EL CINE Y LA PRIMAVERA DE PRAGA
NOVA VILNA. NUEVA OLA
En febrero del 48 los comunistas dieron el
golpe de Praga y tomaron el poder. El Gobierno de Antonin Novotny, 1957-1968, debido a las grandes dificultades económicas se vio
obligado a concesiones, aprovechadas por los intelectuales y cineastas.
Se había creado la Facultad de Cine y Televisión (FAMU), de la que salieron los
profesionales de la nueva ola, y se fundó el Festival Internacional de Cine en
Mariánské Láne, trasladado a Karlovy Vary, el festival de mayor importancia de
los países comunistas, junto al de Moscú. La censura comunista obligó al
talento de los cineastas checoslovacos a buscar alternativas: Karel Zeman
alcanzó un prestigio internacional para la animación checoslovaca, Jiri Trnca
renovó el cine de marionetas y Alfred Radock inventó con éxito el espectáculo
de la Linterna Mágica, combinando cine, teatro y danza. A finales de los 50 se
inició una leve apertura. Esta relativa libertad facilitó la aparición de la
nueva ola del cine, que se convirtió en la conciencia nacional. En febrero de
1968 fue nombrado al frente del Gobierno, el reformista Aleksander Dubcek,
miembro de la corriente favorable a un “socialismo de rostro humano”. Dubcek
restableció el libre mercado, la libertad de expresión y la libertad de prensa,
impulsoras de la “Primavera de Praga” o “revolución de terciopelo”, de breve
duración, ya que en agosto Checoslovaquia fue invadida por las tropas
soviéticas y las de sus socios del Pacto de Varsovia, exceptuando las de
Rumania. Terminó la nueva ola, algunos directores tuvieron que exiliarse, a
otros se les prohibió rodar y muchas películas fueron censuradas. Sin embargo,
el “realismo socialista” ya no volvería al cine checoslovaco. Los directores pertenecían
a la misma generación, alumnos de la escuela FAMU, autores de cortos y
mediometrajes y todos críticos de la realidad. Ahí terminan las coincidencias,
ya que la preocupación por la forma les hizo buscar un estilo propio a cada
uno. Entre los más conocidos internacionalmente están Milos Forman, Jerzy
Menzel, Jaromil Jires, Vera Chytilová, Jan Némec e Ivan Passer, aunque son
muchos los autores destacados. La mayoría de estos directores rodaron sus
primeros largometrajes en 1963, adquiriendo un reconocimiento internacional
inmediatamente. <destacamos los más significativos, aunque muchos cuentan con películas significativas.
Al fuego bomberos |
Milos Forman trabajó como ayudante de
dirección de Martin Fric, y había realizado dos mediometrajes creativos sobre
bandas musicales, cuando dirige su primer largometraje, Pedro, el negro (1963) contando el primer día de trabajo de un
joven de 17 años, Ptr (Ladislav Jakin), que vuelve a su casa con la sensación
de inutilidad. Un “teenager”, que choca con la imagen oficialista. Posee un
estilo directo, naturalidad dentro del realismo crítico y sentido irónico,
presentes también en sus obras posteriores. De nuevo trata la vida de los
jóvenes en Los amores de una rubia (1965).
Andulla (Hanna Brejchová), una adolescente que vive en una pequeña localidad, a
la que llega una banda juvenil, vive una noche de amor con uno de los músicos,
Milda (Vladimir Pucholt), enamorándose del brillante músico. Milda ha tenido
solo una aventura, mientras que para Andulla ha sido el amor de su vida. El baile de los bomberos, conocido
también como ¡Al fuego, bomberos! (1967),
impresionó a los checoslovacos y triunfó internacionalmente. El Comité de Baile
de los Bomberos, en una pequeña localidad, prepara su fiesta anual, que tiene
como acto central la entrega del Hacha de Oro a su Presidente de Honor, el
antiguo jefe de los bomberos, ya retirado, Vrana (Vaclav Stokel). Han
organizado una Tómbola, de la que, pese a la vigilancia, desaparecen todos los
regalos. El concurso para elegir la Reina de la Belleza fracasa. Llega el aviso
del incendiado de la casa del anciano Havelka (Josef Svelt) y unos bomberos, un
poco bebidos van a apagar el fuego, sin que la fiesta se interrumpa. Tiene
lugar la entrega a Vrana del trofeo, pero el estuche está vacío. La casa del
anciano Havelka ha quedado destruida salvándose unas sillas, la mesa y una
cama. Havelka siente frío y se acerca a calentarse con las brasas de la casa y
luego se acerca a su cama ya ocupada por un hombre con el que tiene que
compartirla. El baile de los bomveros es
una comedia de errores, y a la vez una dura crítica a la burocracia. Los
personajes rebosan humanidad y sus actos
terminan siempre frustrados, con un estilo próximo al de Rafael Azcona.
