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jueves, 6 de diciembre de 2018


DIRECTORES DE CINE  NÓRDICOS



       Había alcanzado notable influencia a través de tres directores, el sueco Victor Sjöström, actor y director de vigoroso poder expresivo, como La carreta fantasma (1921), sobre la novela de Selma Lagerlöf, en la que crea un clima de leyenda por medio de superposiciones, doble exposición y otros efectos especiales. Mauritz Stiller, también sueco, aunque nacido en Helsinki, director de matices, tanto en dramas como en comedias. Se consolidó con El tesoro de Arne (1919) e igual que Sjöstrom terminó trabajando en EEUU. Y Carl Dreyer, danés, que realizó parte de su obra en Suecia, caracterizado por la expresividad del rostro. Gertrud (1964) es un buen ejemplo de la forma de realizar “dreyeriana”, al contar el balance que hace la protagonista de su vida y de los hombres que ha amado. Las palabras evocan recuerdos y los silencios se tornan expresión al contemplar las imágenes.


Sonrisas de una noche de verano
                         

        A mediados de los 50 la innovación fue liderada por Ingmar Bergman. Es descubierto mundialmente con Sonrisas de una noche de verano (1955), plena de humor y filosofía vital, que recordó a Feder, a Shakespeare y sobre todo a Renoir en La regla del juego. El autor del guion y de los diálogos fue el propio Bergman, quien en Cannes declaró su admiración por Renoir, pese a no haber visto La regla del juego.  El séptimo sello (1956) marcó su estilo: iluminación, gestos y puesta en escena para   construir un laberinto de reflejos y emociones. Se convirtió en la persona más popular en Suecia por Secretos de matrimonio (1973), miniserie de televisión, convertida en un largometraje de tres horas. Son las confesiones de un hombre y una mujer, en una cabaña situada en una zona remota de pesca.


      Al acabar Gritos y susurros (1972), un intenso poema de amor y muerte, protagonizado por cuatro mujeres, una moribunda, sus dos hermanas y una sirvienta, un error de la policía fiscal le llevó  a una comisaría, en la que estuvo declarando cinco horas. Su disgusto fue tan profundo que, aunque el Gobierno sueco le pidió disculpas, decidió marcharse a París y luego a Múnich, donde rodó su siguiente película.




         “Es como el huevo de la serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir el reptil perfecto”. Esta frase de la película indica el propósito de Bergman en El huevo de la serpiente (1977). La acción transcurre en Berlín, en noviembre de 1923. La situación económica de la República de Weimar es pésima, hay huelgas y represión, se dispara la inflación, se extiende la miseria. En este ambiente se desarrollan las ideas nazis y Hitler toma el poder.

         Es el clima social y político de El huevo de la serpiente. Ha legado a Berlín, Abel Rosemberg (David Carradine), un judío norteamericano, de oficio trapecista, acompañado de su hermano y su esposa, Manuela (Liv Ullman). Al morir el hermano, Manuela se convierte en la compañera de Abel. Por sugerencia del Doctor Vergerus (Heinz Bennent) se instalan en una clínica. Manuela descubre que en la clínica se experimenta la “solución final”. Abel encuentra a Manuela muerta, comprende lo que está sucediendo, se rebela y al ser trasladado se escapa y se pierde entre un grupo de colegialas rubias.

       La película se rodó en los estudios Bavaria de Múnich, reconstruyendo una calle de Berlín, con su tranvía amarillo. “Ha sido mi película más cara, dijo Bergman, y he rodado quince semanas, cuando en Suecia no sobrepasaba las ocho”. El director de fotografía, que trabaja con Bergman desde 1959, Sven Nykvist, afirmaba: “los colores son grises, lo más parecido posible, al blanco y negro. Lo mejor es el no color para recrear 1923”. Esta atmósfera recuerda a Fritz Lang en M. el vampiro de Dusseldorf (M, 1931) y en El testamento del Dr. Mabuse (Das testament des Dr. Mabuse, 1933), aunque Bergman afirma que se inspiró en fotógrafos de la época, básicamente en Heinrich Ziller, autor de numerosas fotografías en Berlín, entre 1910 y 1928. 


Una historia de amor sueca


  Admiraba a Bergman, pero se consideraba totalmente distinto, Roy Andersson, con un gran humor y buscando la sonrisa.  Fue un director muy influyente con solo cinco largometrajes. Aunque rodó más de cien spots publicitarios. Le gustaban los planos secuencia. Trabajando el interior de los mismos como si fuesen cuadros. Entre los pintores le gustaban Brueghel, el viejo. Goya y el pintor expresionista Scholz. Se rebeló con Una historia de amor sueca (1969), costumbrista y neorrealista y consiguió la fama con Canciones desde el segundo piso (2000), influida por Fellini, primera de una brillante trilogía.




Elvira Madigan

        Entre un buen grupo de directores destaca Bo Wideberg que obtuvo el reconocimiento internacional por un film romántico basado en un hecho real, Elvira Madigan (1967), el intenso amor entre un teniente. Que abandona a su familia y una equilibrista de circo. El film recoge solo su corto verano en su huida a Dinamarca, entre bosques, praderas y lagos, antes de su trágico final. Y en 1971 un film social, Joe Hill, el fracaso de muchos emigrantes en EEUU. También inspirado en el hecho real de un emigrante sueco, que fue convirtiéndose en un agitador. En su celda, antes de su muerte, dejó escrito ¡No os lamentéis. Organizaros! Fue admirado por su lenguaje lírico y su estilo impresionista en la creación de ambientes-.


2 comentarios:

  1. Joe Hill, el fracaso de muchos emigrantes?

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  2. Trescientas películas https://repelis.tube para elegir, pero la elección que uno hace, desde el corazón, es el principal reto para la alegría.

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