EL “NUEVO CINE ESPAÑOL”
En la década de los 50, un grupo de
jóvenes se incorpora a la dirección, en su mayoría antiguos alumnos del
Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) y de la
Escuela Oficial de Cine (EOC). El IIEC, creado en 1947, instalado en la Escuela
de Ingenieros Industriales, aunque carente de medios técnicos y financieros se
las ingenió para que, además de las clases teóricas, los alumnos realizasen
prácticas de rodaje. En 1962 le sustituyó la EOC, que contó con mayores
medios. Los cineastas españoles de los 50 intentaron una mayor libertad temática, además de estética. La censura seguía igual de
dura, pero los cineastas tenían la posibilidad de tratar de burlarla.
Se inicia
el cambio
La generación de los 50 reclama una atención
al cine español, similar al de otras artes. Varias películas anuncian el nuevo
cine y el cambio de temática, reflejando la realidad de la sociedad española,
con innovaciones formales. Dos jóvenes graduados del IIEC, Luís García Berlanga y Juan
Antonio Bardem, dirigen Esa pareja
feliz (1951), protagonizada por
un matrimonio con escasos recursos (Fernando Fernán Gómez y Elvira Quintillá),
elegido como la pareja feliz por una
compañía de jabones. Es una crítica severa, rebajada por el humor, de una
sociedad, que vive con apuros en una España empobrecida. Berlanga comentando el
estilo, indica: La mayor influencia,
tanto en Juan Antonio Bardem como en mí, fue de “Suerte perra” (1947) de
Jacques Becker y del sainete de Carlos Arniches.
Berlanga dirige Bienvenido Mr., Marshall (1952), bien recibida por el público y en los
Festivales Internacionales de Cine, con un argumento en la línea de La kermesse heroica de Jacques Feyder,
una sátira del aislamiento de España y su marginación del Plan Marshall. Es un guion
feliz por la conjunción de Berlanga, autor de las escenas, Bardem, que escribió
los comentarios que dice en “off” Fernando Rey y Miguel Mihura, autor de la
letra del himno, de los discursos del alcalde (José Isbert) y del representante
(Manolo Morán) de la cantante Lolita Sevilla, así como de supervisar todos los
diálogos, a los que incorpora su sentido del humor. La voz en “off” le da un
aire de cuento y entrelaza originales episodios de la realidad, que alternan
con imágenes oníricas. Aparece el gusto de Berlanga por un cine coral y su
cuidado ritmo, que parece improvisado, pero que Berlanga tiene bien claro
durante el rodaje. Realiza, también con éxito internacional, Calabuch (1956), con guion de Leonardo
Martín, contando la tranquilidad con que se vive en Calabuch, la ciudad de
Peñíscola en la realidad, donde se ha refugiado un sabio atómico (Edmund Gwen,
harto de fabricar armas de destrucción. Berlanga demuestra con los habitantes
del pueblo y el protagonista, que ama sus historias y sus personajes,
transmitiendo sus sentimientos a los espectadores.
Juan Antonio Bardem puso de
relieve su interés por temas sociales y por un lenguaje internacional con Muerte de un ciclista (1955), dura crítica a la burguesía. Se inicia
con un coche en el que viajan una mujer de la alta sociedad y su amante,
atropellando a un ciclista. Por imposición de la mujer se marchan sin socorrer
al ciclista ni dar aviso del accidente a la policía. Prosigue
con una crítica ácida, en este caso, de la sociedad provinciana, Calle Mayor (1956). Bardem denuncia los
valores más tradicionales, representados por una ciudad castellana y una
juventud sin ideales, refugiada en bromas de humor negro. Las bromas las llevan
más lejos con el cruel engaño a una joven inocente, Betsy Blair, de la que se
finge enamorado el guapo del grupo, José Suárez. Bardem aporta modernidad al lenguaje y conciencia social.
La emigración forzosa del
campo, víctima de sequías, a la gran ciudad, la marginalidad en la que viven
estos inmigrantes en la urbe, la España del racionamiento, aparecen
sorpresivamente para los espectadores en Surcos
(1951) de José Antonio Nieves Conde.
Su estilo está próximo al neorrealismo italiano y rompe la imagen idílica que
gustaba a los políticos franquistas. Surcos
fue considerada una obra valiente y sin concesiones por la crítica
internacional en el Festival de Cine de Cannes. Rebeldía (1954), fuerte y dura, consagra a Nieves Conde como un
director con profundidad y responsabilidad. El guijón es de Gonzalo Torrente
Ballester, quien había escrito también el de Surcos, y refleja la mentalidad de los años 50 a través del asedio de un
novelista ateo a una joven de moral
devota.
La aparición de la
realidad continúa con Fernando Fernán
Gómez, que, con lenguaje espontáneo, critica de manera implacable, aunque
con humor, la España del biscuter en La
vida por delante (1958). Fernán Gómez realiza curiosos hallazgos expresivos
en este relato irónico y amargo. Fernán Gómez dirigió, en eta época, dos películas revelantas,
transgresoras contra la moral de la sociedad franquista, El mundo sigue (1963), obra maestra, basada en la novela de Zunzunegui, con realismo muy acusado muestra a los que llevan una vida abnegada, los que quieren trepar y los instalados y El extraño (1964.1967),
una crítica acerada del entristecido y miserable ambiente de los pueblos en
esos años. Hay misterio, suspense y humor negro, narra la historia de tres
hermanos, la mayor dominante (Tota Alba) y los dos hermanos menores tímidos, en
un pueblo en el que la monotonía solo es rota por un grupo musical, que actúa
los sábados. Los encuentros de la hermana mayor con un músico, las visiones de
los hermanos, que toman al músico por un
fantasma, terminan con un crimen y la aparición de los cadáveres de los dos
pequeños en una playa. El extraño viaje,
realizada en 1964, no pudo estrenarse hasta 1967. Se estrenó con cortes y
cambiando el título original, “El crimen de Mazarrón”, por temor que
descendiese el turismo a Murcia. El retraso en el estreno fue en gran parte por
la distribuidora, Ízaro Films, que pertenecía a la familia Reyzabal, personas
muy de orden, que se quedaron horrorizadas con la película. Sus valores. Entre
los destrozos de la censura se encuentran la relación entre la hermana mayor y
el músico, quien en cada visita le trae un traje distinto que se prueban como
en un desfile de modas o los cortes de las reacciones de los pueblerinos,
excitados por la vocalista, que actúa en bikini, y descargan su sexualidad
reprimida. La descripción ácida y severa de aquellos pueblos y las actitudes de
los tres hermanos eran temas tabú para los censores y los distribuidores. La
censura de TVE coincidió con la cinematográfica, ya que según cuenta José
Fernández Cormenzana, director de programas cinematográficos, el informe del
censor Sustaeta no tiene desperdicio: “Escenas
de mal gusto, sujetos anormales, argumento torvo, no presentable en TV”. El
censor Fray Antonio Sánchez la aceptaba siempre que se realizasen: “Supresiones: 1. El plano de la chica en
bikini mientras miran los viejos. 2. En las prendas interiores que van sacando
los dos hermanos del armario, quitar el final: liguero y bragas. 3. Conviene
aligerar cuando sacan a la muerta de la tinaja. 4. En cuanto al hombre vestido
de mujer en un desfile de modelos; suprimir el final, cuando se quita el abrigo
y el “picardías”.