Un humor de situaciones y una ironía inteligente. Esta sátira del sistema
comunista irritó a las autoridades, que acabada la Primavera de Praga
dificultaron el trabajo de Forman, que decidió exiliarse a EEUU, aunque no
olvidó a su país, “Llevo la huella de
Checoslovaquia, donde padecí la terrible invasión nazi y la represión comunista,
ha afirmado Milos Forman. Mis padres
murieron en Auschwitz. Nunca me faltarán fuerzas para oponerme a la
intolerancia”. En EEUU alcanzó notables éxitos, como Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) y Amadeus (1984).
Cambió la forma y el contenido del
cine, Jaromil Jires, que alentó
incluso una nueva estructura narrativa. Diplomado de la FAMU, realiza
destacados cortos y documentales, como El
salón de los Pasos Perdidos (1960). El presente, el pasado y el futuro
están entrelazados en su primer largometraje, El grito (1963), definiendo el estilo de su obra. El día que
espera a su primer hijo, el matrimonio formado por Ivana (Eva Lilianová) y Slavek
(Josef Abrhan) recuerda, cada uno por su cuenta, sucesos de su vida. Combina
documental, ficción y escenas tomadas con cámara oculta. “Todas las experiencias personales tienen relación con acontecimientos
mundiales, hoy día”, indicó Jaromil Jires satisfecho del éxito
internacional. Las novelas de Milan Kundera son difíciles de adaptar al
lenguaje del cine por la abundancia de monólogos y cambios de tiempo y lugar.
Jires consiguió una obra de arte adaptando
La broma (1968). El protagonista, Ludvik (Josef Somr) tiene una novia,
furibunda comunista en la etapa estalinista. Un día a Ludvik se le ocurre
escribirle una postal en la que bromeando le dice, “El optimismo es el opio del pueblo. Viva Trotsky”. La chica lleva
la postal al Partido, que abre un proceso a Ludvyk, a quien se expulsa de la
Universidad y es condenado a siete años de trabajos forzados por trotskista. La
película se inicia cuando Ludvyk es ya un científico de éxito, al que le
asaltan los recuerdos de su juventud. Ludvyk, vive obsesionado y se le ocurre,
como venganza, seducir a la esposa del que presidió su juicio. En esta ocasión
la vida le gasta a él la broma, ya que el marido está separado. El único que
siente lo ocurrido en el pasado y la opresión del sistema represor de la
individualidad es Ludvyk.
Valerie y su semana de las maravillas |
La
broma critica el totalitarismo y la injusticia comunista, desapareciendo de
las pantallas de los cines checoslovacos tras la invasión soviética. Jires tuvo que cambar de
temática, limitándose a experimentar con los hallazgos de lenguaje. Valerie y su semana de las maravillas (1970) es una prodigiosa
adaptación de la novela modernista del poeta V´teszlav Neval. Une fantasía y
terror, con imágenes delirantes y deliciosas. Describe el paso a la
adolescencia de la niña
Valerie (Jaroslava Schallerová), de catorce años, en un
pequeño pueblo medieval rodeado de un bosque fascinante. Es el descubrimiento
por Valerie de la sensualidad, narrado con humor y un toque erótico. El color
consigue un ambiente irónico, subrayado por una música que revela el interés de
Jires por el folclore y la danza popular. El éxito de esta película permitió a
Jires continuar dirigiendo películas tras la invasión. “Es el cruce de la realidad, el sueño y la pelea juguetona entre humor y
horror”, según Jires. Ocupada Checoslovaquia por los soviéticos destacan (Y saluden (o Mi amor) a las golondrinas (1972), basada en los diarios de una
heroína de la resistencia en la II Guerra Mundial, participando en el Festival
de Berlín con Incomplete ecipse (1982)
y en El león de la melena blanca (1986)
recrea al autor musical Leos Janácek.
