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martes, 31 de julio de 2018



   
                                EL DESHIELO SOVIÉTICO

                                     La nueva ola rusa


Octubre

   

            Para conmemorar el X Aniversario de la Revolución de 1918 se encargaron dos películas, una a Sergei M. Eisenstein, Octubre (1927) y otra a Vsevolod Pudovkin, El fin de San Petersburgo (1927). Eisenstein realizó un film coral, en el que el protagonista es la masa de ciudadanos que toma el Palacio de Invierno, utilizando un lenguaje innovador. Pudovkin muestra el acontecimiento desde el punto de vista `sicológico de un ciudadano concienciado, con  lenguaje, alejado del formalismo de vanguardia. El Partido comunista eligió la película de Pudovkin para sus actos.  El esplendor y la originalidad del cine ruso y de sus teorías cinematográficas se habían ido apagando a medida que se imponía el” “realismo socialista” en el cine. Nacionalizada la industria del cine en 1919, el arte de vanguardia empezó a peligrar ya a mediados de los años 20. Los artistas del grupo LEF, entre los que se encontraban Eisenstein, Dziga Vertov, Maiakowski o Pasternak reclamaron la independencia del arte en 1925 ante las presiones del Proletcult, aunque el clima inicial revolucionario de los primeros tiempos había sintonizado con los creadores. En 1927, Stalin consiguió eliminar a los izquierdistas, liderados por Trotsky. Stalin muere en 1953 y Nikita Kruschev es elegido Secretario General del Partido comunista. En 1956 denuncia ante el Congreso del PCUS los crímenes de Stalin y desarrolla su política reformista. En 1964 Kruschev es destituido, acusándole de culto a la personalidad y errores políticos y le sucede su colaborador, Leonid Brezhnev, que interrumpe la flexibilización en política cultural.


Cuando pasan las cigüeñas

             Kruschev devolvió la posibilidad de tratar las relaciones personales íntimas, reflejar la realidad auténtica y explorar el lenguaje. Así Cuando pasan las cigüeñas (1957) de Mijail Kalatozov, con una espléndida Tatiana Samoilova, ganadora de la Palma de Oro de Cannes, es emblemática del cambio al relatar un triángulo amoroso en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, alejada de de una visión heroica de la guerra, muestra su crueldad y el sufrimiento del pueblo ruso; innovando el lenguaje del cine con inteligentes movimientos de cámara. A continuación rodó un excelente drama entre geólogos, Tres hombres en una balsa (1959), cuya acción transcurre en Siberia. Triunfante la Revolución en Cuba se le encarga una película sobre la misma, Soy Cuba (1963), una coproducción cubana-soviética, con guión del poeta y director cubano, Enrique Pineda Barnet  el escritor ruso, Yevgueni Yevtushenko, que no siendo bien recibida en su estreno, fue redescubierta unos años después convirtiéndose en una película admirada y mítica. Las películas de Grigory Chukhrai son ilustrativas del “deshielo”, como la nueva y brillante versión de El Cuarenta y uno (1956). Durante la guerra civil entre rusos rojos y blancos, una mujer, la mejor tiradora de un comando rojo, debe custodiar en el desierto del Turquestán a un oficial blanco prisionero. Ambos viven una historia de amor y al final el prisionero intenta escapar y la mujer le mata. Desde 1927, que se rodó la primera versión de esta novela de Boris Lavrenief, no se había visto en la pantalla un oficial blanco simpático, poseedor de sentimientos humanos. 


Balada del soldado


       
Chukhrai dirigió también La balada del soldado (1959), con gran sensibilidad romántica, sobre los seis días de permiso de un joven soldado y su historia de amor con una muchacha. A Chukhrai no le interesa realizar una película de guerra, sino mostrar a los jóvenes en edad escolar que combatieron y evoca el horror de la guerra y el miedo que sienten los soldados en el combate. Tuvo un extraordinario éxito en Festivales y de público. Su siguiente película, Cielos despejados  (1961) narra la historia de un piloto, héroe de la II Guerra Mundial, que fue hecho prisionero por los nazis y después , cuando regresa a casa es acusado de espionaje y traición, expulsado del Partido y priado de todas las condecoraciones.Una de las primeras películas que denuncian la represión que se instaló en la URSS. Tuvo dificultades con el Partido, pero su prestigio le salvó. Su siguiente película, Érase una vez un viejo y una vieja (There was a old cople, 1965), sobre una pareja de ancianos que, tras incendiarse su casa en una aldea de Ucreania, decide trasladarse a Siberia fue seleccionada por el Festival de CannesChukhrai alterno su trabajo de profesor de dirección en la Escuela VGIK y la dirección de la Unidad de Film Experimental de Moscú con la dirección de películas que no superaron sus tres primeras obras. 


Poema del mar

           El mítico Alexandr Dovzjenko, es uno de los pioneros del cine más destacados en la construcción del lenguaje del cine. Impresionan las imágenes yuxtapuesta de su primer largometraje, Zvenigora   (1928) y poseen un poder hipnótico visual y lirismo sus dos siguientes películas basados en temas de Ucrania, Arsenal (1929) yTierra  (1930). Dirigió solo siete largometrajes, dedicándose a producir y a escribir novelas y guiones, ya que no compartía la política estalinista con la que no se encontraba a gusto. Estuvo siempre vigilado durante los rodajes para que no incurriese en “desviacionismo”, aunque pudo evadirse en Poema del mar (1958). Aparte de un canto al koljos y a la tierra de Ucrania invadida por el agua, introdujo comunistas cínicos y corruptos, que pronuncian frases cómo, “Sí, soy corrupto, pero soy un constructor del comunismo” o una ministra torpe y absolutamente miope. Fallecido Dovzjenko antes de iniciarse el rodaje, sobre su guion y notas de rodaje, fue terminada por su colaboradora y esposa, la directora Yuliya Soltseva.