Un guion de Rafael Azcona permite a Berlanga consolidar su preocupación por la sociedad y su inclinación por el humor negro en Plácido (1961). Se basa en la campaña navideña “Siente un pobre a su mesa” que pone de relieve las diferencias sociales y la falsa caridad. Desarrolla un estilo coral que se manifiesta en algunas escenas repletas de personajes, en las que todos tienen frase, alternando, con rara habilidad, los primeros planos con los generales, en el mismo plano- secuencia. El verdugo (1967), considerada su mejor película aprovecha para denunciar la pena de muerte. Sufrió, como muchas de las películas del nuevo cine, serios problemas con la censura”.
Un guion de Rafael Azcona permite a Berlanga consolidar su preocupación por la sociedad y su inclinación por el humor negro en Plácido (1961). Se basa en la campaña navideña “Siente un pobre a su mesa” que pone de relieve las diferencias sociales y la falsa caridad. Desarrolla un estilo coral que se manifiesta en algunas escenas repletas de personajes, en las que todos tienen frase, alternando, con rara habilidad, los primeros planos con los generales, en el mismo plano- secuencia. El verdugo (1967), considerada su mejor película aprovecha para denunciar la pena de muerte. Sufrió, como muchas de las películas del nuevo cine, serios problemas con la censura”.
Francisco Rovira Beleta remueva el cine policíaco y trata la pena
de muerte en Los atracadores (1962). Refleja
una juventud desorientada, sin horizontes, en unos años en los que el
franquismo conserva su dureza. Rovira Beleta utiliza soluciones técnicas
ensayadas en sus películas anteriores. Difíciles “travellings”, cámara
subjetiva, hallazgos como el depósito transparente de agua para rodar los
planos de la caída de unas pistolas. El montaje es por corte seco y la
iluminación deslumbrante. Todo dentro de una estructura narrativa, que atrae la
atención de los espectadores, subrayando el sentido de las escenas. Rovira
Beleta comentó, no he hecho alardes
técnicos innecesarios, ni hay “morceaux de bravoure” en mis películas. He
contado las historias con claridad y he realizado los movimientos de cámara
precisos. Si en un plano el objetivo enfoca unos edificios de altura, es para
crear la sensación de vértigo. Todos los “flash-backs” son necesarios para
conocer a los personajes. Realizó una película innovadora en la temática flamenca,
Los Taramtos (1963). Es un film profundo con un
universo de amores y de odios. Posee brillantez sorpresiva desde las primeras
imágenes, la llegada de los Tarantos a Barcelona, con fondo musical del
zapateado de Carmen Amaya. Son memorables las escenas de la boda gitana y el
encuentro de Juana (Sara Lezana) y Rafael (Daniel Martín). FRB: El mudo y costumbres gitanas son auténticos.
Música flamenca, y danzas puras, gracias a los consejos de dos expertos, Paco
Revés y Peret. En las imágenes, tuve mucha suerte con la nevada del 62, que me
permitió rodar planos de los protagonistas en la nieve, así como el exterior de
la Catedral. Rodé en los lugares que me gustaban de Barcelona y funcionó el
poblado gitano.
La colaboración de Rafael
Azcona, con el director italiano, Marco
Ferreri, tuvo como resultado dos obras que se integran en el nuevo cine
español, participando del humor negro de nuestro cine y que muestran que los
cineastas pueden considerarse autores. El
pisito (1958) cuenta las
difíciles condiciones de vida y las dificultades para obtener un piso. El
protagonista, José Luís López Vázquez, tiene que casarse con su anciana
patrona, para que cuando muera la anciana, heredar el piso y casarse con su
novia, Mary Carrillo. En El cochecito (1960), se critica la familia, con el relato
de un anciano, José Isbert, fascinado por su coche de inválido, desea continuar
sus correrías con él, para lo que no duda en envenenar a su familia. La primera
semana de exhibición de El cochecito en
Paris tuvo una recaudación superior a la de todas las sesiones de estreno
juntas en España, lo que nos indica que el público español debía habituarse al
nuevo cine.
Viridiana |
A este clima de cambo
contribuye el regreso de Luis Buñuel a
España, tras su exilio, dirige Viridiana
(1961). Buñuel asegura que las películas que ha rodado con mayor libertad
fueron La Edad de Oro y Viridiana, lo que ocurrió después con esta película le parece falto de sentido. Es un sorprendente ejercicio de humor negro, sobre una
novicia pura (Silvia Pinal), que visita a su tío, Don Jaime (Fernando Rey),
quien queda impresionado por su parecido con su difunta esposa. Junto al humor
negro se encuentran las obsesiones eróticas y religiosas de Buñuel. Encontramos
sus personajes grotescos con los mendigos, las escenas surrealistas, y la
crítica dura a los valores tradicionales y a la caridad de los ricos, incapaz
de solucionar los problemas sociales. La película obtuvo la Palma de Oro del
Festival de Cannes y fue prohibida en España. Luís Buñuel, comenta en su carta
a Georges Sadoul: “Según la prensa, lo
que más ha escandalizado en “Viridiana” ha sido el Aleluya del Mesías de
Haendel durante la orgía de los pordioseros, el Réquiem de Mozart mientras el
anciano tiene a su nieta en brazos (sin atentar contra su pudor), la corona de
espinas arrojada al fuego y, sobre todo, el crucifijo-navaja”.
Innovador, Luís Buñuel regatea a la censura española con la adaptación de la
novela de Pérez Galdós, Tristana (1970).
