EL DESHIELO
SOVIÉTICO
Para conmemorar el X Aniversario de la Revolución de 1918 se encargaron
dos películas, una a Sergei M. Eisenstein, Octubre
(1927) y otra a Vsevolod Pudovkin, El
fin de San Petersburgo (1927). Eisenstein realizó un film coral, en el que
el protagonista es la masa de ciudadanos que toma el Palacio de Invierno,
utilizando un lenguaje innovador. Pudovkin muestra el acontecimiento desde el
punto de vista `sicológico de un ciudadano concienciado, con lenguaje, alejado del formalismo de
vanguardia. El Partido comunista eligió la película de Pudovkin para sus actos. El esplendor y la originalidad del cine ruso
y de sus teorías cinematográficas se habían ido apagando a medida que se
imponía el” “realismo socialista” en el cine. Nacionalizada la industria del
cine en 1919, el arte de vanguardia empezó a peligrar ya a mediados de los años
20. Los artistas del grupo LEF, entre los que se encontraban Eisenstein, Dziga
Vertov, Maiakowski o Pasternak reclamaron la independencia del arte en 1925
ante las presiones del Proletcult, aunque el clima inicial revolucionario de
los primeros tiempos había sintonizado con los creadores. En 1927, Stalin
consiguió eliminar a los izquierdistas, liderados por Trotsky. Stalin muere en
1953 y Nikita Kruschev es elegido Secretario General del Partido comunista. En
1956 denuncia ante el Congreso del PCUS los crímenes de Stalin y desarrolla su
política reformista. En 1964 Kruschev es destituido, acusándole de culto a la
personalidad y errores políticos y le sucede su colaborador, Leonid Brezhnev,
que interrumpe la flexibilización en política cultural.
Kruschev devolvió la posibilidad de tratar las relaciones personales
íntimas, reflejar la realidad auténtica y explorar el lenguaje. Así Cuando pasan las cigüeñas (1957) de Mijail Kalatozov, con una espléndida Tatiana Samoilova, ganadora de la Palma de Oro
de Cannes, es emblemática del cambio al relatar un triángulo amoroso en tiempos
de la Segunda
Guerra Mundial, alejada de de una visión heroica de la guerra, muestra su crueldad y el sufrimiento del pueblo ruso; innovando el lenguaje del cine con inteligentes movimientos de cámara. A continuación rodó un excelente drama entre geólogos, Tres hombres en una balsa (1959), cuya acción transcurre en Siberia. Triunfante la Revolución en Cuba se le encarga una película sobre la misma, Soy Cuba (1963), una coproducción cubana-soviética, con guión del poeta y director cubano, Enrique Pineda Barnet el escritor ruso, Yevgueni Yevtushenko, que no siendo bien recibida en su estreno, fue redescubierta unos años después convirtiéndose en una película admirada y mítica. Las películas de Grigory Chukhrai son ilustrativas del “deshielo”, como la nueva y
brillante versión de El Cuarenta y uno (1956).
Durante la guerra civil entre rusos rojos y blancos, una mujer, la mejor
tiradora de un comando rojo, debe custodiar en el desierto del Turquestán a un
oficial blanco prisionero. Ambos viven una historia de amor y al final el
prisionero intenta escapar y la mujer le mata. Desde 1927, que se rodó la
primera versión de esta novela de Boris Lavrenief, no se había visto en la
pantalla un oficial blanco simpático, poseedor de sentimientos humanos.
Balada del soldado |
Chukhrai dirigió también La balada del soldado (1959), con gran sensibilidad romántica, sobre los seis días de permiso de un joven soldado y su historia de amor con una muchacha. A Chukhrai no le interesa realizar una película de guerra, sino mostrar a los jóvenes en edad escolar que combatieron y evoca el horror de la guerra y el miedo que sienten los soldados en el combate. Tuvo un extraordinario éxito en Festivales y de público. Su siguiente película, Cielos despejados (1961) narra la historia de un piloto, héroe de la II Guerra Mundial, que fue hecho prisionero por los nazis y después , cuando regresa a casa es acusado de espionaje y traición, expulsado del Partido y priado de todas las condecoraciones.Una de las primeras películas que denuncian la represión que se instaló en la URSS. Tuvo dificultades con el Partido, pero su prestigio le salvó. Su siguiente película, Érase una vez un viejo y una vieja (There was a old cople, 1965), sobre una pareja de ancianos que, tras incendiarse su casa en una aldea de Ucreania, decide trasladarse a Siberia fue seleccionada por el Festival de Cannes. Chukhrai alterno su trabajo de profesor de dirección en la Escuela VGIK y la dirección de la Unidad de Film Experimental de Moscú con la dirección de películas que no superaron sus tres primeras obras.
