Y muchas
veces los sueños nos revelan y muestran el futuro”.
Prescinde del tema de la guerra y elige
temas actuales y formas expresivas próximas a Godard o a Fellini y Antonioni. Roman Polanski, tras trabajar como
actor en once películas y realizar brillantes cortos, dirigió El cuchillo en el agua (1962). Una trama
aparentemente sencilla es el soporte de un complejo film. En su coche, un
matrimonio, Andrzej (Len Niemczyc) y Christine (Jolanda Umecka) se dirige a
pasar un fin de semana a bordo de un yate en los lagos de Mazuria. Están a
punto de atropellar a un joven (Zygmunt Malanowicz), al que invitan al yate.
Andrzej y el joven compiten para impresionar a Christine y la atmósfera se va
haciendo asfixiante. Las caretas morales de los tres caen y se hace evidente la
falsead de sus relaciones. Tensión,
fantasía y rotura del lenguaje caracterizan la obra de Polanski. Los tiempos
muertos subrayan el suspense y refuerzan la construcción del film. El suspense
aumenta con imágenes sorpresivas, como la espalda de Christine, mientras su
marido le unta la crema, el cuchillo en el agua que sostiene el joven o la de
una colchoneta con forma de cocodrilo. La película fue recibida muy mal por las
autoridades comunistas a la que acusaron de escepticismo, oscuridad y de
perversión de los protagonistas. Estas circunstancias y el carácter cosmopolita
de Polanski le animaron a la búsqueda, lo antes posible, de la libertad en
Hollywood, donde se convirtió en un maestro. “Escenas que parecen irrelevantes, son significativas, así el joven
invitado aparece tumbado en la proa y contempla su dedo paralelo al mástil, que
unas veces aparece a la izquierda y otras a la derecha, sugiriendo que algo
extraño e inquietante ocurrirá. Los
detalles han de ser exactos para que una película sea creíble” comentó
Polanski en Varsovia. Polanski considera su mejor película Callejón sin salida (1965), similar por el número de personajes
reducidos y la unidad de decorado, y por el fondo del tema similar al de El cuchillo en el agua, la irrupción de
un hombre en la vida de una pareja. Ya
en EEUU realizó una de las películas representativas del "nuevo
Hollywood”, Chinatown (1974),
fascinante relato de misterio en el ambiente de Chandler.
Colaboró en el guion de El
cuchillo en el agua, Jerzy
Skolimowski, guionista, actor y realizador de interesantes cortos. Después
de diplomarse en Lódz y licenciarse en etnología, combinando los estudios con
el rodaje de tres cortos, que monta en un largometraje, Señas de identidad (1963-1965),
que refleja la inquietud de un joven, interpretado por él mismo. En la
siguiente película, Walkover (1965),
escribe el guion, dirige y es también protagonista, de esta mirada sobre la
vida cotidiana a través de un boxeador. Premiada en Mannheim, impulsa la
carrera de Skolimowski, quien realiza La
barrera (1966), visión de Varsovia utilizando un estudiante de medicina,
que sigue a la misteriosa conductora de un tranvía con escenas sorprendentes.
Es un cine de gran riqueza plástica, vinculada al expresionismo y al gusto por
los decorados. Las tres películas son un viaje existencial de los
protagonistas, contado con un realismo fantástico. ¡Manos arriba! (1966), no se estrenó hasta 1981, por las aceradas
críticas a Stalin. Skolimowski tuvo que exiliarse y trabajar en Europa
occidental y EEUU. Comienza la película con unas imágenes de ciencia ficción,
seguidas de las ruinas de un Líbano bombardeado. Skolimowxki aparece como actor
de una película que está dirigiendo Volker Schlöndorf, después vuelve a la
realidad de Varsovia de los 60. Es un conjunto de secuencias sicodélicas e
iconoclastas. En 1981, cuando se estrenó, Skolimowski agregó algunas imágenes. “¡Manos arriba!, según Skokimowski, está fuera de contexto y de mi narrativa
actual. Mis sentimientos son encontrados ante esta película que me obligó al
exilio y a abandonar la escuela polaca de cine”. Fue premiada en Venecia y
Skolimowski en Berlín.