Prohibido por la censura el primer guion, tampoco se autorizaba el segundo con
correcciones del propio Buñuel. Pero la difícil situación internacional de
España, convence al ministro Manuel Fraga de la conveniencia de autorizar este
rodaje para no aumentar la mala imagen de la Dictadura franquista. Luís Buñuel
mantiene el sentido y el relato de la novela, la historia de una huérfana,
Tristana (Catherine Deneuve) recogida por su padrino, Don Lope (Fernando Rey),
liberal burgués que utiliza sus ideas de liberación para convertir a Tristana
en su amante. La última película de Buñuel es una coproducción franco-española,
la adaptación de “La femme et le pantin” de Pierre Louys, Ese oscuro objeto del deseo (1977). Rodada tras la muerte de Franco
no tiene ya los problemas de censura.
Los
nuevos directores
Contribuyó a impulsar un nuevo cine español el
abandono del proteccionismo del sistema de subvenciones basado en la
clasificación. José María García Escudero, Director General de Cine y Teatro,
nombrado en 1962, modernizó el sistema de protección del cine español, en 1964,
introduciendo las ayudas automáticas del modelo francés y, por razones
culturales, desarrolló el interés especial, para apoyar a las películas con
valores cinematográficos, formales o temáticos para la que los graduados en la
EOC tenían preferencia para obtener su concesión. Igualmente se establecieron
anticipos de un millón de pesetas, medida decisiva para la incorporación de
nuevos productores y directores.
Es destacable la
incorporación en 1963 de quince jóvenes directores, nueve formados en la EOC.
Es una generación a la que le gusta el cine y ve las películas de Truffaut,
Godard, Antonioni o Bergman. Cada uno a su manera va a enfrentarse al cine,
aprovechando las posibilidades que se les ofrecen para incorporarse a la
profesión. José Luís Borau,
diplomado de la EOC, aprovechó la propuesta que se le hizo de dirigir Brandy, el sheriff de Losatumba (1964),
un curioso western hispano italiano, con el que Arturo Marcos interesó a
Alberto Grimaldi por la producción en España. Continúa con un film policíaco, El crimen de doble filo /1964), pero no
es el cine al que le gustaría dedicarse, por lo que funda su propia productora
y escribe buenos guiones. Una singular película trae de nuevo a la dirección a José
Luís Borau, con una temática próxima a Costa-Gavras, con buena utilización del
suspense, Hay que matar a B (1973), situada
la acción en un país de Sudamérica,
el pueblo reclama el regreso de un líder. A continuación, Borau realiza una
película de gran fuerza, Furtivos (1975),
sobre la disolución familiar, el mundo de los instintos. Es una diatriba contra
los poderosos y una dura alegoría del franquismo. Superó diversas dificultades,
entre ellas la censura, al ganar la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián,
convirtiéndose en una de las películas significativas del cine español.
Inicia su breve carrera
como director con una película de carácter comercial, Francisco Prósper, alumno del IIEC, Confidencias de un marido (1963), adaptación de una serie
televisiva de gran aceptación, Segundo
Izquierda. Prósper cambió de
actividad, convirtiéndose en famoso constructor de decorados. Más personal,
dentro del esquema comercial de producción, es el inicio de Mario Camus, diplomado de la EOC, que
debutó en 1963 con dos películas encargadas por el productor Ignacio Iquino,
quien buscaba, como otros avispados productores, cobrar las subvenciones
destinadas a los nuevos directores. Camus aprovechó dos guiones que tenía
escritos, el primero Los farsantes
(1963), sobre la vida difícil de los cómicos ambulantes con un final de trágico
contraste entre la alegría de un pueblo el Sábado de Gloria y el hambre de los
miembros de la compañía teatral a los que estaba prohibido trabajar en Semana
Santa. El segundo es Young Sánchez 1(963), un film duro, que capta interesantes
ambientes del boxeo, sobre un relato de Ignacio Aldecoa, interpretado por
Julián Mateos. Camus se queja del sistema de producción barata de Iquino, pero
le permitió realizar sus primeras obras y aprender a enfrentarse a los rodajes.
Y prosiguió con un film de corte policíaco, Muere
una mujer (1964), que protagoniza Alberto Closas, con una relativa
aceptación del público. El proyecto más ambicioso, en este periodo, de Mario
Camus fue Con el viento solano (1966),
argumento extraído de un relato de
Ignacio Aldecoa, sobre el ambiente de
los “quinquis”. Su fracaso de público le lleva a dirigir un tiempo películas comerciales y trabajar en televisión, lo
que le permite adquirir una gran experiencia. Retornado definitivamente al
cine, en 1980, obtiene un notable éxito con
La colmena (1980), adaptación de
la novela de Camilo José Cela, concebida inicialmente como una miniserie.
El juego de la oca |
Los estudiantes de la EOC, y sus también
jóvenes profesores, muchos de ellos diplomados del IIEC, estaban interesados
por la política y eran contrarios a los convencionalismos. Los primeros éxitos
de público se conocen con La tía Tula (1964) y Del rosa… al amarillo (1963) de Miguel
Picazo y Manuel
Summers, ambos vinculados al IIEC y
a la EOC. Picazo supo adaptar la Tía Tula de Miguel de Unamuno, recreando la
vida en una provincia y la angustia de una mujer (Aurora Bautista), que a la
muerte de su hermana debe vivir con su cuñado y su hijo. Este éxito llevó a
Miguel Picazo a plantear temas ambiciosos, sin concretarse ninguno hasta 1967, Oscuros
sueños de agosto, sobre
desequilibrados en una residencia. Tuvo que esperar otros nueve años para rodar
su siguiente película, trabajando entre tanto para la televisión. Manuel Summers, obtuvo un rotundo éxito en el
Festival de San Sebastián con Del rosa…al amarillo (1963), dos historias de
amor, una entre dos niños y otra entre dos ancianos en un asilo. Amable, con
humor y un curioso tratamiento cromático. Impresionado por el luto riguroso de
Andalucía, Summers realiza La niña de luto (1964) y el tema del adulterio, que
estaba viviendo personalmente, le impulsa a tratarlo por primera vez en el cine
de este período en El juego de la Oca (1965). Tras el estreno de El juego de la
oca declaró: “Lo que para uno es un drama para los otros es una historia de
humor. Te enamoras de una mujer, la quieres mucho, sientes celos, lloras y
vives el drama del siglo y en cambio para los otros es una situación cómica y
se destornillan Los éxitos de público de Summers se interrumpieron con Juguetes
rotos (1966), sobre personajes famosos del espectáculo o del deporte,
completamente olvidados cuando son ancianos, como Pacorro o Gorostiza. Hay
siempre un equilibrio entre drama y humor en el cine de Summers. Summers se
irritó por los cortes a Juguetes rotos, hasta el punto que decidió cambiar el
tipo de películas que iba a hacer.