Poema del mar |
El mítico Alexandr Dovzjenko, es uno de los pioneros del cine más destacados en la construcción del lenguaje del cine. Impresionan las imágenes yuxtapuesta de su primer largometraje, Zvenigora (1928) y poseen un poder hipnótico visual y lirismo sus dos siguientes películas basados en temas de Ucrania, Arsenal (1929) yTierra (1930). Dirigió solo siete largometrajes, dedicándose a producir y a escribir novelas y guiones, ya que no compartía la política estalinista con la que no se encontraba a gusto. Estuvo siempre vigilado durante los rodajes
para que no incurriese en “desviacionismo”, aunque pudo evadirse en Poema del mar (1958). Aparte de un canto
al koljos y a la tierra de Ucrania invadida por el agua, introdujo comunistas
cínicos y corruptos, que pronuncian frases cómo, “Sí, soy corrupto, pero soy un constructor del comunismo” o una
ministra torpe y absolutamente miope. Fallecido Dovzjenko antes de iniciarse el
rodaje, sobre su guion y notas de rodaje, fue terminada por su colaboradora y
esposa, la directora Yuliya Soltseva.
Desde el inicio de la era Brezhnev se
censuraron muchas películas. Su temática era comunista, pero debían desaparecer
las situaciones o personajes que identificaban estalinismo a fascismo, el
“pecado” del revisionismo e incluso los “excesos” formalistas. Uno de los
directores que vio perturbado su trabajo fue Tarkovski.
Andrei Rublev |
Andrei Tarkovski, hijo del poeta Arseni Tarkovski estudió
lengua y cultura arábiga, diplomándose en la Escuela de cine VGIK. Alcanzó la
fama con su primer largometraje, La
infancia de Iván (1962), premiado con el León de Oro en el Festival de cine
de Venecia, film lírico y tierno que relata las vicisitudes de un niño de doce
años que trabajó como espía, atravesando las trincheras para obtener
información de los alemanes. Con fuerte aliento poético, se desarrolla en un
plano infantil y otro de adultos, combina realidad y fantasía y alterna
presente, pasado y futuro. Cambia de estilo con su obra más famosa, Andréi Rublev (1966), que transcurre en los turbulentos años de las
invasiones tártaras en los siglos XIV y XV, cuando además los príncipes rusos
se enfrentaban a disputas familiares. El monje Andréi Rublev (Anatoli
Solonitsyn), pintor de iconos, el Giotto ruso, fue llamado para pintar los
frescos de la catedral de Santa María de la Asunción. Es una
crónica de la evolución espiritual de la época y del monje Rublev, de cuya vida
se sabe poco. Capta y reproduce su genio y la armonía de su estilo, una evolución
del arte bizantino, como muestra su obra maestra, la “Trinidad del Viejo
Testamento”. Seleccionada por el Festival Internacional de Cannes, fue enviada copia,
pero nada más llegar a Cannes, se recibió orden de devolverla a Moscú, alegando
errores históricos. Empezaron las dificultades de Tarkovski para salvar su
obra, aprovechando para escribir sobre teoría del cine en base a la experiencia
de su rodaje. Finalmente, en 1973 se autorizó el estreno de Andréi Rublev en el extranjero, había
tenido lugar un pase sin presencia oficial soviética en 1971 en el Festival de
Cannes y a continuación se envió a Festivales, entre ellos la Semana de Cine de
Barcelona.