La apertura permitió a los checoslovacos volver a leer a Kafka, disfrutar con el teatro del absurdo y conocer a los nuevos escritores, Hrabal o Kundera. El dominio del lenguaje popular, el conocimiento de la vida cotidiana, unido a su sentido irónico y burlón convirtieron a Bohumil Hrabal en el compañero ideal de la nueva generación de cineastas. “Me encuentro bien en las tabernas, no me molesta el ruido, la cerveza proporciona riqueza al idioma y las conversaciones revelan el lado oculto de la política y de la sociedad”, dijo para definir su estilo Hrabal. Un libro de cuentos suyo fue adaptado al cine por cinco nuevos directores, fue una declaración de intenciones, Perlas en el fondo del agua (1963). Cinco episodios, iniciándose cada uno con conversaciones populares con el tono de Hrabal. Jiri Menzel dirige La muerte del Señor Baltazar, que transcurre en el mundo de las motos y del circuito de Brno. Menzel experimenta con el sonido de las motos, que en una ocasión convierte en un vals y en esta atmósfera de tecnología moderna tiene lugar la muerte por accidente de un motorista. Jan Nemec realiza Impostores, sobre las mentiras e ilusiones de dos ancianos, que cuentan un pasado más maravilloso que el que en realidad tuvieron. Ewald Schorm dirigió La casa de la alegría, el episodio más largo y el único que es completamente en color. Es una mirada irónica sobre un pintor excéntrico, su plástica y su desconcertante musa. Vera Chytilová es autora de Auto mundial, el más dinámico, con apariencia de thriller, en el que se mezclan un cadáver, borrachos que cantan en un bar y la fiesta de una boda que se desarrolla en un piso. Y Jaromil Jires en Romance cuenta una historia deliciosa de amor y prejuicios entre un checo y una gitana. Perlas en el fondo del agua fue la tarjeta de presentación del nuevo cine checoslovaco. Los personajes van y vienen, dándonos a conocer aspectos inéditos de la vida checoslovaca. Es una variante neorrealista, al retratar personas corrientes, con elementos poéticos propios.
Trenes rigurosamente vigilados |
Dotado de una personalidad atractiva, Jiri Menzel, quiso ser actor por lo que intentó ingresar en la Escuela de
Arte Dramático y pese a no ser admitido, empezó su carrera profesional como
actor. Su primer largo, Trenes
rigurosamente vigilados (1966), adaptación de una novela de Hrabal, fue un
éxito. Un joven aprendiz de guardagujas en la estación de un pequeño pueblo,
Milos Horma (Vaclav Neckar), cuando la Segunda Guerra Mundial ,
contempla el paso de los trenes cargados de tropas y material bélico de los
alemanes, fuertemente vigilados. Hay conversaciones divertidas de Horma con sus
compañeros y con personajes curiosos. Horma tiene tendencia a embellecerlo
todo, por lo que admira a los oficiales de la Gestapo con sus relucientes
uniformes. Con humor negro se muestran escenas cotidianas, en las que la guerra
es solo una referencia en las conversaciones, irrumpiendo el atentado final.