Canciones àra después de una guerra |
Tuvo problemas con la censura, pero
menores, Nueve cartas a Berta (1966)
de Basilio Martín Patino. Realizada
con una estructura abierta, basada en las cartas que un joven salmantino
escribe a Berta, chica a la que conoció en una breve estancia en Inglaterra. La
vida con los ingleses le ha permitido conocer una realidad social muy distinta
a la española. El
mayor problema fue que no se podía autorizar por unas escenas con Alféreces
Provisionales. Patino fue inteligente y organizó una proyección para la
Hermandad de Alféreces Provisionales, que declararon que no veían problema en
esas escenas. Patino sigue su reflexión sobre la sociedad en El amor y otras soledades (1969),
relatando la vida aparentemente feliz de una pareja de buena posición.
Encuentra su estilo Patino en Canciones
para después de una guerra (1971-1976), utilizando filmaciones, material de
archivo y un inteligente montaje de la banda sonora, para realizar una
panorámica crítica sobre la posguerra. Esta película sí tuvo graves problemas
con la censura, que exigió quince cortes y modificaciones de montaje. Una vez
realizadas las adaptaciones exigidas por la censura fue aprobada, declarada de
Interés Especial y considerada para el Festival de San Sebastián. Sin embargo,
a los pocos meses fue prohibida en España, así como su exportación, no
autorizándose su exhibición hasta la muerte de Franco.
Noche de verano (1962) de Jorge Grau abre su carrera cinematográfica y en ella plantea, entre otros temas, la realidad de la burguesía y de la clase media popular en Barcelona. Necesitaba contar como veía la sociedad de esta ciudad. El espontáneo (1964), una de tus mejores películas, es un duro retrato del desarrollismo. Un joven fracasa en sus trabajos y ante la necesidad de triunfar a que obliga la sociedad ve como únicas posibilidades el azar o ser torero. Me parece que encuentras un estilo personal en la forma y en el relato ¿Cómo se te ocurrió esta forma de crítica social? Jorge <grau nos dice: La idea de “El espontáneo” nace de una frase de José Bergamín, quién, como de pasada, en una conversación de sobremesa, dejó caer que “el español es en la vida como el espontáneo en los toros, que se arriesga en empresas para las que no está preparado”. Para mi resultó una frase clarividente, sencilla y profunda a la vez, que traté -como hago siempre- de asimilar, hacerla mía.
Noche de verano (1962) de Jorge Grau abre su carrera cinematográfica y en ella plantea, entre otros temas, la realidad de la burguesía y de la clase media popular en Barcelona. Necesitaba contar como veía la sociedad de esta ciudad. El espontáneo (1964), una de tus mejores películas, es un duro retrato del desarrollismo. Un joven fracasa en sus trabajos y ante la necesidad de triunfar a que obliga la sociedad ve como únicas posibilidades el azar o ser torero. Me parece que encuentras un estilo personal en la forma y en el relato ¿Cómo se te ocurrió esta forma de crítica social? Jorge <grau nos dice: La idea de “El espontáneo” nace de una frase de José Bergamín, quién, como de pasada, en una conversación de sobremesa, dejó caer que “el español es en la vida como el espontáneo en los toros, que se arriesga en empresas para las que no está preparado”. Para mi resultó una frase clarividente, sencilla y profunda a la vez, que traté -como hago siempre- de asimilar, hacerla mía.
En un marco popular, realiza su primera película, Antonio Mercero, graduado en la EOC, Se
necesita chico (1963). Desarrolla un
lenguaje divertido e innovador, basado en gags de humor, que había
experimentado con éxito en su práctica de la EOC, Trotín
Troteras (1962), pero que en esta
ocasión no consigue interesar al
público. Mercero tendría a continuación
grandes éxitos en televisión, como La
cabina (1972) y series, como Turno de oficio
o verano azul, que continúan al regresar al cine con una novela de Miguel
Delibes, La guerra de papá (1977), sobre
la percepción por un niño de los sucesos de la Guerra Civil. También
con un inteligente film debuta Juan G. Atienza, Los dinamiteros (1963),
protagonizado por tres ancianos que deciden atracar la Mutualidad, en la línea
de humor de Atraco a las tres de José María Forqué o
de Rufufú (1958) de Mario Monicelli.
Más radicales son los inicios de Eceiza y Regueiro, ambos diplomados del
IIEC, que tratan las relaciones siempre difíciles de las parejas. Antxon Eceiza elige como argumento de El próximo otoño (1963), las relaciones
de un exseminarista y una veraneante francesa. Su segunda película, menos
ideológica, De cuerpo presente
(1065), es un film de fantasía con aire de cine norteamericano de vanguardia,
premiado por la fotografía en el Festival de Cine de Bordighera. Francisco Regueiro en El buen amor (1963) recrea con un humor subterráneo la escapada a Toledo de dos
estudiantes para huir de la monotonía, a los que el contacto con el marco
toledano les hace reflexionar sobre su situación. Francisco Regueiro señalaba
la desigualdad de trato de la censura con las películas extranjeras y las
españolas, que era mucho más severo, protestando por el cambio impuesto a Amador (1965), ya que según la censura los motivos del protagonista para asesinar a
varias mujeres debían ser económicos y no sexuales. Amador trata con originalidad el tema de un asesino sexual redimido
por amor, aunque demasiado tarde, con una sobresaliente actuación de Amparo
Soler Leal. La censura continuaba inflexible con sus cortes y cambios de
diálogos, como en el caso de El verdugo Igualmente le fueron graves los problemas
de censura, que sufrió Julio Diamante
en su espléndida película de episodios, Tiempo
de amor (1964), con una narración resuelta con un estilo comparable a las
películas de Louis Malle o Valerio Zurlini. Y enriquecieron a Angelino Fons en su excelente
descripción de la vida a principios del siglo pasado en La busca (1964), basada en la novela de Pío Baroja.