Nostalgia |
Autorizado a rodar, Tarkovski dirigió Solaris (1972), sobre la novela del escritor polaco Stanislas Lem, comparado a Ray Bradbury, en unos momentos en que la URSS disputaba la carrera espacial. Solaris es un planeta formado por plasma oceánica, en realidad un gigantesco cerebro, con el que los investigadores de la nave espacial tratan de comunicarse, lo que les origina la aparición de fantasmas y desdoblamientos de las personas. El planeta-cerebro muestra el pasado vergonzoso que hay que aceptar para avanzar hacia el futuro. Problemas históricos y éticos de Rusia emergen, como en Rublev, en esta abstracta película, que levantó una fuerte polémica en la URSS. Goskino, el ente soviético para el cine aprobó otro proyecto de Tarkovski, El espejo (1975), un poema en imágenes que crea en el espectador sensaciones psicológicas y morales. Tiene un estilo abstracto, un montaje de atracciones y, a través de reflexiones, narra la historia de una familia, que ha vivido el estalinismo, la guerra y conocido muertes. Podría ser autobiográfica, y está contada con un orden cronológico y gran belleza visual. Bien recibida por las minorías, sin embargo los burócratas soviéticos la clasificaron en tercera categoría, lo que significaba pocas copias, escasa difusión, ninguna retribución para el director y casi siempre no realizar más, al considerar que se habían dilapidado fondos públicos. Solo por la intervención del Secretario General del PCUS, se le autorizó volver a rodar una película de bajo presupuesto, Stalker (1979), un tema en cierto modo de ciencia ficción. El protagonista, un líder iluminado, desarrolla sus convicciones humanitarias y se convierte en marginal, arruinando su vida y la de su familia. Esta película, más inteligible para los rectores del cine, le facilitó la coproducción ítalo-soviética, Nostalgia (1983), cuyo rodaje aprovechó para quedarse en Toscana exiliado. Mas tarde rodaría Sacrificio (1986), teniendo como argumento la fe, representada por un niño que riega un árbol seco. Es el testamento de Tarkovski y obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, poco antes de su prematura muerte.
La felocodad de Asia |
Pertenecientes a una familia
distinguida, sus padres destacados escritores, Andréi y su hermano menor m el director Nikita
Mikhalkov Konchalovski, llenan una página del cine soviético, firmando sus
películas con los dos apellidos o con cualquiera de ellos. La Escuela de cine
de Moscú, VGIK, formó a Andréi
Konchalovski. Colaboró con Tarkovski en la escritura de Andrei Rublev y aportó una temática
nueva intimista en la que observa a los personajes y describe sus sentimientos.
Había triunfado con un corto en Venecia, cuando dirige su primer largometraje, El primer maestro (1965), que confirma
un talento nuevo al que le preocupa la vida cotidiana. Un maestro de escuela
llega a un pequeño pueblo, donde no le hacen caso, salvo una chica huérfana a
quien le fascinan sus conocimientos. Andréi Konchalovski avanza en la descripción
de la realidad en La felicidad de Asia (1966),
historia de la joven Asia
(Iya Savina), que, embarazada, decide tener el hijo ella sola y al tiempo
relato de un triángulo amoroso. Se interpretó como una alegoría de la URSS, por
lo que estuvo prohibida veintidós años y se estrenó en 1988, con excelente
recepción por la crítica. Andréi Konchalovski se refugió en los clásicos y en la belleza formal.
Adapta a Turgueniev, Nido de nobles (1969)
y a través del rico Fiodr Lavretsky refleja el clima romántico de la burguesía
rusa. Con el mismo estilo realiza Tío
Vania (1970), la conocida obra de Chejov. Obtuvo un gran éxito
internacional con la épica Siberiada
(1979), que consiguió el Premio Especial del Jurado en Cannes y le facilitó su
traslado a EEUU, donde siguió una irregular carrera profesional.
Nikita Konchalovski no es más
innovador, pero sí más famoso, con éxitos de taquilla. Empezó como actor,
llegando a ser una estrella. Es el menor de los hermanos y también estudió en
la escuela VGK, realizando una buena primera película, En casa entre extraños (1974) sobre un episodio de la guerra entre
rojos y blancos en 1920 con ritmo de western. Su calidad la confirmo en Esclava del amor (1976), sobre el rodaje
de una película protagonizada por una estrella, admirada por rojos y blancos y
que es un pretexto para rodar escenas de la crueldad de los blancos. Nikita
Konchalovski representa el pensamiento ruso, defensor de los eslavos y del
papel de la URSS en la Segunda Guerra Mundial, alcanzando la fama internacional
con películas como Ojos negros (1987).
Nikita Konchalovski se refirió a su obra, con estas palabras: “De acuerdo con Stanislavski hay que buscar
siempre los aspectos positivos en los personajes más negativos y al revés. Para
mí lo importante es mostrar no solo
parcialmente a los hombres, sino como seres completos”.