Original y aclamada en los Festivales de cine, ganó el Oscar a la mejor
película en lengua no inglesa. La novela de Bohumil Hrabal se inicia con la
descripción de la familia de Milos Horma. No quise eliminar esta parte que es
importante. Por eso comienza la película con un monólogo de Milos que presenta
a su familia”, comenta Menzel sobre la adaptación de la novela. Menzel se
interesó por una novela modernista de Vadislav Vancura, Verano caprichoso (1968). En un plácido ambiente veraniego, Antonin
(Rudolf Husinský) y su esposa Caterina (Mila Muslíkova) están pasando el día,
junto al río en Karlovy Vary al otro lado del río acampan unos cómicos,
llegados en un carromato. La película es una estampa de la alegría vital y del
deseo sexual. Evoca el mundo difícil del circo, uniendo la pobreza y la magia.
Los personajes grotescos y los diálogos cotidianos de Hrabal son sustituidos
por el estilo poético de Vankura, que fue denominado “poetismo”, acompañado por
la actitud irónica con que contempla la realidad Menzel. “Contemplados desde un determinado ángulo, todos los humanos provocamos
la risa”, observó Menzel para quien la comedia es el género más importante.
Alondras en el alambre |
En los 50 dio comienzo el “periodo de rectificación” con el fin de
depurar a los “elementos burgueses”. Se les detenía, si no se entregaban
espontáneamente, en cualquier caso, se les condenaba a trabajos forzosos y sus
bienes eran confiscados. Este tema es tratado por Menzel en Alondras
en el alambre (1969), basada de nuevo en una novela de Bohumil Hrabal, que
estuvo condenado a trabajos forzados en el complejo industrial que aparece en
la película. En los títulos de crédito leemos una irónica advertencia: “Tras el triunfante febrero de 1948, la clase
obrera tomó el poder para ser la guía del Estado’. Las clases restantes fueron
sometidas a un proceso para que compensasen con el trabajo sus orígenes
burgueses”. A continuación, aparecen los conocidos coches negros de la
policía secreta que detienen a un profesor de filosofía, a un lechero y a un
judío, que son trasladados a una fundición en Kladno, narrando la absurda
situación de los prisioneros con ironía. En una zona cercana hay un grupo de
mujeres, que han sido condenadas por haber tratado de salir de Checoslovaquia a
Europa occidental, estableciéndose relación entre los dos grupos de condenados.
El discurso vacío y el carácter dogmático del comunismo se ponen de relieve en
las consignas de los comisarios políticos. Alondras
en el alambre no tiene amargura, Menzel la impregna de lirismo,
describiendo sentimientos de solidaridad. Posee unos diálogos divertidos y
muchos detalles humanos, así cuando se cruzan los dos grupos de prisioneros
intentan que se rocen los dedos de sus manos. El humor resuelve situaciones
terribles, como la visita de unos niños, aleccionados con consignas por una
Comisaría, interrumpida por la Televisión de Corea del Norte o la del guardia
Ángel intentando salvar un cuadro con el ángel de la guarda, porque lleva su
nombre. La película estuvo prohibida durante veinte años y en 1990 se proyectó
en el Festival de Cine de Berlín, ganando el Oso de Oro. Menzel no volvió a trabajar hasta 1974 y a
partir de 1980 pudo volver a adaptar novelas de Bohumil Hrabal, como La fiesta de las campanillas verdes (1984)
o Yo serví al Rey de Inglaterra (2006).