La caza |
Había sido
un precursor del cambio´ con su primer largometraje, Los golfos (1959), Carlos Saura,
diplomado del IIEC, sobre un grupo de jóvenes de la periferia de Madrid.
Descubre la existencia de esta forma de vivir marginal, que recibió el aplauso
de la crítica en el Festival de Cine de Cannes. Carlos Saura se convierte en
la estrella del nuevo cine con La caza (1965),
narración de un día de caza con cuatro cazadores, el guarda y su hija. El
conflicto surge y termina estallando dentro del grupo que representa distintos sectores de la
sociedad posterior a la Guerra Civil. Alegoría de la situación y actitudes que
enfrentaron a los españoles. La caza
es un perfecto ejemplo de cine simbólico.
El productor, Elías Querejeta, revela la mentalidad de la censura: “El título original era “La caza del conejo”,
pero la censura quitó la palabra conejo, con lo que quedó La caza, que por otra
parte es mejor título”. Confirma Saura su estilo expresivo en sus
siguientes películas, más próximas al realismo, aunque conservan los valores
simbólicos. Peppermint frappé (1967),
inteligente relato sobre la fascinación por la mujer de un antiguo amigo,
aumentada por su carácter de extranjera. Refleja una sociedad reprimida y
adquiere un tono, al final, de “thriller”. Fue un éxito internacional y de
taquilla. El realismo marca Stress es
tres, tres… (1968), llegando casi
al documental a través de un viaje por
tierras áridas de España. Un constructor y su mujer se van de viaje acompañados
por el socio. El constructor, dominado por los celos trata de descubrir una
relación sexual entre su mujer y su socio. Saura revela un gran dominio
estético en la creación de imágenes. Continúa su progresión dramática con La madriguera (1969), escrita con la
colaboración de Rafael Azcona, avanza en la forma vanguardista y muestra el
lado surrealista de Saura, con unas claves simbólicas que revelan la maldad de
ambicionar el poder y tendencias posesivas, eróticas y fetichistas.
Vuelve hacia un simbolismo más acusado en
El jardín de las delicias (1970), a
través de la historia del protagonista, que en un accidente de automóvil se
queda paralítico y la familia se esfuerza en su recuperación por miserables
intereses. Es una abstracta parábola del inmovilismo instalado en la sociedad
española. Tiene bellas imágenes y momentos surrealistas, como la familia cruzándose
en sillas de ruedas. La concepción
intelectual de Saura le acerca aún más a la realidad política con La prima Angélica (1974), realizada con
la mezcla de planos del recuerdo del tiempo de la guerra civil y el
contemporáneo. Una historia de amor entre dos primos, que se desarrolla en el
pasado de su infancia y en el actual, ya adultos, con la prima casada, un esfuerzo
inútil de recuperar el amor anterior. Carlos Saura aseguraba: “El cine es el mejor medio para expresar los
problemas de la sociedad. Vivimos tiempos de inseguridad y debemos
luchar para encontrar una línea coherente que nos prepare para el futuro”. Su
carrera innovadora llega hasta nuestros días.
10.6.-La escuela de Barcelona
En Barcelona los jóvenes
directores se caracterizaron por su preocupación por la forma y el lenguaje
vanguardista, una estructura narrativa innovadora, alejados del provincianismo
y de lo convencional. Intentaron autofinanciarse, formar equipos de amigos con
las mismas ideas, y les hubiese gustado ser independientes de la Administración. No
fue un grupo cohesionado, pero sus películas dieron lugar al movimiento
conocido como “escuela de Barcelona”, una variante del nuevo cine español más experimental El
espíritu lo representa el “Pub” Bocaccio, los cantautores, Jacques Brel que
actúo en Barcelona y Tete Montoliu, al que en Jamboree en la Plaza Real se
escuchaba con veneración.
Mañana |
Preanuncia la nueva ola el
mediometraje, Mañana (1957) del realizador portugués José María Nunes,
residente en Barcelona, donde se formó. Mañana (1057) es un film experimental y
poético, +es la primera obra de la Escuela de Barcelona. Narra el fracaso y la
impotencia de las personas que aplazan sus decisiones.
El cambio formal lo marca Los
felices 60 (1964) de Jaime Camino,
que había dirigido documentales, mostrando su interés por la música y la
pintura. Transcurre en un lugar mítico de aquella época, Cadaqués, este
reencuentro inútil de una mujer casada con un viejo amigo y se escucha a Raimon.
Igualmente, significativa, Brillante
porvenir (1965), primera película
de Vicente Aranda, codirigida con el crítico y ensayista
de cine, Román Gubern, que exhibe
con claridad el cambio estético en algunas escenas del relato de un joven
llegado a Barcelona para trabajar en un estudio de arquitectos. Permite trazar
la vida de la alta burguesía de esta ciudad y cuenta con el aliciente de Serena
Vergano, una de las musas de la escuela de Barcelona. Y el vanguardismo está representado
por Circles (1965) del arquitecto Ricardo Bofill, un destacado promotor de la “escuela de Barcelona”.
Una reflexión sobre la perversidad y la crueldad facilita a Vicente
Aranda realizar un relato de narrativa abierta y experimentar con el color en Fata Morgana (1965). Una amenaza hace
huir a los habitantes de la ciudad, pero una modelo, Gim (Teresa Gimpera), se
queda, iniciándose un juego entre ella y un intelectual maduro, autor de las
predicciones mortales” y una cruel mujer. La fábula ideada por Vicente Aranda y
Gonzalo Suárez reveló la atracción de los nuevos realizadores por temas más
generales y de mayor actualidad. Aranda continuó profundizando, con guion de
Gonzalo Suárez, en la sofisticación que caracterizó a esta corriente con Las crueles (1969).
Este cine barcelonés tiene contactos con la “nouvelle vague” y el “free cinema”. Dante no es únicamente severo (1967), es el
resultado de unir dos cortometrajes,
dirigido uno por Joaquín Jordá y otro por Jacinto Esteva Grewe. Es
el manifiesto estético de la “escuela de Barcelona”. Los protagonistas son seis
personajes en busca de un film, cuatro
técnicos de cine y dos modelos publicitarias (Serena Vergano y Romy). Diálogos
sobre el tiempo no recuperable, unos versos de Baudelaire, brillantes
apartamentos, playas y escaparates. Una evolución hacia un estilo aún más
experimental consigue José María Nunes
con Noche de vino tinto (1966), una
noche de copas de un personaje que trata de olvidar a la persona amada, le
permite convertir en protagonista a la noche de Barcelona.