La ciencia atrajo a muchos jóvenes de la época, como a Krisztof Zanussi, quien licenciado en filosofía y diplomado la Escuela de Cine de Lódz, se interesó por la física y las ciencias exactas. Muestra de sus preocupaciones es La estructura de cristal (1969), que plantea las contradicciones entre el avance científico y el progreso moral, mediante la confrontación de dos sabios físicos. Zanussi no se inclina por ninguna de las dos posturas. Análogamente en un telefilm premiado en San Remo, Tras la pared (Za sciana, 1971), narra las vicisitudes de un hombre, cuyos hallazgos no son recompensados por falta de suerte. Hay descubrimientos, que, aunque sucedan cerca, pasan desapercibidos “El cine puede expresar ideas complejas o problemas de ciencias exactas y de metafísica. Los espectadores pueden aceptar el esfuerzo de verlas o preferir películas de simple entretenimiento. En cualquier caso pueden habituarse a ver películas con ambición cultural”, reitera en ocasiones Zanussi. La misma inquietud encontramos en Vida familiar (1973). Wit (Daniel Olbrychski), un joven ingeniero de gran porvenir, recibe un telegrama de la familia comunicándole que su padre está enfermo, y acude a verle acompañado de un amigo. El telegrama tenía la intención de que Wit se quedase. Wit sabe que no triunfará permaneciendo allí. Decide marcharse y no vuelve a sonreír hasta que está de regreso en el tren. El mundo antiguo es presentado con gran belleza y la rotura de los lazos familiares alcanza intensidad dramática a la que contribuye la buena interpretación.
Zanussi trata temas que conoce directamente o que guardan relación con
sus amigos o familiares. Los desenlaces de sus películas suelen ser abiertos,
prefiriendo transmitir una reflexión poética a resolverlos dramáticamente. Un
tema cotidiano pone en evidencia un problema metafísico en Iluminación (1972). Franciszek (Stanislaw Latallo) se inclina por
estudiar Física para llegar al conocimiento por la razón. Sus
planteamientos racionales son contradichos por la vida. Se recluye en un
convento, descubre sus obligaciones con la sociedad, regresa y reanuda los
estudios, momento en que le diagnostican una dolencia cardíaca.
Zanussi describe el itinerario moral y la experiencia vital de
Franciscek en busca de la verdad y del significado de la vida de manera racional.
Aunque la comprensión le llega por el “iluminismo”, expuesto por San Agustín.
Franciszek encuentra el equilibrio en el trabajo y la experiencia le aporta la
“iluminación” o sabiduría para orientar su vida. Estéticamente notable, el
color es un valor expresivo, matizando las zozobras anímicas con tonos rojos.
Posee buen ritmo, con secuencias breves e intercala ficción, documental,
encuestas y discusiones de intelectuales.“La
revolución en arte comienza cuando se confrontan ideas y propuestas con pasión
y sentimiento. Cuando no es posible expresarlas con el lenguaje normal es el
momento en que descubrimos artísticamente algo nuevo”, explicaba Zanussi en
defensa de la innovación.
Fiel a sus convicciones, en su larga carrera, ha realizado siempre
películas renovadoras con reflexiones. pero atractivas, para evitar que fuesen marginales y
alcanzar una difusión internacional, como Camuflaje (1977), sobre dos visiones distintas de la enseñanza o Contrato de matrimonio (1980) clm el tema del acuerdo conyugal.