               Desde el inicio de la era Brezhnev se censuraron muchas películas. Su temática era comunista, pero debían desaparecer las situaciones o personajes que identificaban estalinismo a fascismo, el “pecado” del revisionismo e incluso los “excesos” formalistas. Uno de los directores que vio perturbado su trabajo fue Tarkovski.


Andrei Rublev


                  Andrei Tarkovski, hijo del poeta Arseni Tarkovski estudió lengua y cultura arábiga, diplomándose en la Escuela de cine VGIK. Alcanzó la fama con su primer largometraje, La infancia de Iván (1962), premiado con el León de Oro en el Festival de cine de Venecia, film lírico y tierno que relata las vicisitudes de un niño de doce años que trabajó como espía, atravesando las trincheras para obtener información de los alemanes. Con fuerte aliento poético, se desarrolla en un plano infantil y otro de adultos, combina realidad y fantasía y alterna presente, pasado y futuro. Cambia de estilo con su obra más famosa, Andréi Rublev (1966), que transcurre en los turbulentos años de las invasiones tártaras en los siglos XIV y XV, cuando además los príncipes rusos se enfrentaban a disputas familiares. El monje Andréi Rublev (Anatoli Solonitsyn), pintor de iconos, el Giotto ruso, fue llamado para pintar los frescos de la catedral de Santa María de la Asunción. Es una crónica de la evolución espiritual de la época y del monje Rublev, de cuya vida se sabe poco. Capta y reproduce su genio y la armonía de su estilo, una evolución del arte bizantino, como muestra su obra maestra, la “Trinidad del Viejo Testamento”. Seleccionada por el Festival Internacional de Cannes, fue enviada copia, pero nada más llegar a Cannes, se recibió orden de devolverla a Moscú, alegando errores históricos. Empezaron las dificultades de Tarkovski para salvar su obra, aprovechando para escribir sobre teoría del cine en base a la experiencia de su rodaje. Finalmente, en 1973 se autorizó el estreno de Andréi Rublev en el extranjero, había tenido lugar un pase sin presencia oficial soviética en 1971 en el Festival de Cannes y a continuación se envió a Festivales, entre ellos la Semana de Cine de Barcelona. 


Nostalgia


                Autorizado a rodar, Tarkovski dirigió Solaris (1972), sobre la novela del escritor polaco Stanislas Lem, comparado a Ray Bradbury, en unos momentos en que la URSS disputaba la carrera espacial. Solaris es un planeta formado por plasma oceánica, en realidad un gigantesco cerebro, con el que los investigadores de la nave espacial tratan de comunicarse, lo que les origina la aparición de fantasmas y desdoblamientos de las personas. El planeta-cerebro muestra el pasado vergonzoso que hay que aceptar para avanzar hacia el futuro. Problemas históricos y éticos de Rusia emergen, como en Rublev, en esta abstracta película, que levantó una fuerte polémica en la URSS. Goskino, el ente soviético para el cine aprobó otro proyecto de Tarkovski, El espejo (1975), un poema en imágenes que crea en el espectador sensaciones psicológicas y morales. Tiene un estilo abstracto, un montaje de atracciones y, a través de reflexiones, narra la historia de una familia, que ha vivido el estalinismo, la guerra y conocido muertes. Podría ser autobiográfica, y está contada con un orden cronológico y gran belleza visual. Bien recibida por las minorías, sin embargo los burócratas soviéticos la clasificaron en tercera categoría, lo que significaba pocas copias, escasa difusión, ninguna retribución para el director y casi siempre no realizar más, al considerar que se habían dilapidado fondos públicos. Solo por la intervención del Secretario General del PCUS, se le autorizó volver a rodar una película de bajo presupuesto, Stalker (1979), un tema en cierto modo de ciencia ficción. El protagonista, un líder iluminado, desarrolla sus convicciones humanitarias y se convierte en marginal, arruinando su vida y la de su familia. Esta película, más inteligible para los rectores del cine, le facilitó la coproducción ítalo-soviética, Nostalgia (1983), cuyo rodaje aprovechó para quedarse en Toscana exiliado. Mas tarde rodaría Sacrificio (1986), teniendo como argumento la fe, representada por un niño que riega un árbol seco. Es el testamento de Tarkovski y obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, poco antes de su prematura muerte.