Otro de los hitos significativos es
Después del diluvio, también conocida
como Lejos de los árboles (1968) de Jacinto
Esteva Grewe, quien había elegido como título, Este país de los demonios. En un bosque quemado están viviendo dos
amigos raros (Francisco Rabal y Francisco Valladares). Una mujer francesa (Mijanou
Bardot), que se encuentra en Playa de Aro decide ir a conocer a estos hombres.
Escenas sorprendentes se suceden y los hombres deciden eliminar a la mujer,
pero en cambio es ella quien terminará matando a los dos. Esta experimental
película irritó en su estreno en el Palacio de las Naciones a un grupo de
defensores de un cine más tradicional que patearon con fuerza, ante la
complacencia de Robles Piquer, entonces Director General en Cultura. Solo al
final pudieron salir el director y la intérprete y un grupo distinto les
ovacionó ante su sorpresa agradecida.
Imaginación y fantasía llegan con Gonzalo Suárez, creador
de un periodista e investigador en un clima literario, Ditirambo (1967). Suárez le define como “un personaje mítico, ni ángel ni demonio, que causa sus efectos sin intervenir a diferencia de los justicieros
clásicos. Tiene lucidez y a su paso destruye sueños e ilusiones”. Gonzalo Suárez adapta el mito de Fausto, a la
vez que otros sumitos, en un ejercicio de utilización libre del tiempo y el
espacio, con una brillante banda sonora en El
extraño viaje del Doctor Fausto (1969). Fausto pedirá a Mefistófeles gozar
de la eterna juventud y Suárez busca un personal desenlace.
,
Sin salirse del espíritu de la escuela
de Barcelona y con el encanto del cine amateur, volvemos a la realidad de los
problemas sociales en El último sábado
(1966) de Pedro Balañá, al mostrar
un muchacho pobre, que se convierte en gigoló de una mujer mayor para poder
pagarse gustos de pequeño burgués. El tema de la inmigración y su adaptación a
la vida en Cataluña es tratado por José
María Forn en La Piel quemada (1968), acercándose a su problemática social y
mostrando la mayor libertad sexual que encuentran en la Costa Brava. En esta
tendencia, Antonio Ribas dirige Las salvajes en Puente San Gil (1967),
adaptación de una obra de teatro de José Martín Recuerda, en la que una
compañía de revistas, cuyas integrantes son víctimas de la explosión de la
sexualidad reprimida de los habitantes de un pueblo, denunciando a la vez la
obsesión por el sexo de las autoridades.
La experimentación regresa con Nocturno
29 (1968) de Pere Portabella, inspirándose en los poemas de Joan
Brossa. Y en una historia que podría ser convencional, sino fuera por su
lenguaje innovador, Cada vez que (1968)
de Carlos Suárez, que cuenta con
agilidad una historia de amor entre jóvenes.
Nuevos directores se incorporan en Barcelona manteniendo el gusto por el
experimento. Bigas Luna, tras su
debut con la adaptación de una novela del personaje de Pepe Carvalho de Vázquez
Montalbán, Tatuaje (1976), un
ejercicio de iniciación con un tema comercial, encuentra su estilo con Bilbao (1978), un relato obsesivo, con
fotografía de tono cutre y una música expresiva de Kurt Weil y el “I feel love”
de Donna Summer. El protagonista es un sicópata reprimido y obsesionado por una
bailarina de “streep-tease” y prostituta. Es una película radical, irreverente,
en la que aparece el fetichismo y el erotismo abiertamente, aprovechando la
recuperada libertad del cine español. Indicativas de la propuesta de Bigas Luna
son sus palabras: “La secuencia que a mí
más me interesa de Bilbao es la que el protagonista compra un pez y una
salchicha y la introduce en la boca del pez. Me interesa porque aparte de que
me gusta estéticamente, es, en cierto sentido, un poco un coito y por otra
parte está el significado religioso que tiene el pez y el que tiene, desde un
punto de vista lúdico.
Un
nuevo concepto del cine trae Ventura Pons con Ocaña, retrat intermitent (978), desvelando
la vida de José Pérez Ocaña, travestí famoso que vestía de
andaluza por Las Ramblas y la Plaza Real. Fue un adelantado del teatro en la
calle y las “drag queens”, y además fue un aceptable pintor de vírgenes, santos
y mujeres con bata de cola. Ventura
Pons cuenta que en su primer encuentro en la casa de Ocaña le
pidió que le enseñase fotos suyas. Ocaña sacó un montón de una caja de zapatos,
donde las guardaba y Ventura
Pons se fijó en la foto en que iba vestida como las mujeres
antiguas de pueblo, por lo que le preguntó si le gustaba vestirse de vieja.
Ocaña le contestó: Yo siempre me visto de
mis recuerdos. Ventura Pons no dudó sobre la película que quería hacer: “Un retrato de la memoria, una confesión a la
cámara, intermitentemente interrumpido por el recuerdo reconstruido, mezclando
el travestismo, el “grand guignol”, el esperpento ibérico que, puede ser que,
sin saberlo, Ocaña llevaba dentro.
La escuela de Barcelona construyó su cine sobre innovadoras imágenes,
debidas en parte a Juan Amorós y Llorenç Soler.
10.7.- El nuevo cine se consolida
Estamos ya en otro plano. Los
nuevos directores buscan el contar historias con un estilo propio. La efervescencia de esta generación,
con formas y temas nuevos, se vio reforzada por jóvenes procedentes de la
producción filmada de TVE. Tienen en común haber completado su formación con la
realización de series y “TV movies” de gran calidad.
El hueso |
Pensar que se podía criticar el culto a la historia, lleva a Antonio Giménez Rico a realizar, El hueso (1968), desmitificador de un héroe castellano. En planos secuencia capta
la sicología de la burguesía burgalesa y retrata la vida provinciana con
personajes construidos con cariño, como los interpretados por Charo López y
Cassen, pero la censura rebajó la ironía de la crítica, con cambios en los
diálogos. Giménez Rico no se desmoralizó y con El cronicón (1969), realiza
una parodia de Colón y del descubrimiento de América, utilizando el tono de la
comedia musical de influencia británica. La homosexualidad sugerida de los
Pinzones y la falta de respeto a la historia horrorizó a los censores, que
cortaron sin piedad. Giménez Rico conoció más tarde el éxito de público al
adaptar a Miguel Delibes, Retrato de
familia (1977), visión de la Guerra Civil, contada por los que la hicieron
a la generación que les sucedió.