Las margaritas |
Leyenda y clave del
nuevo cine, Vera Chytilová es la
única directora de esta ola. Estudiante de arquitectura y filosofía, había trabajado en un laboratorio fotográfico y en los Estudios de cine Barrandov y diplomada
en la FAMU, destacó como feminista. Utilizó en sus inicios el tono del “cinéma
verité”, el surrealismo y el lenguaje de vanguardia, un montaje rápido y la luz
y el color como medios expresivos. Es notable su trabajo de graduación, El techo (1961) que tiene como
protagonista a una bella mujer, Marta (Marta Kanowská), una modelo contrariada
por la superficialidad de su vida. “Normalmente
afirmamos que tenemos un techo y que nuestras facultades son limitadas, lo que
normalmente es una excusa para esconder nuestra incompetencia”, asegura
Chytilová. Criticada por las autoridades comunistas al pensar que ofrecía una
mala imagen de la mujer checoslovaca, fue tolerada por los premios en los
Festivales de Helsinki y Oberhausen. A continuación, realiza otro mediometraje, Bolsa de pulgas (1962), con la técnica
del film encuesta y del documental "verité", para narrar la vida de
unas muchachas en su trabajo en una fábrica textil y en el internado en que
viven. Fue recompensada con un Premio en el Festival de cine documental de
Venecia. Este ciclo dedicado a la mujer mitad documental y mitad ficción,
concluye con Algo diferente (1963),
contraposición de la vida de una atleta, gimnasta, Eva Bosáková. obsesionada
por el triunfo y una ama de casa, Uzelacová, con un hogar seguro, al que está
dedicada. Las oportunidades de salir de sus mundos cerrados fracasan. Sus siguientes películas tienen ambición formal, aunque en el fondo
busca la verdad. Las margaritas (1966) refleja a la juventud
de vida parasitaria y enloquecida, con imágenes pop y sicodélicas. Dos jóvenes,
María I (Jika Cerhova) y María II (Ivana Karvanova) deciden dedicar su vida a
divertirse y mantienen conductas depravadas, insolentes, e inconformistas. En
una sucesión de escenas dinámicas: ridiculizan a los viejos, roban a una pobre
mujer, se exhiben desnudas, se burlan de sus amantes y se interrogan sobre la
razón de vivir. Llena de fantasía, riqueza visual y cromática, fotografiada por
Jaroslav Kucera y un guión innovador de Ester
Krumbachová. La película inició con el Gran Premio de Bérgamo una carrera
triunfal.“He realizado un ejercicio
caligráfico, intentando encontrar los límites expresivos del cine”, declaró
Vera Chytilová tras una reunión en Nueva York con Andy Warhol.
Una alegoría experimental sobre Adán y Eva y los efectos de la caída en el mundo terrenal, provocada por el conocimiento de la verdad, es Frutos prohibidos del Paraíso (1969) sobre una idea de Ester Krumbachová. La aportación de Krumbachová es notable en los títulos de crédito, que duran casi quince minutos y en el sugerente vestuario. Los créditos resumen el tema y tienen brillantez inusitada al mostrar a Adán y Eva desnudos en el Paraíso, cubierta la imagen por una exuberante flora y hojas amarillas, ocres y rojas, un árbol con los frutos del conocimiento y una estilizada serpiente enroscada. La banda sonora contiene música barroca, cantos corales y percusión, con la canción “Dime la verdad”. El director de fotografía, Jaroslav Kucera, utiliza el color como un pintor vanguardista de Nueva York, emplea angulares, distorsiones o aceleraciones de las imágenes, movimientos de cámara originales, todo para facilitar la búsqueda experimental de Chytilová. La expulsión del Paraíso y la caída en la Tierra, la conocemos por la aparición de Eva (Jika Novákova) y Josef (Karl Novak) en un banco de un balneario. Aparece el diablo Robert (Jan Schmid) con escenas divertidas y desconcertantes, mientras Eva intenta su vuelta al Paraíso. Un sector del partido comunista ya había solicitado la prohibición de Las margaritas por “escandalosa y perjudicar la imagen nacional”. Tras la invasión soviética, Chytilová no volvió a rodar hasta que el Presidente del Gobierno, Husak, aceptó la petición de los directores de cine. Transcurridos seis años dirigió El juego de la manzana (1976) un divertimento de enredo, más ortodoxo, pero con secuencias maravillosas. Siguió rodando largometrajes hasta 2006, no habiendo querido nunca abandonar su país, pese a las dificultades.
Interesado por el holocausto y la
literatura de Arnolst Lustig, Jan Némec
realiza Diamantes en la noche (1964).