La felocodad de Asia

    
               Pertenecientes a una familia distinguida, sus padres destacados escritores, Andréi y su hermano menor m el director Nikita Mikhalkov Konchalovski, llenan una página del cine soviético, firmando sus películas con los dos apellidos o con cualquiera de ellos. La Escuela de cine de Moscú, VGIK, formó a Andréi Konchalovski. Colaboró con Tarkovski en la escritura de Andrei Rublev y aportó una temática nueva intimista en la que observa a los personajes y describe sus sentimientos. Había triunfado con un corto en Venecia, cuando dirige su primer largometraje, El primer maestro (1965), que confirma un talento nuevo al que le preocupa la vida cotidiana. Un maestro de escuela llega a un pequeño pueblo, donde no le hacen caso, salvo una chica huérfana a quien le fascinan sus conocimientos. Andréi Konchalovski avanza en la descripción de la realidad en La felicidad de Asia (1966), historia de la joven Asia (Iya Savina), que, embarazada, decide tener el hijo ella sola y al tiempo relato de un triángulo amoroso. Se interpretó como una alegoría de la URSS, por lo que estuvo prohibida veintidós años y se estrenó en 1988, con excelente recepción por la crítica. Andréi Konchalovski se refugió en los clásicos y en la belleza formal. Adapta a Turgueniev, Nido de nobles (1969) y a través del rico Fiodr Lavretsky refleja el clima romántico de la burguesía rusa. Con el mismo estilo realiza Tío Vania (1970), la conocida obra de Chejov. Obtuvo un gran éxito internacional con la épica Siberiada (1979), que consiguió el Premio Especial del Jurado en Cannes y le facilitó su traslado a EEUU, donde siguió una irregular carrera profesional. 


  
La esclava del amor

     Nikita Konchalovski no es más innovador, pero sí más famoso, con éxitos de taquilla. Empezó como actor, llegando a ser una estrella. Es el menor de los hermanos y también estudió en la escuela VGK, realizando una buena primera película, En casa entre extraños (1974) sobre un episodio de la guerra entre rojos y blancos en 1920 con ritmo de western. Su calidad la confirmo en Esclava del amor (1976), sobre el rodaje de una película protagonizada por una estrella, admirada por rojos y blancos y que es un pretexto para rodar escenas de la crueldad de los blancos. Nikita Konchalovski representa el pensamiento ruso, defensor de los eslavos y del papel de la URSS en la Segunda Guerra Mundial, alcanzando la fama internacional con películas como Ojos negros (1987). Nikita Konchalovski se refirió a su obra, con estas palabras: “De acuerdo con Stanislavski hay que buscar siempre los aspectos positivos en los personajes más negativos y al revés. Para mí lo importante es mostrar  no solo parcialmente a los hombres, sino como seres completos”.


           
     
 El pequeño Iván contempla con admiración la nieve deslumbrante y el original atuendo festivo de los campesinos Gazules, montañeses ucranianos de los Cárpatos. Se celebra una fiesta religiosa en la aldea, la gente llena la iglesia y se congrega bailando sobre la nieve. Suenan las canciones. Así comienza Las sombras de los antepasados olvidados (1965) dirigida por Serguei Paradjanov. Había realizado siete películas de estilo realista, pero Paradjanov afirma que su obra empieza con Las sombras de los antepasados olvidados, en la que descubre un lenguaje nuevo. Tiene todavía un argumento convencional, ya que narra el amor de Iván (Ivan Nikolachuk) por Marichka (Larisa Kadochnikova), de una familia enfrentada con la suya. La reyerta entre las familias con la muerte del padre de Iván, la posterior muerte de Marichka, el matrimonio de Iván con una rica campesina y la muerte de Iván en una pelea, es la línea argumental. Lo importante son las imágenes de la aldea y el mundo que la rodea, la pelea con la bella escena de los corceles ensangrentados, la boda, el funeral, las costumbres, los gestos y actitudes tradicionales, los ritos y las supersticiones. El color, recuerda mucho al Kandinsky figurativo de su primera época y son significativas las formas de los utensilios tradicionales y la melodía de las canciones populares. Se le ha comparado con Dovzhenko, pero es más clara la relación con  autores que el propio Paradjanov reconoce como sus maestros, todo Pasolini y Fellini del que alabó, en sus últimos años,  Casanova (1976), así como Y la nave va (1983).

       ConLas sombras de los antepasados olvidadosencontré mi tema y mi estilo, dijo Paradjanov. Me atraen los problemas de las personas que se enfrentan con su pasado, con sus ideas de pertenecer  a una raza y a una nación, con sus conceptos de Dios, el amor y la tragedia de vivir”.


El color  de la granada


          Paradjanov fue desterrado a Armenia, donde rodó El color de la granada (1968), sobre el poeta Sayat Nova (Sofiko Chiaureli, que interpreta a seis personajes, entre ellos el de musa). Otros actores interpretan al poeta niño, anciano y monje. Es una serie de cuadros, que forman cinco episodios. El diálogo es sustituido por poemas breves recitados por Sayat Nova. Se mezcla vida, sueño y realidad con gran despliegue de imaginación, hallazgos en el uso del color y en el empleo de la simbología cristiana y supersticiones religiosas, consiguiendo una extraordinaria originalidad poética y pictórica, en la que los movimientos agitados de la cámara, alternan con encuadres estáticos. Rodé en condiciones técnicas precarias. No disponía casi de medios, lo que por otra parte contribuyó a lograr un tono primitivo, acorde con la aldea esteparia, que elegimos para el rodaje. La película resulta como un joyero persa de gran belleza, que al abrirlo queda al descubierto que su contenido es aún mucho más hermoso”, confesó Paradjanov.