Tres noveles sorprenden montando tres
mediometrajes en un largometraje, Los
desafíos (1969), dominado por una tensión violenta y un tema común, la
relación entre hombres y mujeres. Claudio
Guerín trata la frustración y los celos en un matrimonio de actores, José Luís Egea la infidelidad entre
matrimonios, uno norteamericano y otro español y Víctor Erice, recrea el
clima lleno de sobresaltos en los juegos y charlas de unos jóvenes españoles,
norteamericanos y cubanos. José Luís
Borau, como productor favorece un cine libre con Mi querida señorita (1971) de
Jaime de Armiñán, quien trata con inteligencia el atractivo tema del cambio
de sexo, con una buena interpretación de José Luís López Vázquez.
Cuatro graduados de la EOC,
Miró, Gutiérrez Aragón. Olea y Erice, debutan con éxito. El gran estilo
demostrado en la realización de dramáticos en TVE por Pilar Miró se renueva en La
petición (1976). Con lenguaje directo y realista nos presenta a una joven
(Ana Belén) decidida a ascender en la escala social. Su estilo es crudo, cruel
y violento en El crimen de Cuenca (1979).
Dos trabajadores de un pueblo de Cuenca son acusados de haber asesinado a un
pastor. Pilar Miró tiene la valentía de denunciar las torturas a que fueron
sometidos por la Guardia
Civil para que se declarasen autores. Una cámara que se
desplaza con movimientos imperceptibles hace seguir todos los detalles de los
actos de tortura. Declarados culpables por su confesión, estuvieron en la
cárcel once años, hasta que se demostró su inocencia. Es una vigorosa condena
de la tortura y de los poderes fácticos. Un cine intimista y simbólico revela a
Manuel Gutiérrez Aragón en Habla mudita (1978). Un escritor
hastiado de su vida de éxito se refugia en las montañas del Norte y dedica su
vida a intentar que pueda hablar una sordomuda. En 1980, Gutiérrez Aragón
realiza Maravillas, la historia de un
soñador venido a menos y de su hija una chiquilla que descubre la vida en un
mundo próximo a los “quinquis”, a la vez que los sentimientos de su familia
judía.
Pedro
Olea
confiesa”: “Me atrae el melodrama y el
misterio. Me gusta contar historias, por lo que parto de novelas o busco la
colaboración de buenos guionistas, como Rafael Azcona, con quien escribí Pim,
Pam, Pum…fuego”. Inicia Olea su
carrera con Días de viejo color (1968) y
realiza una emotiva narración en Pim…Pam,
Pum… fuego” (1975), película
autorizada por la censura, pero que provocó un formidable escándalo por sus
temas, primero la corrupción y el estraperlo y segundo por ser la primera vez
que aparecía en el cine la existencia de los maquis, y además por la sugerencia
de la represión franquista. Transcurre al final de los años 40 y los personajes
son reconocibles, por lo que el escándalo fue mayor.
Sensibilidad, sutil composición de
encuadres, fantasía del relato y la magia en la imagen caracterizan El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice, una obra excepcional. En
la posguerra, años 40, en un pueblo castellano vive en un caserón una familia.
El padre (Frenando Fernán Gómez) cría abejas, símbolo de la vida gris de los
españoles. Sus dos hijas pequeñas ven una noche la película de Frankenstein,
que las impresiona. La desaparición y la iniciación al conocimiento de Ana,
narradas entre el misterio y la realidad, en la atmósfera sugerida de la
reciente Guerra Civil, construyen con ritmo pausado y suspense contenido un
sorprendente film que se percibe por los sentidos. Diez años más tarde Erice
realiza una nueva obra sobresaliente, El sur
(1983), relatando el traslado de una familia desde el sur al interior de
España por razones políticas, en un clima en el que se presiente la Guerra
Civil. Es un recorrido de la hija (Iciar Bollain) hacia el conocimiento del
padre (Omero Antoniutti). La película debía continuar con el regreso de la hija
al sur. Víctor Erice desmiente que estuviera compuesta de dos partes: “El plan de rodaje era de 81 días y solo
rodamos 41. Monté el material rodado con la promesa de que terminaríamos la
película, pero no fue así y falta parte de la historia y el final”. Tal
como quedó es excelente, pero podría haber sido aún más sorprendente y además
nunca conoceremos el final auténtico.
Un camino distinto
emprende Eloy de la Iglesia, autor
de culto, experto en la marginalidad, la homosexualidad, y los conflictos de
ideología durante el cambio al final del franquismo. Fue la bestia negra de la
censura por su temática y se convirtió en uno de los grandes autores de la
década de los70. Tiene un gran éxito de público con Techo de cristal (1970), con una buena actuación de Carmen Sevilla
en una mujer solitaria y con complejos, en la que alcanza De la Iglesia su
estilo. “Como no me interesaba mucho el
tema, dice Eloy de la Iglesia, aproveché
para explorar en la narrativa, conseguir un lenguaje de cámara fluido y solucionar
problemas como el de los monólogos, para los que se usa la voz en off, que no
me gusta y lo resolví de forma tampoco muy satisfactoria con Carmen Sevilla
hablando con el gato”. En los estertores de la censura termina, con pocos
cortes Los placeres ocultos (1975),
un mundo de prostitutas, navajeros, chulos y marginales en la historia de un
alto ejecutivo, homosexual declarado abiertamente.
Teñida de nostalgia, con la
atmósfera de la transición, Asignatura pendiente (1976) de José Luís Garci, y con los conflictos
de una generación que empieza a vivir en libertad, pero condicionada por su
formación anterior. José (José Sacristán) y Elena (Fiorella Faltoyano) tuvieron
relaciones en el tardo franquismo y se reencuentran en la Transición. La
moral de aquella época y la represión sexual les impidieron amarse físicamente
y aunque ambos están casados tratan de reiniciar una relación madura. Excelente
cinéfilo. José Luís Garci, rinde homenaje a Don Siegel y al cine policíaco
norteamericano en El crack (1981),
con nervio y ritmo similar al mejor cine de este género. La buena construcción
del protagonista, un detective, ex policía, al que interpreta Alfredo Landa con
brillantez, y el clima de fondo, el afán por el “pelotazo” y la corrupción de
finales de los70, son un acierto más.