El pequeño Iván contempla con admiración la
nieve deslumbrante y el original atuendo festivo de los campesinos Gazules,
montañeses ucranianos de los Cárpatos. Se celebra una fiesta religiosa en la
aldea, la gente llena la iglesia y se congrega bailando sobre la nieve. Suenan las
canciones. Así comienza Las sombras de
los antepasados olvidados (1965) dirigida por Serguei Paradjanov. Había realizado siete películas de estilo realista, pero Paradjanov
afirma que su obra empieza con Las
sombras de los antepasados olvidados, en la que descubre un lenguaje nuevo.
Tiene todavía un argumento convencional, ya que narra el amor de Iván (Ivan
Nikolachuk) por Marichka (Larisa Kadochnikova), de una familia enfrentada con la suya. La reyerta entre
las familias con la muerte del padre de Iván, la posterior muerte de Marichka,
el matrimonio de Iván con una rica campesina y la muerte de Iván en una pelea,
es la línea argumental. Lo importante son las imágenes de la aldea y el mundo
que la rodea, la pelea con la bella escena de los corceles ensangrentados, la
boda, el funeral, las costumbres, los gestos y actitudes tradicionales, los
ritos y las supersticiones. El color, recuerda mucho al Kandinsky figurativo de
su primera época y son significativas las formas de los utensilios
tradicionales y la melodía de las canciones populares. Se le ha comparado con
Dovzhenko, pero es más clara la relación con
autores que el propio Paradjanov reconoce como sus maestros, todo
Pasolini y Fellini del que alabó, en sus últimos años, Casanova
(1976), así como Y la nave va (1983).
“Con ‘Las
sombras de los antepasados olvidados’ encontré
mi tema y mi estilo, dijo Paradjanov. Me
atraen los problemas de las personas que se enfrentan con su pasado, con sus
ideas de pertenecer a una raza y a una
nación, con sus conceptos de Dios, el amor y la tragedia de vivir”.
Paradjanov fue desterrado a Armenia, donde rodó El color de la granada (1968), sobre el poeta Sayat Nova (Sofiko
Chiaureli, que interpreta a seis personajes, entre ellos el de musa). Otros
actores interpretan al poeta niño, anciano y monje. Es una serie de cuadros,
que forman cinco episodios. El diálogo es sustituido por poemas breves
recitados por Sayat Nova. Se mezcla vida, sueño y realidad con gran despliegue
de imaginación, hallazgos en el uso del color y en el empleo de la simbología
cristiana y supersticiones religiosas, consiguiendo una extraordinaria
originalidad poética y pictórica, en la que los movimientos agitados de la
cámara, alternan con encuadres estáticos. Rodé
en condiciones técnicas precarias. No disponía casi de medios, lo que por otra
parte contribuyó a lograr un tono primitivo, acorde con la aldea esteparia, que
elegimos para el rodaje. La película resulta como un joyero persa de gran belleza,
que al abrirlo queda al descubierto que su contenido es aún mucho más hermoso”,
confesó Paradjanov.
Las autoridades la censuraron y acusaron a Paradjanov de disidente y
homosexual, condenándole a cinco años en un campo de trabajos. Ni la intervención
de Tarkovski, resaltando la aportación de Paradjanov al cine, ni la de los
intelectuales europeos, de Godard, Truffaut y Buñuel a Fellini o Antonioni, le
salvaron de cumplir cuatro años y medio de condena. Hasta 1984 no pudo dirigir La leyenda de la fortaleza de Suram (1984),
codirigida con Dodo Abashidze. Recrea una leyenda sobre la construcción de esta
fortaleza en Georgia, que al alcanzar cierta altura se derrumbaba. Paradjanov
nos traslada a tiempos pasados y sus ricas culturas a través de episodios
llenos de autenticidad, dentro de su carácter mítico. Obra menor, sobresale por
el delirio de color y la belleza plástica de sus imágenes. Paradjanov realizó
aun una película muy innovadora, Ashib Kerb (1989), adaptación
libre de un relato de Lermontov, que aprovecha para profundizar en las
costumbres y huellas étnicas musulmanas en Azerbaiyán y a la vez hace una
reflexión sobre la condición del artista, siempre manipulado por el poder. La
película es una brillante sucesión de cuadros y escenas llenas de color, poemas
y canciones. Paradjanov acabó de liquidar el realismo socialista, como temían
los burócratas del ala ortodoxa del partido comunista.