         Las autoridades la censuraron y acusaron a Paradjanov de disidente y homosexual, condenándole a cinco años en un campo de trabajos. Ni la intervención de Tarkovski, resaltando la aportación de Paradjanov al cine, ni la de los intelectuales europeos, de Godard, Truffaut y Buñuel a Fellini o Antonioni, le salvaron de cumplir cuatro años y medio de condena. Hasta 1984 no pudo dirigir La leyenda de la fortaleza de Suram (1984), codirigida con Dodo Abashidze. Recrea una leyenda sobre la construcción de esta fortaleza en Georgia, que al alcanzar cierta altura se derrumbaba. Paradjanov nos traslada a tiempos pasados y sus ricas culturas a través de episodios llenos de autenticidad, dentro de su carácter mítico. Obra menor, sobresale por el delirio de color y la belleza plástica de sus imágenes. Paradjanov realizó aun  una película muy innovadora, Ashib Kerb (1989), adaptación libre de un relato de Lermontov, que aprovecha para profundizar en las costumbres y huellas étnicas musulmanas en Azerbaiyán y a la vez hace una reflexión sobre la condición del artista, siempre manipulado por el poder. La película es una brillante sucesión de cuadros y escenas llenas de color, poemas y canciones. Paradjanov acabó de liquidar el realismo socialista, como temían los burócratas del ala ortodoxa del partido comunista.

martes, 10 de julio de 2018





                           
                                                  FREE CINEMA
       
                                       Nuevo cine inglés


 
El quinteto de la muere


              Jóvenes autores de cortos y exigentes críticos de cine, liderados por Lindsay Anderson, Tony Richardson, Karel Reisz y John Schlesinger decidieron reflejar la realidad del país. Lo hicieron con un estilo propio, el “free cinema”. La revista “Sight and sound” reclamó un cambio en el cine inglés en 1955 y los jóvenes directores de cine se unieron a los “angry young men,” que solicitaban un cambio en el teatro. Recuperan el espíritu de la escuela inglesa del documental, impulsada por John Grierson, que agrupó a excelentes realizadores en Film Unit y compartieron esta escuela, entre otros, Paul Rotha, Basil Wright, el brasileño Alberto Cavalcanti e incluso se incorporó Robert Flaherty, director norteamericano que realizó Hombres de Aran (1934). El “free cinema” reacciona contra el cine convencional y tiene una visión crítica de los problemas humanos y sociales. Su estilo es mezcla documental y ficción, próximo a la “nouvelle vague” y al neorrealismo italiano. No olvidaron el ejemplo de la brillante comedia británica, realizada por directores, como Alexander Mackendrick, autor de El quinteto de la muerte, (1955), perteneciente a la “generación de los Estudios Ealing”, disuelta en 1955, al ser adquiridos estos estudios por la BBC, que los dedicó a la producción de series dramáticas.


Los primeros maestros

    
If...

    Violencia y revolución son los únicos actos puros. No hay nada mejor que una guerra equivocada”. Es uno de los mensajes sobre su credo filosófico escrito, por Mick (Malcolm McDowell), uno de los protagonistas de If…. (1968) de Lindsay Anderson. Mick pinta también imágenes de la libertad en las paredes, destacando la mirada desde un póster del Che Guevara. La línea argumental es sin duda revolucionaria, coincidiendo su rodaje con el Mayo francés, el auge de los "grafiti” contra la sociedad burguesa. “Writing in the wall” es la definición de Anderson de su película. Anderson había escrito numerosas críticas contra el cine convencional en “Sequence”, revista con la que colaboraron varios de los jóvenes y airados directores. Las prineras escenas de la película están rodadas con un cierto clasicismo, descubriendo las reglas arcaicas de un colegio inglés en el que empieza el curso. Hay la costumbre de que los veteranos tutelen a los recién llegados, inculcándoles la disciplina y el modo de hablar propio del colegio. Entre los métodos utilizados se encuentran los castigos, que aprovecha Anderson para denunciar la crueldad en la aparente fraternidad o la hipocresía moral ante la homosexualidad. El grupo de amigos de Mick se rebela, estallando una gran batalla final. Magnífica metáfora contra el “establishment”, con una visión romántica de la violencia juvenil. Anderson estructura la película en capítulos, sirviéndose del surrealismo para dar a conocer la realidad, así como del estilo de su admirado Humphey Jennings, documentalista que formó parte del grupo de Film Unit, eligiendo más tarde una vía surrealista y poética para mostrar la realidad, como en Un hombre de suerte (1972), sátira surrealista, pero sus largometrajes no tienen el valor de If…. Anderson había dirigido prodigiosos cortometrajes en sus principios, más tarde realizó documentales interesantes y destaca su libro para futuros directores “Making a film” y su inspirado libro “About John Ford”.


La soledad del corredor de fondo


          Otro de los grandes promotores del “free cinema” fue Tony Richardson, que compartió su pasión por el teatro y el cine. Es uno de los iniciadores de este movimiento habiendo codirigido con Karel Reisz, Monma d´ont allow (1955). Director de La soledad del corredor de fondo (1962), basada en el libro de relatos cortos de Alan Sillitoe, escritor posicionado también contra el sistema social. Un joven rebelde (Tom Courtenay), ha sido condenado a estar en un reformatorio por robar en una panadería. Hace deporte en el centro penitenciario y mientras corre, recuerda pasajes de su deprimente vida, sin perder su espíritu “anti-establishment”. Critica la sociedad, las costumbres e instituciones de la época, planteando una imprescindible reforma de la enseñanza. Anderson mueve la cámara con agilidad, inventa inteligentes flash-backs para contar la vida anterior del joven y emplea la fotografía en blanco y negro para captar la atmósfera de colinas, prados y bosques en que transcurre la acción. Dirige luego uno de los grandes éxitos del cine británico, Tom Jones (1963) sobre la novela de Henry Fielding y guion de su amigo John Osborne, protagonizada por Albert Finney y Susannah York, transcurre en el siglo XVIII y se consideró que era su mejor relato, aunque hoy resulta desfasada. Ya en EEUU obtiene otro éxito con The loved one (1966), adaptación de una novela de Evelyn Waugh, sobre un personaje (Robert Morse) que gana un billete de avión a Los Ángeles, conoce a su tío (John Gielgud), antiguo hombre fuerte en los estudios de Hollywood y sucesivamente traba relaciones con extravagantes personajes, interpretados por grandes actores, como Robert Morley o Dana Andrews.