Sobresale el cine de Andrzej Wajda con temas de la guerra,
teñido de heroísmo y lirismo. Buscó un nuevo estilo en Los brujos inocentes (1960), acercándose a los jóvenes de la
tercera ola. Rodada sobre un guion de Skolimowsky y Jerzy Andrzejewski,
acompañada de una banda sonora con música de jazz de Krysztof Komeda y con la
participación como actores de Polanski y un grupo representativo de la juventud
polaca, entre los que están Zbigniew Cybulski y Skolimowski. Presenta a una
juventud pasiva y desilusionada, con una vida vacía. Seres inocentes a los que
el sistema ha adormecido. Las autoridades comunistas se disgustaron con la
película, pero Wajda enviaba una señal de alarma, indicando que hacía falta un
cambio social.
Realiza “cine dentro del cine” en
Todo para vender (1968), dedicada al protagonista de sus éxitos, fallecido
en un accidente de ferrocarril, Zbigniew Cybulski. No se pronuncia el nombre
del actor, aunque es evidente que la película es en homenaje a Cybulski. Los
protagonistas tuvieron relación con Cybulski y el tema es el rodaje de una
película, que se inicia con un hombre corriendo sin aliento, que se cae delante
de las ruedas de un tren en marcha. La cabeza que aparece en imagen no es la
del actor, sino la del director, pues el actor ha desaparecido. Todos le
buscan. El director en la película quiere rodar el vacío de la desaparición,
pero se da cuenta de que es imposible. Es el recuerdo de una ausencia,
aproximándose a Antonioni.
Paisaje después de la batalla |
Tuvo repercusión internacional,
Paisaje después de la batalla (1970), rodada en medio del clima de
protestas contra la política de Gomulka. Está basada en el relato “La batalla
de Grunwald” de Tadeusz Borowski, escritor que estuvo preso en un campo de
concentración. Un joven poeta (Daniel Olbrychski), escéptico e irónico, entra
en relación con una joven soñadora, que confía en la posibilidad de escapar
lejos, (Stanislawa Cielinska). La palabra paisaje
tiene el significado de la patria en la que han tenido lugar todas las
batallas ganadas, perdidas y en curso y según Borowski es “una transfusión al torrente sanguíneo de los recuerdos de la infancia”. Es la historia de una gran pasión y expresión
simbólica del amor a Polonia, que continuaba sin alcanzar la auténtica libertad.
Tiene escenas de gran belleza, como la de los dos jóvenes desnudos rodando
sobre la tierra tapizada de hojas marchitas, ramas y piedras, que laceran sus
cuerpos. Cuerpos heridos, simbolizando la situación de Polonia. Wajda rodaba
alegre por el tema y los actores, pero un día el rodaje fue interrumpido por la
policía secreta del General Moczar, con tentáculos en todas partes y una
vigilancia especial sobre el cine. Se llevó parte del material rodado, con el
fin de descubrir los rostros de dos disidentes, Adan Michnik y Barbara
Torunczycn, que habían salido hacía poco de la cárcel y fueron contratados de
extras por carecer de recursos. La policía no encontró sus imágenes, ya que los
“criminales”, en lenguaje de la policía, habían tenido la prudencia de ocultar
sus rostros De todas formas expulsaron del rodaje al ayudante de
producción. “Entre los libros sobre la guerra destacan “Medallones”’ de Sofia
Nalkowska y “Bienvenido a la cámara de gas” de Tadeusz Borowski. Todavía leo
estas obras con miedo. Los hombres saben muy poco de sí mismos hasta
encontrarse en la situación descrita por estos autores.
la boda |
Stanislaw Wyspianski, artista polifacético, escritor, pintor, arquitecto
y diseñador de vidrieras policromadas, conmocionó a Polonia con su obra teatral, “La boda”,
en verso, que los polacos aprendían de memoria. Se inspiró en la boda de su
amigo, el escritor Lucyan Rydel, que en 1900 se casó con una joven campesina en
la iglesia de Santa María de Cracovia y celebró el banquete de bodas en el
cercano pueble de Bronowice. Wajda se atrevió a llevarla al cine, pese a la
dificultad que entraña adaptar una obra de teatro en verso. La boda (1973) transcurre en 1900 y
responde a la pregunta del pueblo polaco sobre la posibilidad de librarse de la
dominación rusa, prusiana y austrohúngara. Un joven escritor se casa con una
campesina y a los festejos asiste una representación de la sociedad polaca.