La apertura permite la corriente de la tercera vía, liderada por el productor y
guionista José Luís Dibildos, con películas como Los nuevos españoles (1974) de Roberto
Bodegas. Esta corriente muestra el cambio social de España y la coyuntura
política y económica que se vivía. En Los
nuevos españoles cinco oficinistas pluriempleados son reciclados en
ejecutivos agresivos al quedarse su empresa una multinacional. Acostumbrado al
éxito de taquilla, Javier Aguirre cambia
y se aproxima al cine experimental con El
gran amor del Conde Drácula (1972), al desmitificar el personaje de Brian
Stoker. En el marco del castillo solitario de Transilvania, encontramos
vampiros, vampiresas, sangre, sadismo y erotismo. Tras esta relectura del
personaje de Drácula, Aguirre se dedicaría abiertamente al cine experimental, que
lideró con el nombre de “anti-cine” y del que Vida perra (1981), el monólogo interpretado por Esperanza Roy, es
una de sus obras más representativas.
En el campo
experimental se encuentra también Iván
Zulueta. Pintor, cartelista, especialista de música pop, fotógrafo de
“polaroid”, dirigió numerosos cortos experimentales. Debutó con una parodia del
Festival de Eurovisión al que se opone un grupo musical, Un, dos, tres al escondite inglés (1969). Dirigió un nuevo film,
hoy de culto, Arrebato (1979), protagonizado
por un director de cine, adicto a las drogas, al igual que su novia, Eusebio
Poncela y Cecilia Roth. El director emplea imágenes insólitas para descubrir el
arrebato, ese instante en que se pierde la noción del tiempo y aparece el
secreto de la creación.
La primera película de Jaime Chavarri es una crítica a la vida
familiar y a las relaciones fuera del grupo, inspirada en gran parte en su
propia familia, Viajes escolares (1973) y se consagra con una obra de escritura
muy elaborada sobre los Panero, El
desencanto (1976), que es una visión particular sobre el desplome de la
Dictadura a través de una familia de la burguesía provinciana venida a menos.
Jaime Chávarri se refiere a ambas películas: “En las dos quise contar que el poder de la familia es igual que el
poder del Estado o cualquier otro. Hay un momento en que tienes que romper o al
menos rebelarte contra esa tiranía. Para mí, contarlo era una cuestión de salud
mental”.
Basándose en la primera novela
de Eduardo Mendoza realiza Antonio Drove
La verdad sobre el caso Savolta (1979).
La acción transcurre en Barcelona durante la Dictadura de Primo de Rivera,
entre 1917 y 1923.Es la lucha entre los obreros anarquistas y los patronos de
la fábrica Savolta. Junto a este tema, hay una historia de ambición del poder y
de amor, pero Drove se centra básicamente en el mundo social y político que
emerge con los primeros pasos hacia el fascismo, como una forma de contener al
movimiento obrero. El mismo Drove afirma: “Los
métodos paternalistas de los patronos ya no sirven para enfrentarse a las
reivindicaciones obreras y las nuevas formas de negociación se basan en la
pistola fascista”.
Siguen nuevas incorporaciones. La visión de la posguerra por parte de Alfonso Ungría en El hombre oculto (1970) que tuvo un buen eco en la Mostra de
Venecia. Ricardo Franco se acercó al cine con El desastre de Anual, (1970) y consiguió un gran éxito con Pascual Duarte (1976), adaptación de la
novela de Camilo José Cela, exposición de la dureza de la lucha por la vida,
por conseguir comer, en un ambiente miserable en el que Pascual Duarte es el
prototipo de esta pobre gente, con reacciones violentas que le llevan a cometer
un crimen. Sus imágenes violentas y subyugantes le facilitaron una buena
acogida en el Festival de cine de Cannes.
Josefina Molina en Vera un cuento cruel (1972),
desarrolla el amor “fou” de un hidalgo que, muerta su esposa, construye su
vida, como si viviese. Y José Luís Cuerda dirige su primer
largometraje producido por TVE, Mala
racha (1977), una mirada sobre el mundo del boxeo, con Sancho Gracia. Diez
años más tarde Cuerda realizó una obra maestra de la comedia absurda, Amanece que no es poco (1988). En un
pueblo de “filósofos”, se suceden acontecimientos surrealistas, impregnados de
una comicidad irreverente y delirante.
Aportación de directores veteranos y de la industria
Son directores que dominan y aman su oficio de contar historias y capaces de innovar. José Luís Sáenz de Heredia es autor de una de las películas sobresalientes del cine español en esta etapa, una visión de la influencia de la radio en la vida social, Historias de la radio (1955), llena de frescura entrelaza perfectamente tres historias que forman un todo y hace sentir el valor de la radio en la sociedad y, con el paso del tiempo, es considerado cada vez más moderna. Otica de las películas españolas renovadoras está dirigida por José María Forqué, Atraco a las tres (1962), una feroz crítica de la sociedad de aquellos años, que se le escapó a la censura por su extraordinario humor negro. Pertenece al estilo de parodia del género de robos sofisticados y responde a un excelente guion de Pedro Masó, que contó con la colaboración de Vicente Coello y Rafael J. Salvia.
Pedro Lazaga destacó con una película comprometida, Cuerda de presos (1955) en la que hay
un nuevo lenguaje que él denomino aba
“cine telúrico. Prosiguió con un cine de autor, como Torrepartida (1967) o La fiel
infantería (1968) en la que se distancia del cine patriótico. Escribió
buenos guiones de comedia, muestra su
sabiduría cuando dirige una de ellas, La
ciudad no es para mí (1965). Juan Luis Galiardo me comentó que Lazaga era
el director que más le había impresionado durante el rodaje por su dominio de
la realización. La apertura, es aprovechada para un cine denominado de
“destape” por directores tradicionales y recién llegados a la dirección, como, Pedro Masó con Experiencia prematrimonial (1972) y hay un cine de acción de
proyección internacional con Antonio
Isasi Isasmendi, director de Estambul
65 (1965) y Las Vegas, 500 millones (1968)
y un buen cine de suspense, La Residencia
(1969) de Narciso Ibáñez Serrador.
La generación, que durante las décadas de los 50, 60 y 70, realizó un
cine pegado a la realidad española, con preocupación por encontrar una nueva
narrativa, sorteando la censura, no fue acompañada por un desarrollo de empresas productoras ni de un
marco industrial que garantizase su trabajo.