       Karel Reisz, autor del influyente libro “La técnica del montaje”, crítico, colaboró con Anderson en la promoción del nuevo cine. Es director de alguna de las películas emblemáticas del “swinging Londres”, como Sábado noche, domingo mañana (1961), narra la vida de un joven inglés rebelde que trata de olvidar la rutina de su trabajo divirtiéndose los fines de semana, tratando los temas de la libertad sexual, el aborto y los triángulos amorosos propios de los 60 o Morgan, un caso clínico (1966), que refleja las ideas “underground” y aquel espíritu del Londres de los 60, relata la divertida historia de una joven, interpretada por una espléndida Vanessa Redgrave, que intenta divorciarse de su marido, un artista en el límite de la locura, con excéntricas ocurrencias, como su afición a los gorilas gigantes y a la guerrilla, como buen lector de Marx. Reisz une fantasía y realidad por medio de una insólita fotografía en blanco y negro y con la yuxtaposición de escenas, como la de Tarzán en la selva y los sueños del marido. Lanzado el “free cinema” busca nuevos caminos y sobre la vida de la bailarina Isadora Duncan realiza Isadora (1968). O El jugador (1974), que Karel Reisz rodó en Nueva York. “El juego es algo que me gusta hacer”, afirma Axel (James Caan), el protagonista del inteligente. Axel es un personaje que disfruta jugando y todo intento de descubrir motivos freudianos en la acomodada familia de Axel o aproximarlo a Dostoievski es equivocado. Reisz solo describe las acciones de un jugador compulsivo, con la filosofía de los jóvenes ingleses acerca de lo satisfactorio que es hacer lo inútil. Hacia el final de sus trabajos tiene un notable éxito con La mujer del teniente francés (1981) con Meryl Streep y Jeremy Irons, describe de manera paralela la pasión de dos actores y de los personajes que interpretan.


Leo el último


    Se inició, John Boorman, como crítico en revistas y radio, adquirió gran experiencia dirigiendo y produciendo documentales y trabajando en la BBC. Realiza dentro del “free cinema” el largometraje Catch us if you can (1965), protagonizado por un grupo musical. En EEUU obtiene gran éxito con un cine más convencional, pero de calidad, Infierno en el Pacífico (1968), un relato de la II Guerra Mundial con solo dos actores, Lee Marvin y Toshiro Mifune, un relato de supervivencia. Vuelto al Reino Unido realiza un nuevo film dentro de los cánones del “free cinema”, aunque con influencias de Fellini. “No has cambiado el mundo”, comenta uno de los líderes del barrio a Leo y este responde, “Pero he cambiado el barrio”. La original película del antiguo documentalista John Boorman, Leo, el último (1969) tuvo un notable impacto por su estilo y valores subversivos. Boorman inicia la película en tono de comedia y la termina con una guerrilla urbana violenta, dos géneros que le atraen. Leo (Marcelo Mastroianni en un personaje tímido y sensible) es el heredero de una monarquía europea destronada, que regresa a su mansión de Londres, ahora rodeada por un barrio en el que son mayoría los negros. Su novia y algunos nostálgicos preparan una contrarrevolución desde la mansión. La afición de Leo a la ornitología le hace observar a sus vecinos como si fuesen pájaros, descubriendo su vida miserable. Boorman hace una demostración de objetivos de cámara en esas observaciones. La decisión de una de las familias de convertir en prostituta a su hija (la brillante y sexual Glenna Forster Jones) le decide a intervenir ayudando a los negros. En la última escena los burgueses, refugiados en la mansión, sucumben al asalto de los negros liderados por Leo. Película, aparentemente enigmática, presenta el dilema y las contradicciones del hombre actual, apostando por una nueva sociedad, con una expresión formal de indudable brillantez. Vuelto a EEUU encadena los éxitos desde Defensa (Deliverance, 1972) un atractivo thriller.


Domingo, maldto domingo


              John Schlesinger   empieza su carrera como actor, luego documentalista en BBC y autor de películas de temas urbanos e irónicos sobre la “jet society”. Alcanza el reconocimiento internacional con el relato de una modelo dispuesta a triunfar saltándose los principios morales, Darling (1965) con Laurence Harvey, Dirk Bogarde y Julie Christie. A continuación, tiene otro éxito internacional, Cowboy a medianoche (1969), con John Voight y Dustin Hoffman, un joven tejano quiere triunfar como cowboy y termina de gigolo en Nueva York donde encontramos a un timador. Refleja el cambio social coincidente con el “free cinema”, que tenía lugar en Inglaterra, en Domingo, maldito domingo (1971), su tratamiento del drama de un triángulo, en el que también aparece la homosexualidad, corresponde a la libertad sexual de los 60. Un joven diseñador y escultor (Murray Head) comparte sus relaciones sexuales con un médico judío (Peter Finch) y una ejecutiva de una asesoría (Glenda Jackson). A su vez Peter Finch y Glenda Jackson se conocen a través de amigos comunes, pero sus relaciones no avanzan porque ambos temen perder al joven diseñador. Sin embargo, el joven diseñador decide irse de Londres y el médico judío y la ejecutiva se encuentran frente a frente. Interesantes aspectos sociales y excelente construcción de los personajes de la ejecutiva dominada por la frustración y del médico judío reprimido por su religión. Conserva su prestigio hasta su última película,  De repente, un extraño  (1990), inteligente  suspense en la vida cotidiana.