Posee un ritmo frenético, creado por la música, los bailes, los adornos de
cintas y plumas de pavo real, y el alcohol, que dan la sensación de un
torbellino. El clima de alegría lo enturbian las conversaciones sobre la falta
de decisión de los intelectuales para dirigir la acción, que elimine el yugo
extranjero y la falta de madurez general para alcanzar la independencia y la
libertad. Las claves son un montaje rápido, una banda sonora excitante en la
que la música se impone a unos diálogos breves y una excelente interpretación,
con Daniel Olbrychsky, el novio, y Eva Zietek, la novia. El color recuerda la
pintura de Brueghel, el viejo, y el realismo alterna con ensoñaciones. Es un
retrato de gran belleza de los sentimientos y de la vida polaca.
Fue
notable la aceptación internacional y el propio Wajda confirma la anécdota de
su encuentro en París con Elia Kazan, quien le preguntó, “¿Es usted el director de esa película que transcurre en una noche?”
Wajda pensó que se refería a Cenizas y
diamantes, pero Kazan hablaba de La
boda. “¿Quién le ha escrito ese buen guion?
Me sentí feliz y orgulloso de haber
acertado en la adaptación cinematográfica y de que Kazan apreciase el brillante
drama de Stanislaw Wispianski”.
El escritor Wladislaw
Stanislaw Reymont, premio Nobel, describe de manera magistral la vida de los
polacos enraizados en el campo con el ritmo acompasado a la naturaleza, así
como la destrucción de esta forma de vida natural. Sin embargo, le fascinó el
mundo industrial que surgió en Lódz y las pasiones desatadas por ganar dinero.
A Wajda le atrajo también el desarrollo de la industria textil en Lódz a
comienzos de 1900 y la obsesión por enriquecerse. Lódz formaba parte de Rusia y
comerciaba con Rusia y Alemania, defendida de la competencia por barreras
aduaneras. Un mundo nuevo que abandonaba las raíces campesinas. La tierra prometida (1975), tiene un
inicio mágico con imágenes de las fábricas y las voces de las tres religiones
presentes en la ciudad, la oración católica dicha en polaco, la luterana en
alemán y la judía en yiddish. Tres compañeros de estudios, Karol (Daniel
Olbrychki), polaco, Moryc (Wojciech Pszoniak), judío, y el alemán Marc (Andrzej Seweryn),
se asocian, convirtiéndose en tres arribistas, que triunfan en el nuevo Lódz. “Nunca
el dinero había aparecido como protagonista en mis películas, declara
Wajda. Además, me atrajo el carácter
multiétnico de aquella sociedad. La mezcla de razas y religiones con sus
tradiciones, sus aspectos buenos y malos. Es la causa de la fuerza creadora y
económica de Lódz en los inicios del siglo XX”. Wajda relata de manera
brutal la mecanización de la producción, los accidentes laborales, los
incendios de las fábricas de la competencia con obreros envueltos en llamas,
los suicidios de magnates arruinados, así como los contrastes entre la alegría
y las orgías de los triunfadores y la miseria de los más humildes, utilizando
un montaje de contraste: El relato es sobrecogedor y delirante, como cuando la
huelga paraliza la fábrica y Karol, reunido con el consejo de administración no
duda en dar la orden de que la tropa dispare sobre los obreros. Wajda cuenta el
pasado en clave de presente. “Elegí esta forma violenta de narrar para
transmitir la gran energía que se generaba en Lódz, aclara Wajda, este montaje violento lo utilicé ya en La
boda”’.
La
tierra prometida cierra esta etapa. Wajda que siguió realizando películas
notables, mostrando su proximidad a Solidaridad en El hombre de mármol 81976) y El hombre de hierro (1981), volviendo a la II Guerra Mundial con El anillo del águila coronada (1992) o Week (1995) y con Katyn (2007) finaliza
la narración de las penalidades de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial.