DIRECTORES DE CINE NÓRDICOS
Había alcanzado notable influencia a
través de tres directores, el sueco Victor
Sjöström, actor y director de vigoroso poder expresivo, como La carreta fantasma (1921), sobre la
novela de Selma Lagerlöf, en la que crea
un clima de leyenda por medio de superposiciones, doble exposición y otros efectos
especiales. Mauritz Stiller, también
sueco, aunque nacido en Helsinki, director de matices, tanto en dramas como en
comedias. Se consolidó con El tesoro de
Arne (1919) e igual que Sjöstrom terminó trabajando en EEUU. Y Carl Dreyer, danés, que realizó parte
de su obra en Suecia, caracterizado por la expresividad del rostro. Gertrud (1964) es un buen ejemplo de la
forma de realizar “dreyeriana”, al contar el balance que hace la protagonista
de su vida y de los hombres que ha amado. Las palabras evocan recuerdos y los
silencios se tornan expresión al contemplar las imágenes.
Sonrisas de una noche de verano |
A mediados de los 50 la innovación fue
liderada por Ingmar Bergman. Es descubierto mundialmente con Sonrisas de una noche de verano (1955), plena
de humor y filosofía vital, que recordó a Feder, a Shakespeare y sobre todo a
Renoir en La regla del juego. El
autor del guion y de los diálogos fue el propio Bergman, quien en Cannes
declaró su admiración por Renoir, pese a no haber visto La regla del juego. El séptimo sello (1956) marcó su estilo:
iluminación, gestos y puesta en escena para
construir un laberinto de reflejos y emociones. Se convirtió en la
persona más popular en Suecia por Secretos
de matrimonio (1973), miniserie de televisión, convertida en un
largometraje de tres horas. Son las confesiones de un hombre y una mujer, en
una cabaña situada en una zona remota de pesca.
Al acabar Gritos y susurros (1972),
un intenso poema de amor y muerte,
protagonizado por cuatro mujeres, una moribunda, sus dos hermanas y una
sirvienta, un error de la policía fiscal le llevó a una comisaría, en la que estuvo declarando
cinco horas. Su disgusto fue tan profundo que, aunque el Gobierno sueco le pidió
disculpas, decidió marcharse a París y luego a Múnich, donde rodó su siguiente
película.
“Es como el huevo de la serpiente. A través
de la fina membrana se puede distinguir el reptil perfecto”. Esta frase de
la película indica el propósito de Bergman en El huevo de la serpiente (1977). La acción transcurre en Berlín, en
noviembre de 1923. La situación económica de la República de Weimar es pésima,
hay huelgas y represión, se dispara la inflación, se extiende la miseria. En este
ambiente se desarrollan las ideas nazis y Hitler toma el poder.
Es el clima social y político de El huevo de la serpiente. Ha legado a
Berlín, Abel Rosemberg (David Carradine), un judío norteamericano, de oficio
trapecista, acompañado de su hermano y su esposa, Manuela (Liv Ullman). Al
morir el hermano, Manuela se convierte en la compañera de Abel. Por sugerencia
del Doctor Vergerus (Heinz Bennent) se instalan en una clínica. Manuela
descubre que en la clínica se experimenta la “solución final”. Abel encuentra a
Manuela muerta, comprende lo que está sucediendo, se rebela y al ser trasladado
se escapa y se pierde entre un grupo de colegialas rubias.
La película se rodó en los estudios
Bavaria de Múnich, reconstruyendo una calle de Berlín, con su tranvía amarillo.
“Ha sido mi película más cara, dijo
Bergman, y he rodado quince semanas,
cuando en Suecia no sobrepasaba las ocho”. El director de fotografía, que
trabaja con Bergman desde 1959, Sven Nykvist, afirmaba: “los colores son grises, lo más parecido posible, al blanco y negro. Lo mejor es el no color para recrear 1923” . Esta atmósfera
recuerda a Fritz Lang en M. el vampiro de
Dusseldorf (M, 1931) y en El
testamento del Dr. Mabuse (Das testament des Dr. Mabuse, 1933), aunque
Bergman afirma que se inspiró en fotógrafos de la época, básicamente en
Heinrich Ziller, autor de numerosas fotografías en Berlín, entre 1910 y
1928.
Una historia de amor sueca |
Admiraba a Bergman, pero se consideraba
totalmente distinto, Roy Andersson, con
un gran humor y buscando la sonrisa. Fue
un director muy influyente con solo cinco largometrajes. Aunque rodó más de
cien spots publicitarios. Le gustaban los planos secuencia. Trabajando el
interior de los mismos como si fuesen cuadros. Entre los pintores le gustaban
Brueghel, el viejo. Goya y el pintor expresionista Scholz. Se rebeló con Una historia de amor sueca (1969), costumbrista y neorrealista y
consiguió la fama con Canciones desde el
segundo piso (2000), influida por Fellini, primera de una brillante
trilogía.
Entre un buen grupo de directores
destaca Bo Wideberg que obtuvo el reconocimiento internacional por un film
romántico basado en un hecho real, Elvira
Madigan (1967), el intenso amor entre un teniente. Que abandona a su
familia y una equilibrista de circo. El film recoge solo su corto verano en su
huida a Dinamarca, entre bosques, praderas y lagos, antes de su trágico final. Y
en 1971 un film social, Joe Hill, el fracaso de muchos emigrantes en EEUU.
También inspirado en el hecho real de un emigrante sueco, que fue
convirtiéndose en un agitador. En su celda, antes de su muerte, dejó escrito ¡No os lamentéis. Organizaros! Fue admirado
por su lenguaje lírico y su estilo impresionista en la creación de ambientes-.
Joe Hill, el fracaso de muchos emigrantes?
ResponderEliminarTrescientas películas https://repelis.tube para elegir, pero la elección que uno hace, desde el corazón, es el principal reto para la alegría.
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