Atmósfera psicodélica


El submarino amarillo


       A la estética del “free cinema” pertenece Blow up, deseo de una mañana de verano (1966), en la que Antonioni se acerca a la juventud y al ritmo moderno de Londres, juega con fantasía y realidad en unos sugerentes decorados del “swinging “Londres, en unos años libres y modernos, sus intérpretes son David Hemmings y Vanessa Redgrave. No hay línea argumental clara, el significado sobre la alienación producida por el mundo moderno se crea por medio de bellas imágenes que conducen a los personajes a la nada. La música, la felicidad y el amor, o sea los ideales de estos años son destacados, en Pepperland, por los Esbirros Azules en Submarino amarillo (1968). El director George Dunning, formado con Norman McLaren, supervisó a doscientos animadores, en este relato en la línea de Lewis Carrol, cáustico y genial. En un submarino amarillo los Beatles acuden en auxilio de Pepperland, en un viaje, que se convierte en una apoteosis cromática al atravesar sorprendentes mares y encontrase con diversos personajes inesperados, como Shakespeare, Moisés o Humphrey Bogart. Los Beatles vencen con el fondo musical de "All you need is love”. Tuvo gran influenci


Proximidad norteamericana

 La proximidad del cine norteamericano e inglés permite que directores de EEUU realicen algunas de las películas representativas de este periodo, Richard Lester y Joseph Losey. Los Beatle admiraban al director norteamericano Lester y cuando les ofrecieron una película le propusieron como director. Lester realizó un manifiesto del arte pop, Que noche la de aquel día (1964) en el que se describe un viaje de Liverpool a Londres de los Beatles para actuar en un show de televisión. Tiene gran número de gags visuales, humor absurdo y el brillo de Londres. Asimismo, Lester, en El Knack y cómo conseguirlo (1965) vuelve a derrochar gags visuales y crea un caleidoscopio del "swinging” Londres”, al contar la historia de un joven maestro, al que falto de sexo, un amigo de extraordinario éxito con las mujeres le aconseja que alquile una habitación de su casa a un extrovertido ligón, aunque al fin la habitación la ocupa un pintor obsesionado por el blanco y surge una ingenua muchacha que busca una Asociación de mujeres católicas. El joven hace todo lo posible para conocer el secreto de las mujeres e incluso el pintor le ayuda a buscar una gran cama en un basurero con la que atraviesan toda la ciudad, en una de las muchas delirantes y divertidas secuencias. El “knack” es el talento para conquistar mujeres. Realiza una nueva película con los Beatles, Help (1965), igualmente enloquecida como la anterior y representativa del mundo pop. En San Francisco dirige Petulia (1968) con Julie Christie, película de culto en su tiempo por representar el espíritu libre de los 60 y el mundo hippie.


El mensajero


         Losey encontró refugio en Inglaterra para escapar de la persecución del “maccarthismo” y consiguió una de sus obras maestras con la efectista y melodramática, El sirviente (1963), sobre un guion de Harold Pinter. Responde a la corriente que en Inglaterra ponía en discusión las diferencias de clase. Un rico aristócrata y decadente (James Fox) es absorbido y manipulado por su sirviente (Dirk Bogarde). Al tiempo que crítica social, es un drama sobre el deseo de dominación del hombre sobre otros seres humanos. Losey en Modesty Blaise (1966) se adapta a la cultura del “comic” y al arte pop, contando las aventuras de una agente secreta británica (Monica Vitti) y su ayudante (Terence Stamp), que facilitan un cargamento de brillantes a un jeque árabe, enfrentándose a Gabriel (Dirk Bogarde), que habita en el castillo “Pop-art”. Es una película de aquel momento. Realiza a continuación dos de sus mejore películas, Accidente (1967), adaptación de la novela de Nicholas Mosley, guion de Harold Pinter, cuya acción sucede en Oxford y crítica la alta sociedad y los convencionalismos, que Losey transmite por la fuerza de su construcción creativa. Losey alcanza la perfección captando el mundo “eduardiano” y el problema de las clases sociales en El mensajero (1970), basándose en una novela de L.P. Hartley, adaptada por Harold Pinter. Leo, un niño de 12 años, se convierte en mensajero de notas de amor entre una aristócrata, Marian (Julie Christie) y un granjero (Alan Bates), en un relato dramático lleno de sutilezas. Leo, pertenece a la clase media y se encuentra en una mansión aristocrática invitado por un compañero de escuela, que se enferma, ocupándose Marian de Leo. La película está contada en flash-backs de Leo mayor y en el final se mezclan recuerdos y tiempo real, cuando Leo comprende sus acciones de niño. Leo dice “el pasado es un país extranjero, en el que las cosas son diferentes”.