Se había diplomado en la FAMU y apuesta por un cine claramente comprometido y
de vanguardia. Está protagonizada por dos niños judíos, que en un traslado a
otro campo de concentración logran escaparse. Recorren perdidos un bosque,
piden comida y sortean las dificultades de la huida, hasta ser capturad0s y
juzgados. Condenados a muerte, Némec ofrece dos finales, para que el espectador
elija si son ejecutados los dos niños o no. La estructura narrativa alterna
presente y pasado y la fantasía de los niños con el realismo de los
acontecimientos. Hay alucinaciones y detalles en primer plano, similares al
surrealismo de Buñuel, con los de las
hormigas, la gota de sangre en los labios o
los pies doloridos por las deterioradas botas. Si se vive en una sociedad sin libertad, la obligación de todos es
combatir los obstáculos para ser libres por todos los medios a su disposición”,
dijo Némec.
La fiesta y los invitados |
El siguiente trabajo fue la adaptación de una novela de Ester
Krumbachová, con la que mantenía una relación personal, que terminó en boda
para que las autoridades no les quitasen el piso. Se trata de La fiesta y los invitados (1966),
que se inicia con un grupo de invitados interrogados en el rincón de un jardín
por unos matones. Aparece el anfitrión (Ivan Vyscocil), que suaviza la escena
sin condenar los hechos. Los invitados son de clase media alta y se muestran
complacientes, aceptando los sitios asignados o quien debe pronunciar un
discurso, solo un invitado (interpretado por el director Evald Schorm) y su
esposa se marchan, abandonando la fiesta. Todos están de acuerdo en hacerlos
regresar, por lo que salen en su búsqueda los matones acompañados por un perro
feroz, cuyo aullido final simboliza el terror de la época. Las autoridades no tuvieron dudas: los
invitados, representaban a la sociedad, acusada de conformismo; el anfitrión
tenía un parecido con Lenin, en realidad accidental, su familia simbolizaba al
Gobierno y los matones la policía secreta.
Tras ser visionada por el Presidente Novotní, se “”prohibió para siempre”. Se la compara a El ángel exterminador de Buñuel, aunque
realmente Némec no había visto esta película. Mas claras pueden ser las
influencias de Eugène Ionesco o Samuel Beckett y del teatro del absurdo. Némec
se apresuró a rodar una nueva película, antes de que se tomasen medidas en su
contra. Eligió un tema apolítico, Mártires
del amor (1966), un film poético, una comedia formada por tres episodios,
que rinde homenaje a Mark Sennett, Buster Keaton, Chaplin, Renoir, François
Truffaut y Federico Fellini. Némec opina que “es una película para cinéfilos”.
Es una fábula universal, atractiva y divertida, en la que la música popular de
los 60 juega un papel expresivo importante.Tuvo que realizar cortometrajes
fuera del sistema de ayudas y se exilió en Alemania y países nórdicos, donde se
dedicó a trabajar en vídeo, principalmente haciendo reportajes de bodas.
Derrotado el comunismo volvió en 1989
a Praga reanudando la realización de películas, entre
las que se encuentra Charlas nocturnas
con madre (2000), ganadora del Oso de
Oro en Berlín.
Tras
la invasión, los directores checoslovacos aprovecharon el Festival de Cine de
Venecia para leer una Carta de protesta por la invasión, pidiendo ayuda. La
carta fue leída el 24 de agosto de 1968 por Ivan Passer y Jirí Krejcik: “Vivimos los momentos más difíciles de
nuestra vida. Todavía hace algunos días, podíamos dormir por la noche como
hombres libres, satisfechos de nuestra existencia y soñando con un destino
mejor para la
humanidad. Nos ha despertado la ocupación armada. Hemos sido
invadidos por soldados de naciones cuyos Gobiernos nos habían asegurado hasta
el último momento su amistad. La Carta es extensa, dura y está firmada por Frantisek Vlácil,
Karel Kachyna, Ladislav Helge, Jirí Menzel, Vojtiech Jasný, Jaromil Jires,
Pavel Jurácek, Jan Kadár, Elmer Klos, Jan Procházka y Evald Schorm. Las
autoridades nombradas en Checoslovaquia terminaron con la Nueva Ola,
prohibiendo la exhibición de películas ya rodadas, archivando los proyectos e
impidiendo el trabajo durante varios años de los directores más
representativos, que decidieron permanecer en Checoslovaquia.
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