Here we go roud the Mulberry Bush

     El estilo de Clive Donner participa del puro espíritu del “free cinema”, Bristol es una ciudad del norte de Inglaterra, sin minas de carbón ni industrias, dedicada al cultivo de la tierra y a fabricar cigarrillos. Es el lugar elegido por Clive Donner para Ráfagas de violencia (1962), una historia de grupos juveniles, próximos a la delincuencia, muy extendida entre los jóvenes de la zona, que impulsó al Duque de Edimburgo a desarrollar un Programa de entretenimiento alternativo para la juventud. Clive Donner utiliza la canción pop, y el ambiente de liberación de las costumbres, para contar la historia. Un grupo de jóvenes aficionados a la moto y la música, que realizan actos poco sociales. Clive Donner se inserta en la modernidad de Londres con Here we go round the Mulberry Bush (1967) inspirándose en la liberación sexual de la época a través de la fantasía de Jamie (Barry Evans), quien se cree un Don Juan. Jamie tiene encuentros con sucesivas chicas, descubriendo que ninguna comparte sus intenciones sexuales. Hay una divertida orgía, un baile musical de camas y unas atractivas escenas de desnudo de la dulce Mary (Judy Geeson), chica que era en su opinión inalcanzable, con la que paradójicamente pierde su virginidad. Muy brillantes los títulos de crédito, con efectos psicodélicos.


Tendencia realista


Family life

       El interés por temas sociales y la cotidianidad prendió en varios directores ingleses, entre los que destaca Ken Loach, perfecto representante del British social realism y, concretamente, desarrolla la corriente “kitchen sink drama”, que transcurre desde finales de los 50 y principios de los 60, describiendo la vida doméstica de la clase obrera, normalmente protagonizada por un joven airado. Hay ejemplos tanto en televisión, como en cine,” iniciada por películas como Sábado noche, domingo mañana. Loach aporta un realismo naturalista al realizar Family life (1971). Unos padres autoritarios pretenden que su hija embarazada aborte. La rebeldía de la joven es aprovechada para internarla un hospital psiquiátrico, en el que encuentra la misma incomprensión. La película termina en este hospital donde la joven (Sandy Radcliff), en estado de absoluta pasividad, es mostrada a los estudiantes de psiquiatría, mientras un doctor expone fríamente su caso. Loach busca la realidad espontánea, aunque todas las escenas están ensayadas y escritas previamente y, a la vez, crea una interrelación natural entre los actores, que aumenta la sensación de autenticidad. Dentro del realismo ha cultivado diversos géneros, un buen thriller político, Agenda oculta (1990), o la comedia social, Riff-Raff (1991). Es uno de los directores ingleses más premiado, ganando recientemente dos Palmas de Oro en Cannes, El viento que agita la cebada (2006) y Yo, Daniel Blake (2016).



El funcionario desnudo
 
                                                                                                 A la misma tradición realista pertenece Jack Gold, autor fundamentalmente de televisión que se reveló con el mediometraje The visit (1959), la visita de una pareja a sus padres en la que hay escenas en tiempo real y se prestigiò como realizador con la serie Call the gun expert (1964), sobre un especialista en modificar y arreglar armas de fuego, que fue utilizado incluso por Scotland Yard. La temática dl ·free cinema” aparece también en El funcionario desnudo (1975), autobiografía de Questin Crisp (John Hurt), quien en la Inglaterra de los años 20 decidió vivir de acuerdo con su naturaleza, en una cruzada personal durante medio siglo. Tiene momentos que recuerdan las mejores comedias de los Estudios Ealing y pasajes de gran patetismo, originados por una sociedad anclada en viejos principios. Hay muchas anécdotas reales de Questin, un joven pelirrojo, que se atrevió a defender su homosexualidad, frente al conformismo. Obtuvo por su calidad numerosos premios y fue película de culto en los festivales de cine gay.


El equívoco


     Un director de relieve, uno de los grandes del cine inglés, hoy olvidado, Alan Bridges, es autor con una poesía íntima y de gran sensibilidad, c0mo vemos en una de las obras más elegantes, El equívoco (1972). Pone de manifiesto la crueldad de las diferencias entre clases sociales. Lady Franklin (Sarah Miles), deprimida por la muerte de su marido, sale de la clínica donde le espera un chófer, Steve (Robert Shaw)
con un Daimler. Entre ambos surge una viva simpatía. Más adelante Lady Franklin utiliza de nuevo los servicios de Steve, se sienta a su lado y le comenta que las barreras sociales deben desaparecer. Lady Franklin conoce al jefe de Steve, el capitán Cantrip (Peter Egam), ambicioso político, con el que se relaciona. Steve declara su amor a Lady Franklin, quien no se decide a aceptarlo. Steve estrella contra un muro el Daimler símbolo de su condición de sirviente. Es una brillante adaptación de la novela de L. P. Hartley que capta la atmósfera inglesa de 1923, creando un emotivo relato de una sociedad ya superada. El mismo estilo en El retorno del soldado (1982), el tema del sexo y las clases sociales. Un capitán (Alan Bates) regresa de la II Guerra Mundial con la mente trastornada, no reconoce bien a su distinguida esposa (Julie Christie) y confiesa su atracción por una mujer de clase baja (Glenda Jackson). Un delicado prodigio de tratamiento de los sentimientos.


Lawrence de Arabia



       El cine inglés contó en esta época con directores, que han sabido conquistar un público amplio con un cine de género, aunque original y de calidad, entre los que destacan, David Lean, Ken Annakin, Guy Hamilton o Richard Attenborough. Tras un largo periodo de formación en las técnicas de cámara y montaje, David Lean, consiguió un éxito artístico con la adaptación de una obra de Noel Coward, Breve encuentro (1945), llena de matices y de hallazgos para crear la atmósfera, con multitud de detalles, como el paso de los trenes rápidos o los relojes. Transcurre la mayor parte en el bar de una pequeña estación y narra el amor que surge entre una mujer casada y un doctor de la localidad, en un tiempo en que tanto el divorcio como el adulterio no eran admitidos por la sociedad. Inclinado por el cine de aventuras y bélico obtiene un éxito mundial con El puente sobre el río Kwai (1957), el relato de la construcción de un puente en Birmania por ingleses prisioneros de los japoneses, que aceptan trabajar para conservar su moral, mientras que irónicamente otros agentes británicos tratan de volarlo. Y consigue un nuevo éxito con Lawrence de Arabia (1962), las aventuras militares y políticas de este enigmático oficial británico, que estuvo al frente de los beduinos en su lucha contra los turcos con la ilusión de crear un gran Estado árabe, en el Oriente Medio, durante la Primera Guerra Mundial. Su dominio de las superproducciones la demostró una vez más en Doctor Zhivago (1965), la adaptación de la novela de Boris Pasternak.  Tras esta película abrió un largo paréntesis en su carrera.  



      Ken Annakin dirigió películas espectaculares y de calidad. Aquellos chalados en sus locos cacharros (1965), posee un eficaz tono documental, recreando un “rally” organizado, en 1910, para cruzar el Canal de la Mancha de Londres a París. La rivalidad de los pilotos, una historia de amor, con la sugerente Sarah Miles y el atractivo del vuelo construyen un original y divertido film, con unos atractivos títulos de crédito en animación y un prólogo sobre la aviación en el que el popular Red Skelton hace un "cameo” de gran comicidad. Guy Hamilton había sido ayudante de Carol Reed, demostrado su habilidad en el cine bélico, triunfa con James Bond, participando en esta saga con otras tres películas, a partir de James Bond contra Goldfinger (1964). Gracias a la obra de Hamilton se hace más famoso el agente creado por Ian Lancaster Fleming, ideando una máquina perfecta para llegar al público, a cuya fascinación ayuda el intérprete, Sean Connery. Y Richard Attenborough alcanza con Oh, what a lovely war (1969) una fantasía musical sobre la Primera Guerra Mundial con una sobresaliente participación de numerosos actores, encabezados por Maggie Smith, Dirk Bogarde, John Gielgud y John Mills. Estructurada sobre populares canciones de la I Guerra Mundial, sus lugares emblemáticos y un cierto criticismo de la forma en que se llevó la guerra.


Women in love



         Los libres años 60 tienen un notable representante en Ken Russell, formado en la BBC dirigiendo biografías de compositores. Irrumpió en el cine con su preocupación por el sexo, la música y los temas religiosos, junto a un deseo de innovación formal, que llevó a la crítica a compararle con Orson Welles. Conquista al público y alcanza el éxito artístico con Women in love (1969), obra plena de sensualidad, vitalismo y la sensación física del amor, características del escritor D.H. Lawrence, autor de la novela adaptada por Russell. Dos hermanas, Gudrum (Glenda Jackson), escultora, y Úrsula (Jennie Linden), maestra de escuela, en una aldea de los Midlands en 1920, descubrirán el amor y el sexo al establecer interesantes relaciones con dos jóvenes amigos, Rupert (Alan Bates) y Gerald (Oliver Reed).  Posee gran belleza visual, apoyada por una brillante música y escenas imborrables, como el descenso de Gudrum por las ramas de un árbol, mientras Úrsula canta, o la de Úrsula desnuda girando en torno a Rupert. Russell, como Lawrence, explora la relación hombre-mujer, y las relaciones mujer-mujer y hombre-hombre. En la Navidad de 1876, Piotr Ilich Chaikovski (Richard Chamberlain), recorre las calles nevadas de Moscú con su amigo íntimo, el conde Chiluvski, cruzándose con personajes clave en su vida. Ken Russell elige, como estructura narrativa, contar la intensa vida de Chaikovski a través de sus encuentros con las  personas decisivas en su vida y utilizar expresivamente la música en Music lovers (1971). Chaikovski escapa de su conducta, teñida en su juventud de homosexualidad, triunfa como músico y su vanidad le lleva a casarse con Nina Milukova (Glenda Jackson), una joven apasionada. Chaikovski se enamora platónicamente de la señora Von Meck, mecenas de alguna de sus obras., pero el Conde Chiluvski revela a la señora Von Meck la vida íntima del compositor y ésta le abandona. Empieza la tragedia de Chaikovski, quien muere a los 53 años, por beber deliberadamente un vaso de agua contaminada, según Russell. Music lovers narrada con la cámara en movimiento constante, consigue un ritmo que traduce la angustia y la desesperación. El tono evoca la oscuridad de los sueños y la música aparece como línea argumental. Russell emplea la fantasía para contar la vida de Gustav Mahler, en Mahler (1974). Posee una gran belleza musical y extraordinarios decorados y vestuario, estando estructurada en flash-backs durante el viaje de regreso, en ferrocarril a Viena de Mahler (Robert Powell) acompañado por su esposa Alma (Geogina Hale), tras una etapa de conciertos y óperas en Nueva York. Mahler de aspecto enfermizo evoca pasajes de su vida. La película tiene valores realistas, al lado de alucinaciones, de los que emerge la personalidad de Mahler para quien la vida fue un campo plagado de minas. Russell no debía haber insistido en sus ideas sobre utilización de la música como lenguaje expresivo. Sin embargo, realizó Lisztomania (1975), una notable extravagancia con un Liszt tratado desde la estética pop. Ningún comentario expresa mejor esta obstinación de Russell, que la frase de Oscar Wilde: "El hombre mata lo que ama”. Tras este fracaso Russell reanudaría en sus películas el modelo de su obra maestra, Women in love.